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En defensa de la izquierda caviar

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso
3 de octubre de 2021 21:55 h

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Quienes se pasan el día vigilando la vida de los otros señalan que la izquierda a la que llaman caviar es hipócrita porque no vive bajo las mismas condiciones que denuncia como malas. Pero esto solo tendría sentido si Más Madrid fuera pregonando las virtudes de ser pobre y tuviera entre sus aspiraciones convertirse en una orden mendicante, como los franciscanos o los dominicos, que reivindican el valor espiritual de la pobreza. No es el caso. Resulta curioso porque es un discurso que se lanza desde gente como Rocío Monasterio, que vive en un casoplón de varias alturas, o desde Ayuso, que pasa sus vacaciones en la mansión de su amigo Nacho Cano en Ibiza. Pero para ellas nada de esto supondría ninguna contradicción porque sus propuestas no buscan acabar con la desigualdad, sino ampliarla, en cambio, sí lo haría para esa izquierda que busca mejorar la vida de la gente.

Entonces, ¿de dónde sale y qué busca este discurso que señala una supuesta incongruencia? Según esta idea, si uno no es pobre no puede oponerse a la pobreza, si lo hace es un hipócrita. ¿Hay hipocresía en el hecho de estar dispuesto a pagar más impuestos para reducir los desequilibrios? La hipocresía realmente residiría en oponerse a la desigualdad sin estar dispuesto a pagar los impuestos que la combaten. La verdadera hipocresía es la que practica el liberal hispánico, que se pasa el día ensalzando las virtudes del mercado, pero luego solo sabe vivir de las herencias, del BOE o de salarios públicos.

Bajo la acusación de hipocresía lo que realmente busca su discurso es perpetuar el estado de las cosas y proteger una serie de intereses contra la posibilidad de modificar las relaciones de poder y de riqueza. La derecha oligarca busca blindar el monopolio privado sobre el caviar e impedir que su acceso se pueda democratizar. Lo que les molesta a Monasterio y Ayuso es que nosotros queremos caviar para todos los madrileños y ellas quieren acaparar todo el caviar para ellas y sus amigos. Representan la creencia cínica de que el mundo está poblado solo por lobos que se enfrentan entre sí y donde solo es posible la supervivencia de los (supuestamente) más aptos. La historia no es nueva, de hecho, nos remonta al siglo XIX, pero hoy toma forma bajo el oropel de las grandes palabras como la libertad y la autonomía. Ellos piensan que la desigualdad es un síntoma de progreso, mientras nosotros estamos convencidos que una sociedad progresa con la igualdad. Están convencidos de que hay que mejorar la economía para luego vivir mejor; nosotros estamos convencidos de que vivir mejor es lo que permite mejorar la economía. En las pequeñas cosas, en la vida cotidiana, es donde cristalizan las grandes cosas, los grandes cambios.

Frente a su pasión por la desigualdad solo cabe reivindicar la pasión por la igualdad, la libertad y la diversidad. Lo hacemos porque creemos en una sociedad segura, justa y cohesionada que además sepa aprovechar todo el potencial que la desigualdad desecha. No puede ser que tener padres ricos sea particularmente importante para llegar a la cima de la distribución de la riqueza, no puede ser que la riqueza del 20% de los españoles más ricos es más de 28 veces mayor que la del 20% más pobre. La desigualdad mata, la desigualdad limita la libertad y supone un lastre para la economía. La desigualdad es un disolvente de la democracia.

Defendemos la libertad de elección. Libertad para decidir interrumpir el embarazo, para elegir una muerte digna, para no coger un trabajo basura, para respirar aire limpio, para elegir un alquiler asequible y libertad para elegir una sanidad y educación pública de calidad. Dejar escapar en masa a médicos de familia, cerrar centros de salud, o impedir que se realicen abortos en hospitales públicos, ¿no es cercenar la libertad de elección de la que tanto hablan Ayuso y sus próceres? Nosotros defendemos la libertad de elección frente al susto o muerte, frente al o comes Telepizza, o no comes, frente al o tienes un seguro privado de sanidad, o tienes que esperar en el tiempo. ¿Qué Libertad de elección tienen nuestra juventud cuando su política de vivienda les obliga a vivir en casa de sus padres o a dejarse todo el sueldo en pagar el alquiler? La libertad de elección desaparece cuando lo único que queda es la opción privada. Lo vemos en la falta de plazas públicas en las escuelas infantiles, en las residencias de mayores o en la formación profesional. Es un claro ejemplo de Estado depredador al servicio de la intervención privada: hunden lo público para abrir mercado y luego los fondos de inversión buscan negocio en la FP ante la escalada de demanda y la escasez de plazas. Hablan de la demanda social de opciones concertadas o privadas después de cercenar las opciones públicas. Hablan de una demanda que ellos mismos crean después de destruir mediante infrafinanciación y ejercicios presupuestarios agresivos lo que era de todos. Reducir la inversión pública obliga, a quien pueda, a poner dinero de su bolsillo en la privada. Así crean el mercado y extraen rentas de la ciudadanía a costa de la desinversión pública.

Defendemos la libertad económica del individuo, y por eso mismo creemos en los impuestos justos y progresivos como base para garantizar la autonomía de las personas. Mientras su modelo considera que lo público debe funcionar como la caridad para los más pobres, nosotros entendemos que lo público tiene que ser un derecho universal y de calidad para todas las personas tengan el dinero que tengan. Defendemos lo público y la igualdad, pero no como una tutela administrativa o la uniformidad sino como la condición necesaria para el desarrollo individual y colectivo de las personas. La libertad de uno no se construye contra la del otro, sino en cooperación con los demás. Para poder defender la libertad del individuo hay que garantizar primero la libertad a todos los individuos, porque si se privatiza la libertad lo que sucede es que por el camino se priva a la gente de libertad. Solo son libres quienes son iguales entre sí.

Defendemos que el dinero está mejor en el bolsillo de las personas en lugar de la economía rentista e improductiva, de las pólizas privadas o en las subvenciones regresivas a patronales. ¿Cuántas rentas básicas se podrían pagar con todas las ayudas directas y encubiertas que recibe el sector privado de forma incondicional? ¿Por qué el dinero público va a estar mejor en el sector automovilístico antes que en el bolsillo de los españoles? Sin impuestos justos y progresivos, ¿cuánto cuesta la sanidad, la educación o los medicamentos? Sería inasumible tener que pagar de nuestro bolsillo aquello que mutualizamos entre todos. Los impuestos son como la mascarilla en medio de una pandemia: pagándolos nos protegemos a nosotros mismos y ayudamos a los demás. Defender los impuestos es la mejor forma de vigilar su uso y el bienestar de cada uno.

Defendemos el derecho al tiempo, pero no para perderlo en un atasco como le gusta a Ayuso sino para dedicarlo a la familia, a las amistades, para cocinar, formarse, leer, relajarse o hacer deporte. La palabra griega Skholè, de donde deriva la palabra escuela, significa ocio y tiempo libre y designaba la condición propia de los ciudadanos que eran iguales entre sí porque cuentan con la posibilidad de evadirse y dedicarse al estudio. Libre era quien tenía tiempo para evadirse. ¿Cómo pudieron nacer las matemáticas en Egipto? Gracias a la existencia del ocio. ¿Qué es lo que tienen en común nombres como Darwin, Smith, Proust, Woolf o Aristóteles? Tiempo libre. Los regímenes políticos se definen por cómo reparten el tiempo entre las distintas partes que componen la sociedad. El avance civilizatorio y la innovación no puede entenderse sin la democratización del tiempo y la posibilidad de aburrirse. ¿Por qué solo va a ser patrimonio de unos pocos en lugar de un derecho de todas las personas? ¿Cuántas ideas, creatividad y potencial se pierde en la incertidumbre y la precariedad por culpa de la falta de un tiempo propio garantizado?

Defendemos el derecho a vivir bien. Vivir bien no puede ser una meta, tiene que ser un punto de partida. Solo así se puede garantizar que cualquiera, haya nacido donde haya nacido y tenga los padres que tenga, se encuentre en igualdad para ser libre. El derecho a respirar aire limpio, a tener un centro de salud, una educación de calidad, a tener acceso a una alimentación saludable, a que cualquiera acceda a una escuela infantil, a una vivienda asequible, a trabajar menos, a desplazarse de otra manera y a reducir los desplazamientos. Vivir mejor no solo es más justo, más agradable, más saludable y satisfactorio, además es más eficaz y barato: vivir mal sale muy caro.

Ante su mentalidad de galeras, su conformismo y aceptar que la vida tiene que ser estresante, no nos resignamos, no nos conformamos, no aceptamos lo que hay como lo único que puede haber. Muy al contrario del darwinismo social que defienden, la civilización nace de un paradigma muy diferente: el tiempo libre y el apoyo mutuo. El antropólogo James Suzman, destaca que el descubrimiento del fuego liberó el tiempo que luego permitió el desarrollo del lenguaje, la cultura, la música y el arte. La antropóloga Margaret Mead, explica que el primer signo de civilización es el saneamiento de un fémur porque alguien cuidó a quien se lo fracturó. Parafraseando al poema que luego se convirtió en el lema de las obreras del textil en huelga: queremos caviar para todas y rosas también.

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