Educación sexual y emocional: retos y necesidades educativas

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Cuanto más se conocen los problemas que hoy en día sufren niños y jóvenes, más defensa se debe hacer de la introducción y extensión de la educación emocional en todos los centros educativos. 

Es un hecho que según los diferentes contextos familiares de los que procede el alumnado, existe una gran diferencia de sensibilidad de las familias hacia la educación. De esta sensibilidad y de la importancia que le prestan depende, en un buen número de casos, el éxito escolar de los jóvenes y como consecuencia el desarrollo integral de su personalidad. 

Precisamente porque la educación es un factor clave para el desarrollo de la personalidad, cobra aún más sentido impulsar la educación emocional en una sociedad cada vez más compleja y más influida por las redes sociales, día a día más agresivas y violentas.

Y en este escenario social, las derechas desgraciadamente siguen  apelando a la libertad de las familias para decidir si algunos contenidos curriculares son pertinentes o no, necesarios o prescindibles para la educación integral de niños y niñas, como si la educación o los contenidos curriculares pudiesen ser artículos elegibles entre las baldas de un supermercado. 

Se trata de la educación, entre la que se incluye la emocional, hoy en día imprescindible. Y sobre todo se trata también de la educación afectivo sexual, que debe ser generalizada en educación primaria y secundaria. 

Casi a diario recibimos con estupor noticias relacionadas con violencia sexual, que se han incrementado exponencialmente entre nuestros jóvenes, muy probablemente  debido al incremento en el consumo de pornografía. Se estima que, en España, el 62,5% de los adolescentes de 13 a 18 años ya ha accedido a contenidos pornográficos. 

Ante una ausencia de una adecuada educación afectivo sexual en casa y en los centros educativos, muchos niños dan por hecho que las imágenes violentas y agresivas que visualizan en redes sociales o en internet contra las mujeres en las relaciones sexuales son las normales. No puede dejarnos impasibles el hecho de que se haya producido un incremento del 116% de las agresiones sexuales perpetradas por menores en España durante los últimos cinco años, según datos de la Fiscalía General del Estado.

Por eso defiendo la necesidad de reforzar todas las medidas que el ámbito educativo pueda ofrecer para garantizar una mejor gestión de los sentimientos, afectos y emociones entre nuestros niños y jóvenes y una buena y completa educación sexual, como vacuna contra la normalización de la pornografía entre la infancia y la juventud.

Es una barbaridad el intento de la ultraderecha de extender su PIN parental y una irresponsabilidad del Partido Popular entrar en su juego, frenando y limitando al mínimo esta educación y formación o simplemente eliminando talleres de educación sexual.

Los padres y las madres comparten esta responsabilidad, pero no todos la ejercen por igual. En este tema, como en otros, influye de una manera importante el contexto familiar y el grado de vulnerabilidad social en que se encuentran los niños y niñas.

Por ello, es necesario que aquellos que no tienen la posibilidad de recibir esta formación, o que la tengan, pero no de una manera completa y adecuada en sus hogares, puedan contar con ella en los centros educativos. 

Se trata de que la escuela sea compensadora de las desigualdades sociales de origen, y que todos y todas por igual reciben una formación integral, cívica y de acuerdo a unos valores que compartimos en sociedad. 

La violencia no es aceptable. La violencia sexual existe y ataca principalmente a las mujeres. Sin medias tintas, debemos formar en Educación Emocional para que nuestros jóvenes tengan un mayor bienestar y gestionen adecuadamente sus sentimientos y algo tan importante como es la empatía y la afectividad. Debemos formar en educación sexual para generar mucho más respeto y unas relaciones basadas en el consentimiento y no violentas. 

El sistema educativo tiene herramientas para ello, hay contenidos curriculares en distintas áreas. Además, dentro de los planes de acción tutorial  se pueden programar actividades para que en las horas de tutoría se trabajen estos contenidos conjuntamente con expertos. En definitiva, las administraciones educativas y las direcciones de los centros deben impulsarlo, y convertirlo en un objetivo prioritario  por las consecuencias emocionales, sociales y delictivas que supone. 

No nos engañemos. La solución no es sólo educativa, sino social, porque tiene distintos orígenes. Por eso debe haber una estrategia compartida no sólo con las familias, sino entre distintos agentes, policía, proveedores digitales, redes sociales, etc. en un ámbito internacional para limitar el acceso a contenidos pornográficos a menores, perseguir el sexting, ser rigurosos para erradicar el  ciberbullying, etc. 

No es ninguna broma, la violencia sexual es inaceptable y debe ser erradicada antes de que se inicie, tomando todas las medidas posibles: preventivas y de protección a nuestros menores. Ahí juega un papel clave la educación emocional y sexual. Porque no sólo se trata de la propia salud mental de niños y jóvenes, sino de una violencia inaceptable que desgraciadamente cada vez se normaliza más.