Por una Europa unida, resiliente y soberana
Más allá de la tragedia sanitaria, la crisis del coronavirus está acelerando las principales tendencias que ya observábamos en nuestro planeta, invitándonos a reflexionar sobre el nuevo contexto mundial, y el lugar que Europa ocupa en él. La crisis también reaviva con fuerza el debate sobre nuestra autonomía, nuestra soberanía y nuestra posición en la geopolítica mundial, y en particular, frente a las crecientes tensiones entre los Estados Unidos y China.
La era de una Europa conciliadora, y hasta cierto punto ingenua, ha tocado su fin. El virtuoso “poder blando” ya no es suficiente en el mundo actual. Es necesario reforzarlo con una dimensión de “poder duro”, tanto en términos de poder militar, como en la necesidad de construir una Europa de la defensa. Ha llegado el momento de que Europa sea capaz de utilizar su capacidad de influencia para promover su visión del mundo y defender sus intereses.
Ante los efectos repentinos y devastadores de la crisis, nuestros ciudadanos son conscientes de la necesidad de una Europa resiliente y soberana, fiel a sus valores, segura de sí misma y firme en sus ambiciones. Una Europa dispuesta a recurrir a todos los medios a su alcance y a desempeñar un papel clave en los grandes equilibrios del mundo de mañana.
Para salir fortalecida de la crisis, la Unión Europea debe dotarse de un plan de recuperación que esté a la altura de las necesidades de su tejido industrial. Este es el objetivo de la propuesta de la Comisión Europea: adoptar un instrumento de recuperación de 750.000 millones de euros que incluya subvenciones directas y préstamos a largo plazo. La magnitud de estos recursos permitirá a la UE reforzar y modernizar su mercado interior y fortalecer la solidaridad entre naciones y pueblos europeos, la base de la integración europea. Se trata de un paso histórico.
La crisis ha revelado áreas en las que Europa necesita ser más resiliente para prevenir y resistir mejor crisis futuras. Áreas entre las que destacan los equipos de protección sanitarios y medicamentos, pero también las tecnologías clave, ciertas materias primas fundamentales (como las tierras raras), las industrias de seguridad y defensa y los medios de comunicación. Sin desvincularnos de nuestros socios o caer en el proteccionismo, el contexto actual nos exige aumentar nuestra capacidad colectiva para proteger nuestros valores e intereses.
¿Acaso podríamos justificar nuestra incapacidad para proteger nuestras actividades estratégicas – de por sí muy debilitadas por la crisis – ante las actitudes depredadoras de ciertos actores extranjeros? Es evidente que no. Y es evidente que tenemos que diversificar y reducir nuestra dependencia económica e industrial, como ha puesto de manifiesto la pandemia. En el marco de nuestras alianzas de seguridad y defensa, debemos también reforzar nuestra autonomía estratégica en torno a capacidades comunes e interoperables, tecnologías e infraestructuras críticas (como la ciberseguridad, los aviones no tripulados, las redes seguras, o la tecnología cuántica). Europa dispone de las capacidades para hacerlo. ¿Pero está dispuesta a dotarse de los medios necesarios para conseguirlo?
Ante la actual crisis, es posible que los Estados miembros de la UE sientan cierta presión presupuestaria en materia de defensa. Por ello, será necesario gastar mejor juntos, racionalizar y reforzar nuestras capacidades comunes, incluso en el ámbito de la acción exterior de la UE. Esto requiere un presupuesto ambicioso para el Fondo Europeo de Defensa y sus instrumentos industriales y de innovación, así como para el Fondo Europeo para la Paz con el fin de fomentar una cooperación sólida y operativa.
Europa debe dotarse también de los medios para protegerse contra la desinformación, la “infodemia”, que se ha agravado peligrosamente durante la crisis del coronavirus, y poder hacer frente de forma efectiva ante los intentos de manipulación por parte de potencias extranjeras. Desde sus valores y principios democráticos, Europa puede y debe constituir un punto de referencia en la búsqueda de un delicado equilibrio entre la libertad de expresión y la lucha contra la desinformación.
La solidaridad entre los Estados miembros de la UE será la piedra angular de la Europa del mañana, una Europa más autónoma y soberana. Una solidaridad intergeneracional a través del Pacto Verde Europeo. Una solidaridad entre Estados miembros para preservar y desarrollar nuestro mercado interior. Una solidaridad para consolidar nuestra unión económica y monetaria y reforzar nuestra cohesión social. Una solidaridad en el ámbito de la seguridad y la defensa. Una solidaridad, en suma, para proteger nuestros valores compartidos y que sustentan nuestro proyecto común.
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