Imaginen que se quieren iniciar en el maravilloso mundo de la fotografía y compran este libro de uno de los fotógrafos más famosos del país: José María Mellado. La palabra “CALIDAD” aparece en portada, en mayúsculas y con una cuidada tipografía azul brillante. Todo apunta a que será un gran libro, de hecho, el autor es ampliamente reconocido por sus clases sobre técnica fotográfica. Imaginen también que comparten la experiencia con su hijo o con su hija y se sientan juntos a realizar los ejercicios que propone el libro.
Entre algunas de sus prácticas podrán aprender a iluminar el culo de una mujer que parece pasear tranquilamente por la calle. Para ello solo tendrán que situarse detrás. Esperar a que un golpe de viento levante su falda. Disparar. Y luego aplicar un filtro para dirigir la mirada del espectador directamente hacia su trasero. A juzgar por la falta de más indicaciones podríamos deducir que su rostro no es importante. Saber cómo se siente tampoco. No tenemos ningún dato acerca de si ella sabe que la están fotografiando o de si es mayor de edad. Pero que se vea bien su culo parece ser vital para obtener una fotografía de “calidad”.
De la práctica fotográfica solo nos importan los aspectos técnicos. Llenamos páginas y páginas detallando el ISO, la velocidad de obturación, el brillo, el contraste y hasta la saturación, pero a quién se representa y de qué forma se hace no forma parte del buen resultado de una imagen. En el libro de Mellado no hay referencia alguna sobre esta mujer desconocida y la ausencia de la palabra culo resulta muy llamativa. “Con selectivo selecciono solo la espalda y piernas de la chica” indica el subtítulo. ¿Habría redactado lo mismo si se tratara de un retrato de cara? “Con selectivo selecciono solo la parte del pelo y cuello de la chica”. ¿Y de las manos? “Con selectivo selecciono solo la parte de las uñas y muñeca de la chica”. Seamos realistas: en esta foto importa todo menos la protagonista. Habremos avanzado mucho en tecnología, pero en cuanto a comunicación visual se refiere, seguimos repitiendo los mismos estereotipos que nuestros antepasados.
Mellado no es el único fotógrafo que utiliza este tipo de ejemplos, ni en libros ni en clases prácticas. Son habituales los talleres de reconocidas marcas que consisten en disparar a mansalva sobre el cuerpo de una mujer, con poca ropa si puede ser. Hemos asumido que el cuerpo femenino es como un bodegón desprovisto de vida y de derechos, cuya única función es alegrarle la vista al espectador. Nos lo han contado los miles de cuadros de mujeres tiradas y desnudas que llevamos viendo colgados en las paredes toda la vida. Museos, salas de espera, habitaciones de hoteles y hasta cuartos de baño. No hay rincón pintón que se precie que no tenga un culo de mujer bien iluminado.
Hemos de reconocer, llegados a este punto de la historia (el siglo XXI), que nuestros avances en el compromiso social de la comunicación visual no han ido de la mano de los avances técnicos y que aún nos queda mucho que aprender y mejorar. Representar a una persona sin rostro (algo que habitualmente se hace con las mujeres) es deshumanizante. No se puede empatizar con un objeto ni con un trozo de carne. Poner el foco únicamente en su dimensión corporal refuerza la idea de que las mujeres son solo cuerpos impidiendo que se las valore por otros aspectos. De la mano de la técnica ha de ir siempre la ética. Sin ella es imposible hacer una fotografía de “calidad”.