Frente digital en Ucrania: propaganda y competición tecnológica
La “operación especial” de Vladimir Putin en Ucrania ha acabado convertida en una guerra de resistencia; en un conflicto de trincheras, con una línea de frente claramente definida que se disputa palmo a palmo. Europa vuelve a ser un campo de batalla físico, que eclipsa la competición estratégica que se juega en dimensiones intangibles. Pero hace tiempo que la lógica militar y la transformación tecnológica confluyeron en un espacio digital donde Internet se ha convertido en uno de los frentes esenciales para la desestabilización. La invasión rusa de Ucrania ha consagrado el poder de las plataformas tecnológicas como actores estratégicos en esta guerra, allí donde la divisoria entre la fuerza militar convencional y las capacidades tecnológicas de disrupción es cada vez más difusa.
Gigantes del Silicon Valley como Microsoft o Amazon Web han facilitado servicios en la nube, apoyo tecnológico o datos de inteligencia al gobierno ucraniano contra los ciberataques. Starlink, los terminales de internet satelital de Elon Musk, han sido «la columna vertebral de las comunicaciones en Ucrania, especialmente en la línea del frente», como reconocía el magnate en twitter. Aunque ahora Space X, responsable de poner en órbita los satélites, ha decidido imponer restricciones para evitar su uso con fines militares —por ejemplo, para el control de drones y la ubicación de tropas rusas—. Mientras las grandes plataformas norteamericanas ejercen su poder tecno-económico en Ucrania, la verdadera capacidad cibernética ofensiva rusa, sin embargo, ha seguido centrada en la inteligencia y la subversión, herramientas clave de su estrategia disruptiva desde 2014. Pero, en todo este tiempo, Ucrania también ha acelerado la preparación de sus propias huestes digitales. Miles de hacktivistas en todo el mundo han participado en campañas de disrupción para hackear medios rusos o interferir en las estrategias de desinformación online del Kremlin, desdibujando las líneas divisorias entre actores civiles y militares.
El (des)control del relato
Este ha sido un año de invasión viralizada; retransmitida en tiempo real a través de las redes sociales; narrada a partir de fragmentos de imágenes que, en pocos segundos, intentan reflejar amenazas, miedos, heroicidades y devastación. Las redes sociales han transformado cómo la guerra puede ser narrada, experimentada y comprendida.
Telegram se ha convertido en un instrumento perfecto para medir el choque de narrativas sobre la invasión. La plataforma rusa se ha posicionado como una herramienta de información muy útil para periodistas y activistas ucranianos sobre todo para la creación de canales de noticias, pero también ha funcionado como espacio de movilización del apoyo a las tropas rusas.
Ante el telón de censura digital impuesto por el Kremlin, la audiencia de Telegram creció, de golpe, un 66% durante los primeros compases de la invasión. Según una investigación de Forbes.ru, la red de mensajería fundada por Pavel Durov pasó de 25 millones de usuarios en enero de 2022 a 41,5 millones de personas en julio de 2022. Un estudio del Stanford Internet Observatory constató, además, la conexión entre las narrativas que impulsan los medios estatales y los pseudomedios de propaganda rusa con el contenido distribuido a través de canales de Telegram no atribuidos.
Por su parte, Ucrania y la capacidad comunicativa del presidente Volodímir Zelenski parecen haber conquistado Twitter. Tik Tok se ha convertido en la red social del frente, donde los vídeos de escaramuzas y combates se mezclan con coreografías de los soldados ucranianos; donde la exhibición de armamento y camaradería tiene un claro objetivo motivacional. Las redes sociales han impuesto un nuevo lenguaje, con líneas difusas entre realidad y ficción, entre el valor táctico y el propagandístico. Pero la viralización digital del conflicto también puede generar una enorme cantidad de datos potencialmente útiles, cuando llegue el momento, para la rendición de cuentas de los crímenes de guerra.
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