Un “gran” paso para los jesuitas pero un pequeño paso para la humanidad

Familiar de una víctima de agresión sexual —
27 de enero de 2021 06:00 h

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El pasado 21 de enero de 2021, vio la luz el informe sobre abusos cometidos por jesuitas en España (1920-2020). Es un “gran” paso para los jesuitas pero un muy pequeño paso para la humanidad. En el maquillado informe, se les llama abuso a las violaciones, se pretende dar una imagen de preocupación por el victimario creando un “Entorno Seguro” donde “nuestra primera responsabilidad es la de escuchar y acoger a las personas que han sufrido a causa de los abusos vividos. Este contacto con ellas es fundamental para cambiar nuestra forma de mirar esta realidad. Insistiendo en la necesidad de generar un cambio de cultura profundo”. No hace falta un cambio de cultura profundo, hace falta ser serios, valientes, democráticos, justos y aplicar la ley vigente. Cuando en un Estado democrático una organización ha cometido numerosos crímenes contra los más débiles, los niños, habiéndoles destrozado la vida para siempre, lo primero que se debe hacer es poner a los responsables a disposición de la Justicia. Lo demás es encubrimiento, que es delito también. Después se cuenta la verdad y se repara a las víctimas.  

La Compañía de Jesús siempre ha despuntado por la formación de sus miembros, seguro que los siguientes preceptos de los Derechos Humanos los conocen:

  • Garantizar la rendición de cuentas y hacer justicia.
  • Fomentar la verdad y la memoria sobre violaciones pasadas.
  • Ofrecer reparación a las víctimas.
  • Reformar el marco nacional institucional y legal además de promover el estado de derecho de acuerdo a la normativa internacional de derechos humanos y restablecer la confianza en las instituciones eclesiásticas.
  • Asegurar la cohesión social, promover la pacificación y la reconciliación.
  • Prevenir la repetición de crisis y violaciones futuras de derechos humanos.

Crear un “Entorno Seguro” y hablar con las víctimas teniendo apartados a los agresores no es garantizar la rendición de cuentas y hacer justicia. Además, según la psiquiatría y psicología (véase al prestigioso psiquiatra Boris Cyrulnik en su libro Sálvate, la vida te espera),  las víctimas necesitan una reparación y un reconocimiento a su dolor por parte de la sociedad a través de los juzgados para sobreponerse al peor de los traumas. Ustedes dicen estar interesados en la compensación moral, la sanación y los tratamientos en los casos en que se necesite. ¿Y si la persona está incapacitada parcial o totalmente? ¿Hay que compensar a los familiares si la víctima se ha suicidado? ¿Quién decide de manera objetiva la compensación, la necesidad de sanación o tratamientos si han prescrito o no se han puesto a los responsables en las manos de la justicia? ¿Debería crearse un comité de expertos nacional cuyos miembros con un criterio objetivo decidan como ha de ser la reparación, acompañamiento y la reinserción en la sociedad? Porque de nada sirven 72.000 euros de indemnización si muchas de las víctimas han quedado tan dañadas que les resulta muy difícil o imposible reintegrarse en la sociedad para llevar una vida normal, han perdido su juventud, su capacidad de disfrutar del sexo o se hayan suicidado.

Ustedes se cubren las espaldas de una forma más sutil que los Franciscanos. A finales del año pasado pudimos enterarnos de que un religioso franciscano profesor en un colegio fue condenado a 20 años de cárcel por la Audiencia Provincial de Córdoba al haber abusado de cuatro alumnas menores. Como bien leímos en el comunicado de la Orden Franciscana, la misma Orden recurría la sentencia al Tribunal Superior de Justicia de Andalucía porque “tenían derecho a saber la verdad” y lamentaban el daño que la denuncia contra el miembro franciscano había hecho a las presuntas víctimas y familiares, que tras una sentencia de un tribunal legítimo con hechos probados, seguía siendo insuficiente para dejar de llamarlas “presuntas víctimas”. A esto se le llama apología de la pederastia. ¿Qué opina el Vaticano de que una Orden religiosa recurra la sentencia y además según sus protocolos internos de prevención de abusos sexuales se tenga que hacer cargo de la fianza del religioso acusado en caso de prisión provisional?

Como era de esperar, el Vaticano ni está ni se le espera. Su tolerancia cero brilla por su ausencia. A hechos probados todo es un lavado de cara. Los compromisos con la sociedad se demuestran con hechos. El pueblo ya no es un rebaño de borregos a los que se puede engañar y manipular. La sociedad pide justicia y no caridad, porque la caridad es aceptar el sistema y hacer heroicidades para ayudar a la víctima. Un Estado democrático no debe depender de la caridad para que se asegure que una víctima obtenga sus derechos fundamentales de justicia, verdad y reparación. El Estado lo garantizará haciendo cumplir la Constitución. El privilegio que la Iglesia aún mantiene es la prioridad de dicha institución, porque al fin y al cabo, para ellos, como están demostrando día a día, esto es una cuestión de privilegios y poder, no de justicia y reparación. 

Me gustaría compartir el análisis de la prestigiosa psicóloga especializada en maltrato infantil Alice Miller en su libro El cuerpo nunca miente:

Todo tirano simboliza a su padre maltratador al que se aferra con todas sus fuerzas con la esperanza de poder transformarlo alguna vez en un ser cariñoso mediante la propia ceguera. Es esta esperanza la que puede haber llevado a los representantes de la Iglesia católica a sentir compasión por Sadam Husein. Hace un par de años solicité apoyo a unos cuantos cardenales cuando presenté al Vaticano el material sobre las consecuencias del maltrato infantil y les pedí que ilustraran al respecto a los matrimonios jóvenes con hijos.

Como ya he dicho antes, no obtuve por parte de ninguno de los cardenales a los que había escrito la más mínima muestra de interés por el problema de los niños maltratados, un problema de alcance mundial ignorado pero candente. Igual que tampoco hubo el menor gesto de misericordia cristiana. Sí que es cierto, sin embargo, que hoy en día demuestran con rotundidad su capacidad compasiva, pero curiosamente no por los niños maltratados ni por las víctimas de Sadam, sino por él mismo, por la figura paterna carente de escrúpulos que simboliza el temido déspota.

Los niños golpeados, torturados y humillados que nunca contaron con el apoyo de un testigo que les ayudara suelen desarrollar más adelante una gran tolerancia hacia las crueldades de las figuras paternas y, al parecer, una sorprendente insensibilidad por lo que se refiere al sufrimiento de los niños maltratados. Se niegan en redondo a admitir que ellos mismos fueron maltratados en el pasado, y la insensibilidad les permite mantener los ojos cerrados. Por eso, aunque estén absolutamente convencidos de sus propósitos humanos, harán de abogados del diablo. Desde pequeños han aprendido a reprimir e ignorar sus verdaderos sentimientos; han aprendido a no confiar en éstos y a hacerlo sólo en las normas de los padres, los profesores y las autoridades eclesiásticas. Y ahora sus responsabilidades adultas no les dejan tiempo para percibir sus propios sentimientos, a menos que dichos sentimientos encajen en la perfección con el sistema de valores patriarcal en que viven: como la compasión por el padre, por muy destructivo y peligroso que éste sea. Al parecer, cuantos más crímenes cometa un tirano, más tolerancia recibirá, eso siempre que el acceso de sus admiradores al sufrimiento de sus propias infancias permanezca herméticamente cerrado.“

Desde aquí le preguntaría a la Compañía de Jesús, ¿cuántos jesuitas que están involucrados en la realización de este maquillado informe han sido violados en el seminario, en el colegio, en el internado, en los Kostkas, de monaguillo en la sacristía, en la catequesis, en el campamento, en los ejercicios espirituales, etc..?  ¿y cuántos jesuitas que han sido violados y que a su vez de adultos, ellos siguieron violando a otros menores? Es necesario conocer esta estadística para hacernos conscientes de la realidad y magnitud del problema, para que esta plaga dentro de la Orden vaya desapareciendo, pues aún chirría después de tantos siglos pues, recordando a Voltaire en su novela Cándido, habla y pretende denunciar a la posteridad esta práctica delictiva en esta poderosa orden.