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La inutilidad de aumentar el gasto militar

Civiles ucranianos reciben instrucción sobre el manejo de armas dentro de un cine en Leópolis, al oeste del país. EFE/EPA/GEORGE VITSARAS
18 de marzo de 2022 06:00 h

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Tomar decisiones políticas en caliente siempre es peligroso y se puede caer en un error de bulto. Si además es una cuestión de tipo estructural, puede resultar irreversible y de difícil rectificación. Esto me parece que es lo que está ocurriendo en algunos países europeos, como España, que han decidido aumentar su gasto militar, al menos hasta llegar al 2% del PIB. Según los datos oficiales de la OTAN, en 2021 había 10 países de la Organización que ya tenían un gasto por encima del 2%, y 19 por debajo. Según el modo de calcular de la OTAN, pues en realidad se gasta mucho más de lo que se dice en las estadísticas, España gastó el 1,02% del PIB en ese año, con 12.208 millones de euros. Si quiere subirlo al 2%, significaría un gasto de 24.000 millones de euros. ¿Qué significa, en estos momentos de tantas necesidades sociales en España, incrementar el gasto militar anual en 12.000 millones más de lo que ya gastamos? ¿Somos conscientes de lo que se podría hacer con ese dinero? ¿Realmente es imprescindible?

Creo que no, tanto en España como en otros países. Rusia no tiene intención de invadirnos, ni a la mayoría de los países de Europa tampoco. Los países bálticos, que son los que están más asustados, gastan ya más del 2%. Las preguntas, pues, son la de ¿Qué aportación suplementaria y positiva sería la de aumentar este presupuesto? ¿A quién beneficiaría? ¿Estaríamos quizás más seguros que ahora? ¿Ayudaría a Ucrania y a los demás países de alrededor de Rusia? ¿A qué destinaríamos tanto dinero? ¿A comprar más armamento? ¿De qué tipo? ¿Para hacer qué? ¿Para defendernos de quién?

Estas preguntas normalmente no se realizan cuando se aprueban los presupuestos del Ministerio de Defensa. No existe la tradición de pedir explicaciones sobre la utilidad de comprar tantos tanques, aviones, vehículos blindados de transporte o lo que sea. Nunca se ha hecho, y me temo que ahora tampoco. Siempre se ha hecho por inercia, para contentar a los diferentes cuerpos de las fuerzas armadas, o para mantener contentos a los sindicatos de las empresas que se dedican a construir el material bélico, sea para España o para exportar a otros países. Recuérdese la presión de los trabajadores de la industria naval española, no hace tanto tiempo, para no detener la fabricación de barcos para Arabia, que estaba en plena guerra con Yemen. Siento decirlo, pero los sindicatos siempre han sido los principales aliados de los fabricantes y mercaderes de armas, pues nunca se han planteado hacer una reconversión de esta industria, que permitiría mantener los puestos de trabajo, pero fabricando productos de uso civil.

Hay decisiones que se están planteando a la ligera, para no quedar mal ante la euforia atlantista de los momentos, sin pensar en que después no tendrán marcha atrás. No se trata de ser un purista antimilitarista o un pacifista ingenuo ante una guerra cruel, sino de hacerse las preguntas pertinentes y pedir explicaciones a quienes deben tomar decisiones políticas, empezando por los partidos con representación parlamentaria. Si hay que gastar este puñado de miles de millones, se debe exponer muy bien y dar explicaciones bien razonadas sobre este gasto, no simplemente para sacar pecho y quedar bien ante los aliados. Desde joven, y hablo de décadas, he ido sintiendo la cantilena del 2% del PIB, de que los europeos no gastamos lo suficiente en asuntos militares, que todo el peso recae en Estados Unidos, etc. Son discursos vacíos elaborados por los intelectuales orgánicos del atlantismo de la guerra fría y estrategas vinculados a la industria de armas, no por analistas serios que siempre han planteado una arquitectura de seguridad en Europa que fuera inclusiva y que requería de menos gastos militares. Como no se les ha hecho caso en su momento, ahora nos encontramos con callejones sin salida. Por tanto, y aunque no podamos detener esta guerra de forma inmediata, no bendigamos o aceptemos sin más algunas decisiones que nos acabarán trayendo más inseguridad y conflictividad en el futuro, aunque se disfracen de solidaridad hacia los pueblos que están sufriendo.

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