Lo que los investigadores hacemos mal

Pablo Giménez Gómez | Violeta Duran Laforet

Presidente y Vicepresidenta de la Federación de Jóvenes Investigadores FJI/Precarios —

Si cogen un periódico, de cualquier ideología, de entre todo el espectro de opiniones, estilos o tirada, y lo abren por las páginas dedicadas a la investigación, se encontrarán con la siguiente realidad: el personal investigador lo hacemos todo bien. Somos una especie de súper héroes, con bata como capa y libros como arma. Todos los días pueden leer sobre nuestros avances en la lucha contra el cáncer, cómo hemos conseguido que una sonda se pose en Marte o cómo descubrimos lagos debajo de los glaciares de la Antártida. Pero como en toda historia, no es oro todo lo que reluce. Junto a esto, es muy probable que, además, estén familiarizados con otra realidad: a los investigadores/as se nos valora muy poco en este país. No sólo estamos presentes por nuestros logros, sino por la pésima situación en la que tenemos que desarrollar nuestro trabajo y que seguro que ya le es familiar. Nos encontramos ante enormes dificultades burocráticas para poder trabajar, por ponerles un ejemplo, es probable que para comprar un bolígrafo tengamos que rellenar tres instancias, pedir permiso a varias oficinas contables y justificar en que vamos a usar ese boli. Además, nos vemos obligados a exiliarnos al extranjero ante la falta de oportunidades laborales (les podría hablar aquí de lo incomodo que es cantar un cumpleaños feliz cara a una pantallita de 5 pulgadas) y para colmo, después se nos impide regresar debido a la falta de oportunidades o al oscurantismo de algunas universidades (sobre esto no me pidan ejemplos).

Pero como sobre todas estas cosas ya hay mucho escrito (y nos tememos que se seguirá escribiendo mucho más en el futuro) nos gustaría dedicar estas líneas a lo que el personal investigador hace mal. Somos personas curiosas por naturaleza. Nos gusta ir hasta el más mínimo detalle de las cosas para conseguir desentrañar el por qué de nuestro siguiente descubrimiento. La gran mayoría de las veces ese proceso dura años y durante ese tiempo solemos perdernos en nuestros apuntes, artículos y despachos, en muchas ocasiones, dándole la espalda a la sociedad. Aquí deberíamos entonar el mea culpa y ser conscientes de que adquirir el estatus de investigador o investigadora no nos permite ser ajenos a nuestra realidad social o a las problemáticas que otros sectores han sufrido. Conviene recordar cómo durante los años de crisis sectores fundamentales para el país como la educación o la sanidad consiguieron realizar enormes movilizaciones. Es probable que el camino para llegar a ser investigador/a en nuestro país es tan costoso y descorazonador que una vez se ha llegado somos incapaces de mirar un poco más allá, de demostrar a la sociedad que tenemos fuerza y que somos multitud. Nuestras probetas, nuestros libros, nuestros instrumentos son enormemente importantes para nosotros y para la sociedad en su conjunto, pero si no vemos mas allá de ellos, como sin duda está pasando, estaremos haciendo las cosas mal.

Para que la sociedad nos apoye, es necesario que nos comuniquemos con ella. No sólo nuestras alegrías o descubrimientos, a través de la divulgación, sino que hay que crear conciencia social. Necesitamos transmitir el mensaje de que, si un investigador no puede comprar un reactivo, no tiene dinero para contratar a otro investigador o se queda sin terminar su tesis doctoral es como si una persona no pudiera comprar pan y le faltaran en su despensa, no pudiera contratar a alguien para que les cuide a los niños o que se quedara sin trabajo de un día para otro. Necesitamos que la sociedad entienda que somos parte fundamental de ella. Tenemos que llamar la atención de la gente. Los investigadores/as no estamos recluidos en un centro sin contacto con nadie. Somos sus vecinos, sus compañeros de gimnasio o los que hacen la compra a su lado. Y peleamos por ellos, todos y cada uno de los días. Ser capaces de transmitir la importancia de nuestras demandas y nuestras movilizaciones es, de nuevo, algo que hacemos mal.

Estamos convencidos de que los jóvenes, los más afectados por la desidia de nuestros políticos hacia la investigación ya que son los que van a sufrir la inexistencia de una adecuada política científica, están haciendo todo lo posible por llamar la atención y hacer partícipe a toda la sociedad de lo necesario que es la inversión en investigación en nuestro país. Si pese a estos intentos, no somos capaces de subir a todo el mundo en este barco, que la sociedad entera se una a nuestro grito y empuje para que nuestro país se tome en serio la investigación, si no conseguimos eso, por muchos avances que logremos, quizá, estimado lector, usted igual que nosotros, tampoco lo esté haciendo todo bien.