La izquierda que susurraba a los mercados
El reciente episodio de turbulencias financieras en el Reino Unido ha tenido la virtud de descubrir las bondades de los mercados para cierta parte de la izquierda política, que ha celebrado lo que se ha venido en llamar, de forma errónea, una enmienda a la totalidad por parte de los mercados financieros de los anuncios de rebajas fiscales masivas en dicha economía. Esta algarabía, unida al espantajo del Brexit que sirve para todo, ha sido sancionada como el fin de la bondad de las bajadas de impuestos, creyendo que los brokers británicos e internacionales estaban muy preocupados por el supuesto agujero fiscal o por la reducción drástica del ya exiguo estado del bienestar británico. Este análisis, muy lejos de la realidad, refleja un profundo desconocimiento del papel del dinero, la relevancia o no de la restricción presupuestaria y la supuesta sostenibilidad o no de la deuda, tras el proceso de compras masivas de bonos británicos por parte del Tesoro en un contexto de soberanía monetaria.
Gran parte de la progresía todavía cree en el poder de los mercados financieros, y que la única manera de alejarse de sus ataques -hablamos siempre de países con soberanía monetaria-, es llevar a cabo políticas económicas que sean del agrado de dichos jugadores de casinos, ya que, si no, dichos entes ficticios pueden causar la quiebra del sistema de pensiones o llevar a la divisa al infierno, por no hablar de los mercados bursátiles o de bonos. Este miedo irracional, infundido a través de manuales académicos neoclásicos, lleva a prácticamente todo el grupo socialdemócrata y social liberal a abrazar las teorías de las bondades del control del déficit, que la inflación únicamente se vence subiendo los tipos de interés o que un determinado nivel de deuda es insostenible. En resumen, solo el equilibrio presupuestario permanente, la moderación salarial, el stock de deuda mínimo o la mínima intervención pública en la economía nos permitirá sobrevivir sin sobresaltos en la jungla financiera.
Por tanto, conviene aclarar exactamente qué ha ocurrido en el Reino Unido, aunque para muchos suponga una desilusión romper la correlación espuria que se habían creído entre la bajada masiva de impuestos, sobre todo a las rentas más altas, y las turbulencias en los mercados de divisas y bonos en el Reino Unido. Lo que en primer lugar notaron los mercados, y ahí sí acertaron, era la tremenda debilidad del gobierno tory de Truss, la enorme división entre los conservadores y, por tanto, la elevada probabilidad de que las políticas anunciadas dentro del denominado “Mini Presupuesto” pudieran ser tumbadas por parte de los diputados, lo que generaría aún más caos y, probablemente, como así ha sido, la retirada del paquete fiscal, el cese del Ministro de Finanzas y la propia Primera Ministra.
Es por tanto la debilidad política, junto a otros factores económicos y financieros que luego mencionaré, lo que sacudió las finanzas británicas y obligó a replegarse y entregar la cuchara de la Primera Ministra, sin que mediase ningún argumento estrictamente ligado a la bajada de impuestos. Pongamos, si no, otros ejemplos similares que están ocurriendo simultáneamente en el mundo y que no han sucumbido como lo ha hecho el Reino Unido. Analicemos el caso japonés. Las autoridades japonesas llevan años inundando el mercado de yenes, fijando la rentabilidad de sus bonos, dejando un papel marginal a los inversores, con un déficit fiscal y un volumen de deuda sobre PIB que exceden cualquier regla que tenemos en la UE. Ambas monedas, el yen y la libra se han depreciado respecto al dólar, básicamente por la política de alza de tipos en EEUU que ha volcado la demanda de activos hacia dicha divisa, pero en ningún caso la depreciación de la libra o el yen tiene que ver con sus respectivas situaciones presupuestarias. En este contexto, los anuncios de las autoridades monetarias japonesas son mucho más radicales para un pensador neoclásico o socialdemócrata que lo anunciado por Reino Unido. Japón va a mantener los tipos negativos, el control del rendimiento de los bonos y su apoyo fiscal masivo a surfear los efectos de la presente crisis energética, lo que va mucho más allá de lo que se plantean, no solo Reino Unido, sino cualquier economía occidental. La gran pregunta es por qué los especuladores decidieron vender libras y no yenes.
La respuesta, probablemente, es que el gobierno japonés es sólido y utiliza su soberanía monetaria para controlar sus principales herramientas financieras y sortear la avaricia y codicia de los jugadores en la jungla financiera. Así mismo, se ha vendido la idea de que el caso del Reino Unido es especial porque su sector financiero es manifiestamente mayor que otras economías, y por eso los mercados financieros han podido ensañarse con mayor virulencia. De nuevo, esto no es del todo cierto y existen ejemplos que contradicen esta aseveración. Por ejemplo, el sector financiero y asegurador en Reino Unido, en términos de PIB, es similar al de Australia (un 8-9% del PIB en 2020). Esta economía acumula déficits por cuenta corriente y fiscales del 3.4% del PIB desde 1975 y sin embargo no ha sufrido ningún ataque especulativo. El resumen es que Japón acumula superávit corriente, enorme volumen de deuda sobre PIB (eso sí, con mayoría de tenedores locales) y alto déficit fiscal, Australia acumula doble déficit corriente y fiscal y mucha deuda, con variedad de tenedores, y no han sufrido ataques sobre su divisa.
Además de estos factores, la presión de las garantías sobre los gestores de fondos de pensiones en Reino Unido (margin call) de prestación definida generó un pánico vendedor en el mercado de bonos que realimentó el deterioro de la renta fija, algo que se podría haber evitado si se imitase a Japón a la hora de fijar los rendimientos de la deuda soberana.
En resumen, los mercados financieros no han renegado de las bajadas fiscales de los tories británicos y por tanto no son los buenos en este episodio. Ha sido la debilidad del gobierno y la oposición laborista la que ha propiciado el ensañamiento para con la libra y los bonos británicos. Lo que no han entendido casi nadie es que con soberanía monetaria se puede expandir el presupuesto sin generar inflación, como Japón, se pueden controlar los tipos de interés para propiciar el bienestar y no causar paro y recesión, como Japón, y se pueden vencer a los especuladores sin que nadie se entere, como en Japón o Australia. Cierta progresía tendrá que cambiar de discurso.
7