Organizar la esperanza en común: carta abierta a la ciudadanía
No, que nadie se agobie. No se trata de una nueva plataforma de confluencia ni de una propuesta de nombre nuevo para el espacio aglutinador definitivo que reúna a las distintas “fuerzas del cambio”. Este texto no es más que un llamamiento ciudadano, una carta abierta a todas las personas que todavía mantenemos la esperanza en un resultado realmente transformador el próximo 20 de diciembre. Mantener la esperanza, en un tiempo en el que las emociones están jugando un papel tan relevante en la escena política, no es poca cosa.
Sin embargo, como apunto en el título de estas palabras, no se trata únicamente de mantener la esperanza, sino de organizarla. Esto de organizar la esperanza es uno de los aprendizajes grandes que me traje de Latinoamérica cuando tuve la oportunidad de acompañar a la Resistencia pacífica hondureña frente al golpe de Estado de 2009. Organizar la esperanza era formarse, dar herramientas de empoderamiento al pueblo, quitar las máscaras de discursos hegemónicos mantenidos durante siglos por la oligarquía dominante… Organizar la esperanza era un poco lo que pudimos vivir durante las pasadas elecciones municipales cuando desde un primer momento se trataba de transformar asambleariamente la indignación en acción y esta en ilusión transformadora.
A nadie se le escapa que Manuela Carmena ganó las elecciones cuando, tras haber provisto al pueblo de herramientas de primarias, programas participativos y unidad popular, se despertó la esperanza del “sí, se puede”. Fue cuando los artistas, los poetas y los músicos comunicaron espontáneamente que el cambio era posible cuando nos lo empezamos a creer y nuestros muros se inundaron de una Manuela elevada a alcaldesa del pueblo días antes de las elecciones.
De algún modo lo que pretende este texto es convocar a esa esperanza. Lo hago siendo consciente de que puede parecer ingenuo por mi parte o de que justo ahora es cuando más negra esta la cosa, pero no quiero renunciar a ella. Es fundamental no hacerlo y, siendo justos con el calendario oficial, aún quedan días para reaccionar.
Para ello he presentado mi candidatura a la presidencia del Gobierno dentro de las primarias de Ahora en Común. Lo hago porque entiendo que tiene que ser este espacio superador y no nuestros partidos de origen el que negocie una posible candidatura de confluencia con otras fuerzas. Es por esto que ofrezco una candidatura que quiere ser facilitadora de este proceso de unidad. Así lo hizo el partido al que represento en las pasadas elecciones europeas, así lo hizo en las municipales siendo uno de los cuatro partidos participantes en Ahora Madrid y así lo quiere hacer ahora.
Con todas las deficiencias que Ahora en Común tiene, y de las que soy plenamente consciente, definitivamente no existe actualmente ningún otro espacio que permita elegir una lista plural mediante unas primarias abiertas en la línea de lo que se promovió desde espacios como Ahora Madrid. Es evidente que los plazos no han permitido a Ahora en Común ser el espacio ciudadano que está llamado a ser, pero tan cierto es esto como que la política sigue más allá de las elecciones y esta podría ser una base sobre la que seguir construyendo. Se trata de ser coherentes con lo que proclamábamos el pasado verano en el Círculo de Bellas Artes cuando nos preguntábamos “¿Te imaginas todos juntos?”.
Volviendo a la cuestión de la ingenuidad, no se me escapa el hecho de que el candidato que tengo enfrente en este proceso de primarias no es ni más ni menos que Alberto Garzón, un político al que respeto y admiro. Ciertamente es un lujo grande poder debatir acerca de nuestros acentos con alguien de su talla en estas primarias cooperativas y, sea como sea el resultado, todo apunta a que la lista final será potente. En cualquier caso, hasta que se comuniquen los resultados finales, soy tan candidato como él desde el compañerismo y me empeñaré en facilitar este último intento de unidad con tantos compañeros y compañeras que han optado por no participar de este proceso.
Con todo, yo no dejo de ser un candidato concreto de un partido concreto en un espacio concreto. Nada más que eso. Para que el cambio sea real tiene que ser la ciudadanía la que sea la auténtica protagonista, sin intermediarios. Por eso quiero terminar este llamamiento con un reto: ¿Nos atreveríamos a salir a la calle ecologistas, feministas, altermundistas, pacifistas, gente de partidos, movimientos, organizaciones y ciudadanía sin organizar para exigir la unidad de todas las fuerzas del cambio de cara al 20-N? Yo creo que no hay mayor denuncia que comunicar la esperanza. Que las calles sean inicio y meta de lo que queremos hacer en las urnas.