No se trata solo de no compartir un ideario nefasto que deteriora sin remedio la sociedad a corto plazo, se trata de algo más hiriente todavía: el PP demuestra ser capaz de cualquier cosa con tal de recuperar el poder. Un poder que usa como si fuera una excavadora para extraer y saquear el beneficio solidario de lo público. Esta derecha vampírica enflaquece aquellos servicios que cohesionan nuestra comunidad, apuesta por el pan y circo, lanza mensajes individualistas y se revuelca en la posverdad estratégica.
Échenle un ojo a la comunidad de Madrid, a su ayuntamiento, échenle un ojo a los datos objetivos, por favor. A los datos objetivos, no a los que pasan por el salón de belleza del márketing. Una tonelada de maquillaje ayuda mucho, hágame caso. Esta derecha no colabora en la construcción de más y mejor democracia, lanza al océano electoral el anzuelo de “tú puedes ser como nosotros” mientras favorece la desigualdad, y dinamita el mérito y la capacidad como herramientas de prestigio. Esta derecha no propone proyectos articulados, no lanza alternativas razonables (iba a escribir racionales). Quieren el duelo a garrotazos. No hay dos PP (Casado versus Ayuso), hay dos candidatos al trono de la dinastía neoliberal Áznar-Aguirre.
Por eso, a escala nacional el partido de derechas ha abandonado su papel de oposición para adoptar la piromanía política. Bloquea la renovación de órganos fundamentales con el único fin de dañar la salud de nuestro (el de todos) cuerpo democrático; desprestigia la imagen de España en el marco internacional a sabiendas de que en el ámbito exterior el peso de una mentira supone una carga muy pesada; deslegitima el prestigio de instituciones esenciales en nuestro organigrama jurídico colocando en ellas a auténticos mercenarios.
Por eso, a escala autonómica, el partido de derechas se dedica a intoxicarlo todo mientras se muestra incapaz de administrar sus recursos y competencias, sobre todo esto último, en tiempos de crisis (espero que más pronto que tarde la justicia ponga nombres y apellidos a la horrible gestión de las residencias públicas en la Comunidad de Madrid).
No soy pesimista, pero siempre he pensado que no puede haber diálogo donde no hay logos. Soy del Atleti, ad augusta per angusta. Me encanta ganar y sé perder. Es en el enfrentamiento respetuoso donde cada uno saca lo mejor que lleva dentro. Este partido está en juego, espero que los espectadores se den cuenta de que uno de los dos equipos usa el juego bronco porque cree haber comprado al árbitro. No siempre tiene que ganar el mejor, lo que no puede ocurrir es que ganen los que hacen trampas.