La reforma laboral no tiene marcha atrás
Se ha generado una enorme polémica en torno a la negociación de la reforma laboral. La materia es de suma importancia y son muchos los intereses económicos relacionados con el modo en que se regulan las relaciones laborales. No olvidemos que la última gran reforma laboral facilitó una intensa devaluación salarial que se concretó en una pérdida de capacidad de compra de los sueldos (sobre todo los más bajos), mientras se recuperaban los beneficios empresariales así como los dividendos a los accionistas y bonistas de las empresas. La reforma laboral fue una causa del incremento de la desigualdad o del fenómeno del “trabajador pobre” que sufre nuestro país.
Sería bueno bajar los decibelios de la polémica cuanto antes y centrarse en las cosas sustanciales: la necesidad de modificar la reforma laboral de 2012 y sustituirla por una legislación laboral más equilibrada, justa y eficaz, que además debe ser parte central del contrato social para el siglo XXI que necesita España.
CCOO tiene el máximo interés en que las posiciones de las partes negociadoras en los marcos de diálogo social sean coherentes y fiables. Desde este punto de vista, que la posición del Gobierno sea colegiada dentro del mismo (que no lo olvidemos, es de coalición por primera vez desde la II República) no solo es deseable, sino que es decisiva para la buena marcha de las negociaciones y la hipótesis de un acuerdo. Y no me refiero en exclusiva a cuestiones laborales, sino a otras como las pensiones o la formación profesional.
Los éxitos que el marco del diálogo social ha acumulado en la gestión de la pandemia le hacen merecedor de la confianza para continuar por la senda de negociación que veníamos impulsando entre Gobierno, sindicatos y organizaciones empresariales. El diálogo social ha sido el contrapunto a la polarización política y valdría la pena ser cuidadosos y respetuosos con lo que ha funcionado y ha contribuido a salvaguardar más de tres millones de puestos de trabajo en la peor crisis económica conocida en tiempos de paz.
De igual manera, CCOO no tienen ningún problema en reafirmar que sería deseable que la superación de la reforma laboral del PP fuera producto de un acuerdo tripartito. Las reformas pactadas son más estables y duran más en el tiempo. Eso sí, sin olvidar que tal cosa no ocurrió en aquel año 2012 donde en pleno éxtasis de las políticas de austeridad, el Gobierno Rajoy impulsó unilateralmente una reforma muy lesiva para los derechos de la clase trabajadora.
Pero una cosa es preferir el acuerdo tripartito y otra bien distinta otorgar derecho de veto a CEOE. Es más, incidir en que la reforma tiene que salir "sí o sí" con acuerdo tripartito es poner piedras en el camino del tal acuerdo, pues si las organizaciones empresariales se sienten con capacidad de bloqueo, bloquearán. A fin de cuentas la reforma Báñez otorgó un enorme poder al empresariado (para contratar precario, despedir con libertad y modificar a la baja las condiciones de trabajo), poder del que tienen muy poco interés en desprenderse.
Pero más allá de estas consideraciones aquí lo relevante es bajar de las musas al teatro y concretar exactamente de qué hablamos. Para CCOO la negociación de la reforma laboral entraría en una grave crisis si de pronto se cuestionasen las propuestas "de parte" que en este caso el Gobierno ha llevado a la mesa. Es la tercera vez que negociamos esta reforma. La primera siendo ministra Magdalena Valerio, la segunda ocupando la cartera Yolanda Díaz (antes de la pandemia), y la tercera en estos últimos meses.
La negociación en materias de negociación colectiva están muy avanzadas. Hay que evitar que los convenios de empresa en nuestro país puedan reducir los salarios de los convenios sectoriales. Esto es un foco de empobrecimiento, precarización del empleo y competencia desleal entre empresas del que este Gobierno no se puede hacer corresponsable.
La reforma laboral no es una abstracción. Son los salarios de las camareras de piso, (o de la logística, o de la ayuda domiciliaria) obligadas -para acceder a un salario escaso- a cargas de trabajo que hacen que un porcentaje altísimo de ellas estén automedicadas. Como estas, existen otras medidas (ultraactividad, subcontratación…) que ya tuvimos muy ultimadas en las anteriores negociaciones y que CCOO no va a admitir que sean revisadas porque entonces también nuestro sindicato revisaría las suyas en esta y otras mesas de negociación abiertas. Más allá del ruido, tenemos confianza en que esta opción no se produzca y las negociaciones puedan seguir su marcha.
En materia de contratación la negociación está menos madura. Y hay márgenes para abordar cómo reducir drásticamente las tasas de temporalidad que sufrimos (las más altas de Europa) y a la vez buscar una fórmula alternativa a los despidos, donde la experiencia de los ERTE nos han enseñado que a través de adaptaciones temporales de jornada (con el posible apoyo de recursos públicos) se pueden evitar que las empresas resuelvan los cambios de ciclo a través de extinciones de contratos. Europeizar en este sentido el modelo laboral español sería una gran noticia para mejorar las condiciones de trabajo y vida de millones de personas, y a la vez, mejorar las pautas con las que las empresas mejoran su productividad.
En el marco de la canalización de los fondos de recuperación europeos para España, de la traída y llevada transición ecológica, o en el proceso de aplicación de nuevas tecnologías digitales a las formas de producir bienes y servicios, sobra un marco laboral pensado para la devaluación interna de nuestro país; un modelo laboral de “usar y tirar” dominado por la temporalidad, la rotación laboral y los bajos salarios.
Así lo entiende la Comisión Europea que, lejos de la condicionalidad de la anterior crisis, ha aceptado el componente sobre mercado laboral que envió el Gobierno de España, y que nos presentó un amplio equipo ministerial liderado por la vicepresidenta primera Nadia Calviño. En tal componente remitido a Bruselas no hay ningún elemento contradictorio con lo que estamos negociando en materia laboral.
Además de estas valoraciones conviene hacer un llamamiento a la calma y al tino político. Nuestro país atraviesa un momento sumamente delicado con incertidumbres económicas globales, encarecimiento de los precios energéticos y problemas en las cadenas de suministros internacionales, en el que la estabilidad política es necesaria. Descartado cualquier escenario de colaboración de una oposición de derecha y de extrema derecha que aboga abiertamente por el final de la legislatura y parece seguir cuestionando la legitimidad del Gobierno, hay que ser prudentes y continuar con la agenda social que requiere España.
Desde CCOO, siempre previa puesta en común y desde la unidad de acción con la UGT, iremos escalando un proceso de movilización ante la posibilidad de que las reformas pendientes se bloqueen. Pero confiamos en que el sentido de la responsabilidad que debe imperar en el Gobierno propicie lo que llevamos años persiguiendo desde las dos huelgas generales que le hicimos a la vigente reforma laboral.
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