Pasadas las elecciones generales del 28 de abril es bueno pararse a reflexionar sobre lo que hicieron cada uno de los partidos y el resultado que obtuvieron.
En política existen dos formas de incentivar a los votantes con el fin de obtener su confianza: generar expectativas de futuro o motivar el miedo ante lo que puede venir. La mayoría de partidos han optado por lo segundo, quizás por falta de capacidad para lo primero, y más ante un contexto donde la ciudadanía está descreída y más desconfiada ante la política, o por la creencia que el miedo les iba a reportar mejor resultado.
Resultaba bastante ridículo escuchar a Ciudadanos y al PP repetir un día sí y otro también que con el PSOE ganaban los “proetarras” y los “independentistas”, teniendo en cuenta que la banda terrorista anunció el cese definitivo de la actividad armada con un Gobierno socialista hace ya 8 años, y que el independentismo ha alcanzado sus mayores cotas durante el mandato del PP. Aunque los argumentarios fueran falsos decidieron seguir adelante con la estrategia de una campaña de fake news permanente, confiados en que si estas estrategias del relato ficticio habían tenido éxito en el Brexit, en la estrategia de los independentistas de Cataluña, en EEUU con Donald Trump, entre muchos otros ejemplos, aquí no íbamos a ser una excepción. Aunque en un primer momento a la vista de los resultado pudiera parecer que no han obtenido éxito ninguno, creo que esta valoración es precipitada. Quizás de no haber tenido ningún efecto, el PSOE hubiera obtenido un mejor resultado.
Es interesante observar cómo Ciudadanos, aun habiéndose situado tercero, perdiendo el centro político y quedando muy por debajo de sus expectativas, que le daban primero hace un año, ha conseguido con su mensaje postelectoral situarse como un partido victorioso a un paso de superar al PP y convertirse en el partido líder de la derecha en España, al contrario que el PP que aun quedando segundo la percepción es de una gran derrota, motivado en gran parte por la gestión de las expectativas. Estas elecciones han supuesto también la definición ideológica definitiva de Ciudadanos, situándose en la derecha sin matices. Interesante observar como este partido se ha comportado más como una empresa buscando su nicho electoral y adaptándose a él que como un partido político que nace con una ideología política concreta para llevarla a cabo desde el Gobierno, lo que demuestra que el objetivo de Ciudadanos es el poder por el poder independientemente de las políticas a poner en marcha. Algo que tampoco nos debe sorprender teniendo en cuenta que la mayor cualidad de su líder Albert Rivera es haber ganado la Liga de Debate Universitario, donde los participantes no tiene que estar de acuerdo con la postura que defienden, simplemente tienen que defenderla.
Los partidos tienen que ser reconocibles por sus electores para garantizar una fiabilidad razonable en las políticas que van a poner en marcha una vez lleguen al gobierno. Los meses de Gobierno del PSOE le permitieron demostrar a través de sus políticas sociales la vuelta a las esencias de lo que siempre ha sido el socialismo español, algo que le ha permitido ser el partido con más fidelidad entre sus electores y recuperar parte del voto perdido en elecciones anteriores después de políticas puestas en marcha como consecuencia de la crisis económica, y que nada tenían que ver con el ideario político. Una vez pasada la noche electoral toca pensar en una legislatura medianamente estable, si la comparamos con las precedentes, un Gobierno del PSOE que tiene una oportunidad de oro para asentarse por muchos años en el poder si tiene la capacidad de afrontar los retos que nuestro país tiene por delante y con ello ampliar el arco de confianza ciudadana.
Para ello es imprescindible, entre otras muchas cosas, poner en marcha las políticas que permitan devolver a las clases medias y trabajadoras, autónomos y pymes, gran parte de lo que perdieron durante la crisis. También afrontar el debate territorial, en el que las deficiencias del sistema y las tensiones entre territorio no oculten el que debe ser el objetivo final: la igualdad entre ciudadanos. Es necesario diseñar un nuevo modelo económico en el que la tecnología sea un elemento que permita una mayor calidad de vida y mejores condiciones laborales, y en ningún caso precariedad para la mayor parte de los ciudadanos. Hay que implementar un sistema fiscal adaptado a la nueva realidad económica y que impida que los que tienen beneficios se multipliquen exponencialmente mientras los trabajadores y pymes soportan la mayoría del peso impositivo. Es clave que tengamos presencia y peso internacional para que las políticas socialdemócratas se impongan en un contexto internacional derechizado.
Después de estos meses, incluso años de ruido, toca hacer política y dejar las estrategias electorales para otro momento, los ciudadanos se merecen que sus representantes actúen y pongan en marcha políticas que mejoren sus vidas.