Mientras sigue la trifulca sobre el apagado nocturno de los escaparates, el mar Mediterráneo se muere por culpa del cambio climático
Resulta poco menos que increíble que, inmersos como estamos en una gravísima crisis climática y con una guerra entre Rusia y Ucrania que está complicando cada vez más la situación energética, el principal debate en materia de energía en España sea si se deben o no apagar por la noche los escaparates de las tiendas o si hay que ajustar un grado extra arriba o abajo los termostatos en determinados establecimientos o comercios. En otros países de la Unión Europea no se lo creen cuando les cuentas que esto está pasando en España.
Nuestro sistema energético está basado en el despilfarro de energía y lo más inteligente desde todos los puntos de vista (económico, medioambiental, de salud, etc.) es apostar por el ahorro y la eficiencia energética. Está demostrado que sería posible reducir nuestro consumo energético actual a la mitad e incluso más, sin renunciar a ninguna prestación, mediante la exhaustiva aplicación de medidas de ahorro y eficiencia energética. Hasta la Agencia Internacional de la Energía, junto con la Comisión Europea, ha puesto en marcha la campaña 'Poniendo de mi parte: Cómo ahorrar dinero, reducir la dependencia de la energía rusa, apoyar a Ucrania y ayudar al planeta', en la que explica los beneficios del ahorro de energía y la importancia de situar la eficiencia energética en el centro de la planificación y de las inversiones.
En lugar de enfrascarse en una trifulca patética e irresponsable sobre algunas de las medidas de ahorro, eficiencia energética y reducción de la dependencia del gas natural del Real Decreto-ley 14/2022, los partidos políticos tendrían que estar peleándose por incrementar la ambición del paquete de medidas del RDL y ser más eficientes, lo cual tendría relevantes beneficios económicos y medioambientales para el conjunto del país.
Pero mientras los partidos mantienen esas absurdas discusiones bizantinas, el cambio climático sigue haciendo de las suyas, aunque parece que eso a algunos no les importa nada.
El calor implacable que estamos sufriendo este verano, con la sucesión continua de olas de calor, no solo agrava la sequía y favorece la intensidad y dificultad de extinción de los incendios forestales que están asolando el territorio peninsular, sino que está afectando fuertemente al medio marino. En particular, el mar Mediterráneo, que por culpa del sobrecalentamiento de sus aguas corre el riesgo de convertirse en una especie de sopa caliente plagada de medusas.
Este año se han medido temperaturas hasta 6,5ºC superiores a lo normal en aguas del Mediterráneo de España, Francia e Italia, habiéndose alcanzado, e incluso superado, los 30ºC en algunas zonas. La vinculación de hecho con el cambio climático es inequívoca, ya que esa acumulación de temperatura del agua del mar está provocada por el calentamiento del planeta causado por el ser humano por su enfermiza dependencia de los combustibles fósiles.
El aumento del número de olas de calor marinas (episodios extremos de temperaturas inusuales y prolongadas durante al menos cinco días consecutivos), así como el incremento de su duración y su intensidad, es un efecto del cambio climático que fue predicho por los científicos y que, aunque se viene produciendo desde hace varias décadas, desde 2014 se puede considerar como globalmente establecido. Ese año fue el primero en el que la mitad de todos los mares experimentaron algún episodio de calor extremo. Desde entonces, la situación no ha hecho más que empeorar.
El mar Mediterráneo es uno de los que más rápidamente se están recalentando. En especial, el Mediterráneo occidental. Todas las regiones en las que se subdivide están experimentando este año eventos extremos sin precedentes tanto por su aparición tan temprana –empezaron en mayo y junio– como por su intensidad y su gran duración. La peor situación del Mediterráneo se ha concentrado alrededor de las islas Baleares (mar Balear) y de Córcega y Cerdeña (mares de Liguria y Tirreno). Diferentes bases de datos científicas (por ejemplo, SOCIB, T-MEDNet) nos muestran (ver gráficas) la temperatura de la superficie del mar en el Mediterráneo y la anomalía de su temperatura superficial, entre otras variables.
Este extraordinario calentamiento del agua del mar tiene consecuencias graves para la biodiversidad pues las especies autóctonas de fauna y flora del Mediterráneo no están adaptadas a vivir a esas temperaturas tan elevadas.
Una reciente investigación publicada en la revista Global Change Biology, concluye que el aumento en la frecuencia e intensidad de las olas de calor marinas está provocado por el cambio climático y que los eventos de mortalidad masiva de los organismos marinos son uno de sus principales impactos ecológicos. El estudio ha comprobado que, durante el período 2015-2019, el mar Mediterráneo ha experimentado condiciones térmicas excepcionales que han dado lugar a la aparición de cinco años consecutivos de eventos de mortalidad masiva generalizados en toda la cuenca, producidos a lo largo de miles de kilómetros de costa desde la superficie hasta los 45 m de profundidad, afectando a una amplia variedad de hábitats marinos y unas 50 especies (incluyendo corales, esponjas y macroalgas, entre otros). Según el estudio, el mar Mediterráneo está experimentando una aceleración de los impactos ecológicos de las olas de calor marinas, lo que supone una amenaza sin precedentes para la salud y el funcionamiento de sus ecosistemas.
Las olas de calor marinas también pueden causar cambios en la producción primaria, cambios en la composición y distribución de las especies, proliferación de algas tóxicas y disminución de las capturas pesqueras.
Por otro lado, la enorme acumulación de energía en las aguas marinas que se está produciendo este verano en el Mediterráneo puede contribuir (aunque por sí solo no pueda considerarse como un factor desencadenante) a alimentar fenómenos meteorológicos extremos como lluvias torrenciales devastadoras en zonas costeras (de lo cual ya hemos tenido ejemplos en años anteriores) e incluso huracanes.
Con respecto a estos últimos, los ciclones con características tropicales formados en el Mediterráneo son conocidos como medicanes (acrónimo de “mediterranean hurricane”). Es un fenómeno meteorológico cuya frecuencia, hasta ahora escasa, ha aumentado de forma significativa durante los últimos años, con toda probabilidad, a consecuencia del cambio climático. Uno de los más reciente ejemplos es el medicán Ianos que se produjo en aguas del Mediterráneo oriental del 14 al 20 de septiembre de 2020, y que afectó principalmente a Grecia provocando fuertes inundaciones y deslizamientos de tierra que dañaron severamente diversas infraestructuras y construcciones.
Toda la cuenca mediterránea es un punto caliente de cambio climático, ya que se ve afectada por este a un ritmo muy superior al promedio mundial, en particular por un calentamiento más rápido del aire y de la superficie del mar en todas las estaciones. Mientras que la temperatura media mundial del aire ahora es aproximadamente 1,1°C por encima de los valores preindustriales, la región mediterránea se acerca a un calentamiento de 1,54°C. Se espera que se haya calentado 2,2°C entre 2030 y 2052, cuando se espera que la media mundial alcance el umbral de 1,5°C señalado en el Acuerdo de París. Son conclusiones del 'Informe sobre el estado del medio ambiente y el desarrollo en el Mediterráneo' (SoED 2020), realizado en el marco del Convenio de Barcelona.
Los océanos son mucho más que el hogar de una deslumbrante variedad de plantas y animales o una importante fuente de alimento para nosotros. Los océanos desempeñan un papel crucial en la regulación de nuestro clima y almacenan grandes cantidades del exceso de calor que se ha acumulado en el sistema terrestre desde la época preindustrial. Además, absorben una parte importante del CO2 antropogénico, eliminándolo de la atmósfera y evitando un mayor calentamiento.
Pero, debido al cambio climático, todos estos servicios que nos proporciona el océano son cada vez más importantes y, al mismo tiempo, están cada vez más en peligro. Si queremos evitar su colapso, debemos urgentemente dejar de usar combustibles fósiles y pasar a un sistema basado al 100% en el ahorro, la eficiencia energética y las energías renovables.
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