Solo podremos ganar la batalla a la despoblación y el cambio climático gestionando nuestros bosques
En la reciente reunión con representantes de la sociedad civil con Pedro Sánchez recalcamos la estrecha relación de los espacios forestales con el reto demográfico de la España interior. Los terrenos forestales suponen más de la mitad de nuestro país y están ubicados en las zonas menos accesibles y más montañosas, especialmente en fuertes pendientes, suelos más pobres, lugares más fríos o secos, en definitiva, todo aquello que no sirve para agricultura. Precisamente son estas las zonas con mayores problemas de despoblación.
Todos los veranos la sociedad expresa su angustia por los incendios forestales reto ante el que nos hemos limitado a responder mediante un operativo de extinción altamente efectivo pero muy costoso, incapaz como toda respuesta sintomática de abordar las causas subyacentes que se resumen en el abandono de los montes por falta de gestión y desafección humana lo que comporta el abandono de usos y costumbres, la merma drástico de la cabaña ganadera extensiva, el uso de leñas para calefacción, el mantenimiento de caminos y la permanente vigilancia que los habitantes ejercen sobre los espacios que habitan.
Frente a algunos prejuicios, la presencia y gestión antrópica del territorio no es negativa per se, antes al contrario, aporta vitales servicios ambientales al conjunto social. Nuestra población de montaña ha sabido mantener el equilibrio con su entorno que ha venido modulando a lo largo de los siglos los espacios que hoy nos arrogamos proteger. Nuestras políticas conservacionistas han venido partiendo de un grave error, desconocer esta profunda y milenaria coevolución natural y social debido a la compartimentación de la ciencia apostando por aislar estos espacios de toda influencia humana prejuzgada como negativa. La consecuencia de todo ello es el abandono de las actividades que modularon estos territorios, la pérdida de población local y el aumento del riesgo de incendios catastróficos.
En definitiva y dado el alto grado de coincidencia territorial de ambos retos – despoblación interior y abandono forestal - sólo conseguiremos resultados significativos si los abordamos conjuntamente.
El reciente informe del IPPC sobre cambio climático y uso de la tierra incide en el considerable potencial de la gestión forestal en la lucha contra este reto universal y trascendental. Todos los elementos de una gestión forestal basada en el conocimiento adquirido en los pasados 2 siglos en Europa contribuyen positivamente: preservar el capital de bosques actual, aumentar en masas jóvenes sus existencias mediante tratamientos selvícolas que superen su tendencia al estancamiento, ampliar los bosques donde sea conveniente y regenerarlos cuando alcancen su madurez dando paso a nuevas generaciones o en masas degradadas. Todo ello aprovechando la madera extraída como materia prima renovable estratégica tanto para biomasa, como la de mayor calidad para la construcción sostenible, tejidos o bioplásticos.
Existe en un amplio consenso en que solo ganaremos la batalla al cambio climático si actuamos con determinación y en todos los frentes. Si nos limitamos a las energías alternativas físicas (eólica y solar) los costes de inversión y problemas de almacenamiento debido a oscilaciones estacionales, diarias y meteorológicas constituyen barreras importantes. Ese enfoque aún predominante olvida, por un lado, la demanda térmica de energía que resulta mucho más eficiente cubrir directamente por biomasa que por vía eléctrica y, por otro, la huella energética que comportan todo tipo de materiales que usamos cotidianamente sean en la construcción (cemento, hierro, aluminio, vidrio), utensilios (plásticos), productos químicos o textiles.
La Bioeconomía se alza así como la solución oportuna, óptima y complementaria centrada en aportar materias primas de origen biológico, básicamente vegetal, que pueden aportar ingentes volúmenes de biomasa para substituir muchos de los materiales que usamos en la actualidad de origen fósil/mineral y que requieren ingentes cantidades de energía. A través de la fotosíntesis, sus procesos productivos son extremadamente eficientes en términos energéticos como podemos observar en el caso de la madera, bambú, corcho o subproductos agrícolas.
A todas estas ventajas se suman sus estratégicos efectos colaterales positivos en la lucha contra la concentración económica y demográfica. Mientras los materiales actuales muestran una alta concentración industrial (hierro, cemento, químicos), la generación de materias primas de origen biológico se produce en todo el territorio diversificando su economía y generando empleo verde de calidad. Una sociedad democrática necesita para su perpetuación el predominio de una amplia clase media siendo la tendencia a la concentración empresarial uno de sus principales riesgos. Tampoco es viable un país con la polarización territorial que está adquiriendo el nuestro resultando su aportación reequilibradora del territorio de vital importancia.
Además, la superación del abandono forestal mejorará en rendimiento hídrico en las cuencas dado que los bosques de alta densidad pierden muchos recursos por intercepción como se ha observado en muchas cuencas desde 1980. Unos bosques más gestionados serán más resilientes al cambio climático y en caso de una perturbación como incendios o vendavales, menos proclives a daños mostrando una mayor capacidad de regeneración respondiendo así también a la adaptación al cambio climático. Bosques más adultos y menos cerrados aumentarán la producción de pastos para ganadería extensiva y la caza asegurando un suministro de proteína animal sin generar gases de efecto invernadero y de alta calidad nutricional.
Finalmente, reactivar las zonas actualmente afectadas por la despoblación permitiría preservar un valiosísimo patrimonio material e inmaterial que de otra forma se vería seriamente comprometido. Un territorio vivo ofrecerá a su vez múltiples oportunidades para un turismo desconcentrado, desestacionalizado y fidelizado que tanto necesitamos en la maduración de uno de los pilares centrales de nuestra economía.
Activar todo el potencial que ofrece nuestro territorio además del forestal, en el sector agroalimentario, residuos orgánicos y el mar requiere de una potente inversión en I+D fuertemente vinculada al desarrollo de la Bioeconomía como eje emergente y estratégico europeo. La UE acaba de revisar su Estrategia de Bioeconomía y la ha priorizado en el próximo programa marco de investigación con 10.000 millones € además de ser uno de las 9 prioridades de la PAC. España es el país que mejor aúna riqueza forestal, agraria y marina en la UE como base para el desarrollo de una bioeconomía inclusiva y fuertemente diversificada estando por ello óptimamente situada para liderar y reequilibrar hacia el sur la Bioeconomía en Europa. ¿Podemos permitirnos perder este tren?