El señor Rubiales está desorientado, no entiende muy bien qué está pasando. O no quiere entender. Probablemente lo que hizo con Jenni Hermoso o cosas parecidas lo lleva haciendo mucho tiempo y nunca ha pasado nada. Hasta ahora.
Quizás al señor Rubiales le pasó desapercibido el asesinato de Nagore Laffage hace ahora 15 años en unos Sanfermines que nos marcaron a muchas y las movilizaciones feministas que vinieron después. O el hecho de que el único ministro del Partido Popular dimitido de toda una generación criada entre algodones de corrupción fuese el que intentó acabar con el derecho de las mujeres españolas a la interrupción voluntaria del embarazo. Posiblemente el señor Rubiales estaba demasiado ocupado escalando en el entramado oligopólico del fútbol español cuando las mujeres organizamos la primera huelga feminista de trabajo, cuidados y educativa que cambió para siempre nuestra sociedad en 2018. O durante las movilizaciones masivas del 8M de 2019 y siguientes, llenas a rebosar de mujeres de la edad de las jugadoras de la Selección.
Seguramente no le interesó mucho al todavía Presidente de la Federación española de fútbol lo que tenían que decir las cientos de miles de mujeres que salimos a la calle en protesta por la sentencia de la Manada gritando hasta dejarnos la voz: “sólo sí es sí, ”no es abuso es violación“ y lo más importante para su caso particular, ”hermana, aquí está tu manada“.
No sabemos qué pensará el señor Rubiales del bulo extendido sobre la Ley sólo sí es sí que, a pesar de los datos que demuestran lo contrario, extendió la derecha política, mediática y judicial. Lo que es seguro es que este hombre, y otros, se ha perdido una década de la Historia de España. Una década en la que las mujeres hemos dicho basta, hemos alzado la voz y ya no aceptamos que nos digan si algo tiene o no importancia. Una década en la que las mujeres hemos puesto sobre la mesa debates clave para el futuro de nuestra sociedad, sobre cómo reorganizar los cuidados, la sostenibilidad de la vida, los derechos de las trabajadoras más precarias. Ahora las mujeres en España llamamos violencia sexual a lo que es violencia sexual. El consentimiento ya está en el centro. Ese es uno de los grande triunfos de esta ola feminista imparable que vivimos en España. El sentido común ya ha cambiado y más pronto que tarde estoy segura de que volverá al código penal como tanto peleamos con el Ministerio de Igualdad e Irene Montero a la cabeza.
Las campeonas del Mundial de fútbol ya han ganado, las que fueron y las que renunciaron a ir por la situación insostenible de la Federación. Han demostrado que las mujeres, juntas, somos capaces de cambiarlo todo. Hasta el fútbol, territorio vedado como pocos. Váyase señor Rubiales y, sobre todo, que tomen nota todos los que alguna vez hayan pensado que el cuerpo de las mujeres estaba a su disposición. Por Jenni Hermoso, por nuestras hijas, por nuestras madres, por nosotras. Por todas las que alguna vez hemos oído justificaciones a cosas que no la tenían cuando nuestro jefe decidió tocarnos el culo sin consentimiento en la fiesta de la empresa aprovechando que bailábamos, al amigo que nos metió mano cuando dormíamos cerca en un campamento, al que le pareció gracioso restregarse contra nosotras en el transporte público o hacer comentarios sobre nuestra vida sexual. Las jugadoras de la Selección lo han dicho más claro de lo que podemos decirlo cualquiera. Por ellas, por todas, se acabó.