El acontecimiento
Me gustaría escribir algo que no fuese sobre el coronavirus, pues a todos obsesiona y está bien que tengamos otras cosas en las que pensar. Pero se me hace difícil. De momento, lo único cierto es la tragedia, la incertidumbre y la ansiedad. Estamos en un estado de shock que hace difícil asimilar con claridad lo que nos está pasando. Por eso, lo que más me está llamando la atención es que ante el mismo acontecimiento, las reacciones tienen que ver más con posiciones previas que con hacer frente al coronavirus. Los partidos políticos han visto la oportunidad de seguir con sus matracas. Para el PSOE y Unidas Podemos es un momento de reivindicar los servicios públicos; para el PP, de bajar los impuestos; para Vox, de excluir a los inmigrantes; para Ciudadanos, de reivindicar la nación española; para los independentistas, de reivindicar sus naciones…
En cierta medida es como si el virus no existiese, en un sentido político, pues cada grupo está proyectando sobre el virus aquello que quiere ver. Entre tanta desgracia se está jugando también una lucha por la hegemonía del relato de qué es el virus en un sentido político. En todo caso, algo positivo de la situación española es que ningún partido ni grupo de presión considera que tenemos un dilema entre crisis económica y que mueran los más débiles, y que quizá lo mejor es que mueran los débiles, como propuso Boris Johnson en un primer momento, o están proponiendo políticos y grupos de presión en EEUU. En España el debate se centra en si las medidas restrictivas deben ser más duras, no si las levantamos. Esto habla bien del trato de la sociedad española hacia los más débiles.
Otra cuestión que me intriga considerablemente es la reacción de los diferentes gobiernos. En varios países asiáticos se ha actuado muy pronto sobre focos puntuales. En otros, al principio ha sido tibia, pensando que se puede controlar, hasta que es demasiado tarde, como el caso de Italia, España, Francia, posiblemente Reino Unido. Los hay que han decidido aplicar medidas muy drásticas con muy pocos casos detectados, como Argentina. O los que invitan a su ciudadanía a tomar las calles y abrazarse, como en México y Nicaragua. Otros confían en que es suficiente con dar ciertas directrices a su población, como Brasil, Holanda o Suecia. En EEUU reina el desconcierto, pues cada Estado toma sus medidas, en un contexto en que el virus no sabe de fronteras. Me resulta difícil encontrar patrones que expliquen estas diferencias, politólogos tiene el Reino, que nos los expliquen en los siguientes años. Pero no deja de recordarme a Guerra Mundial Z, la interesante novela de Max Brooks (nada que ver con la película homónima). Contra la extensión de la pandemia zombi, en un primer momento, cada gobierno responde con sus propias tradiciones, pero los zombis se siguen extendiendo. En el transcurso de la lucha, cada país va aportando métodos que demuestran su efectividad, hasta que se logra una estrategia de éxito, basada en todas esas aportaciones. Al final, el virus es el que es, y no está sujeto a interpretaciones.
Estamos en la primera fase, en la que cada país responde a partir de sus propias tradiciones y equilibrios de fuerzas políticas internas, pero el virus es el mismo en todos lados, así que no entiende de coyunturas, y por tanto, se irán asentando las mejores formas de hacerle frente, que de momento son tres: recomendaciones a la población, intervenciones de precisión aislando pequeños focos o aislamiento casi total de grandes zonas de población. Podría parecer que son tres niveles de intervención, pero vistas las diferencias entre países, parece que son más bien tres formas de intervención.
Por último, queda esperar si estamos viviendo un acontecimiento, en el sentido de Badiou. Para este filósofo, un acontecimiento es un suceso inesperado que cambia las reglas del juego (la constitución de lo “real”). Es pronto para saber si dentro de un par de años estaremos en un mundo similar al de hace un par de meses, o un mundo totalmente diferente. En España, la crisis de 2008 acabó con el bipartidismo, nos llevó a una España más desigual económicamente, a la abdicación del rey, al auge del independentismo frentista en Cataluña… ¿A dónde nos lleva esta crisis?
Algunos filósofos ya se han pronunciado. Para Agamben esto supone que normalicemos el Estado de Excepción como forma de gestionar los problemas políticos, achicando la democracia. Byung-Chul Han considera que el modelo de control que invade la intimidad se puede acabar imponiendo. Para Ẑiẑek es una oportunidad para que se afiancen organismos en pro de la solidaridad internacional. Hagan sus apuestas.
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