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Activar la banalización del neofascismo

26 de septiembre de 2022 22:12 h

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La historia no se repite, pero a veces pareciera que se calca. Una sociedad insatisfecha, un líder carismático, la identificación de las frustraciones individuales como combustible de la movilización social, la manipulación de la verdad, el desprecio a la democracia, la canalización de la rabia social y el señalamiento de oportunos enemigos externos… 

En M. El hijo del siglo, Antonio Scurati narró magistralmente cómo surgió el fascismo mussoliniano, cómo se propagó, cómo cautivó a millones de italianos y cómo destruyó la democracia. El resultado fue una novela turbadora que arrastra hasta las entrañas de un monstruo que creció como líder mesiánico, conquistó el poder, aplastó a la disidencia y logró un dominio absoluto hasta la construcción de un estado fascista. Es historia y vuelve a ser hoy una amenaza demasiado presente. 

Italia y la victoria de la neofascista Giorgia Meloni ha encendido todas las alarmas en Bruselas. Y no es para menos. “O se dice sí o se dice no: Sí a la familia natural, no a los lobbies LGTB, sí a la identidad sexual, no a la ideología de género, sí a la cultura de la vida, no al abismo de la muerte, sí a la universalidad de la cruz, no a la violencia islamista, sí a fronteras seguras, no a la inmigración masiva, sí a la soberanía de los pueblos, no a los burócratas de Bruselas, sí a nuestra civilización y no a quienes quieren destruirla”, proclamó la ganadora de las elecciones italianas en Marbella durante un mitin de la campaña andaluza al que había sido invitada por Vox. 

Hermanos de Italia, el partido de Meloni, tiene sus raíces en el Movimiento Social Italiano (MSI) que surgió de las cenizas del fascismo de Mussolini, un dictador colérico que cubrió el cielo de Libia de gas mostaza, abrió campos de concentración en el desierto norteafricano y destruyó una parte de Roma para rehacerla a su imagen y semejanza. 

Pero aquí en España, por si alguien tenía dudas, el entusiasmo de Vox con la futura primera ministra por Mussolini, de quien dijo que era “un buen político que todo lo que hizo lo hizo por Italia”, ha sido desbordante. La ultraderecha española, sí, se congratula por el aval otorgado en Italia a su  ideario y Santiago Abascal dice que “ha mostrado el camino para una Europa orgullosa, libre y de naciones soberanas, capaces de cooperar para la seguridad y la prosperidad de todos». Nada que pueda sorprender a estas alturas, después de que Meloni haya dicho en varias ocasiones que espera que Vox gane en España las próximas elecciones.

Más preocupante ha sido la reacción de la derecha de Alberto Núñez Feijóo, que se ha puesto de perfil ante un resultado que nos sumerge en el pasado más tenebroso de Europa. “Espero que respete los valores de la UE”, ha dicho el presidente de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla. “No es el resultado que más nos gusta, pero esperamos que su gestión tranquilice a la UE”, apostillan entre bambalinas en la calle Génova. Su presidente nacional no ha abierto la boca.. Algo tendrá que ver que su partido hermano, Forza Italia, forme parte de la coalición de conservadores, neofascistas y populistas que va a gobernar Italia. 

Ya se barruntaba desde primera hora de este lunes, con lo que se escuchaba en las tertulias matutinas, que en España empezaba un proceso de banalización de unos resultados con los que la derecha ha sido fagocitada por el universo ultra. “No es para tanto”, “ni Italia es igual que España ni el partido de Meloni es igual que Vox”, “habrá que juzgar al gobierno por su gestión, y no por lo que su primera ministra haya proferido en los mítines” y “al final, la política se decide en Europa y el margen de maniobra de los estados es mínimo” son algunas de las consignas que se repetían sin cesar. Todo para soslayar que, hoy por hoy, el PP necesitaría para gobernar a un partido como Vox, que es lo mismo que Hermanos de Italia y que está liderado por Santiago Abascal que es un émulo de Meloni. 

Más claro: España no está libre de lo que ha pasado en Italia, pero algunos han empezado a trivializar lo que pueda pasar. Es un serio aviso para quienes dicen ser “apolíticos”, para quienes relativizan el lenguaje, para quienes relativizan los discursos, para quienes no creen en la política, para quienes defienden que todos los partidos son iguales, para los desmemoriados, para los blanqueadores y para quienes creen que los derechos y las democracias son para siempre.