No ha quedado del todo claro si la aparición de Artur Mas fue una sesión de terapia o una comparecencia institucional para hablar de las soluciones para el monumental lío que entre él y Rajoy les han montado a los catalanes. Lo único cierto es que el president sólo habló y se ocupó de sus propios problemas. En teoría, debía tratar de convencernos a los demás, pero parecía más empeñado en tratar de convencerse a sí mismo de que está mejor que nunca, lo tiene todo controlado y puede dejarlo cuando quiera.
Si tanto compromiso ha empeñado en que hablen los catalanes, el president no podía tenerlo más fácil: convoque elecciones ya, sin más excusas ni demoras. Pero no lo hace. En su lugar, llama a una especie de ofertón democrático donde para votar no hará falta nada: ni censo, ni garantías. Tú vas, votas, y con suerte te puede tocar algo que rifen para animar a la participación.
A Artur Mas le gusta utilizar como referentes a Escocia y Quebec. Cuesta imaginarse a los nacionalistas escoceses o québécois envolviéndose en la bandera para convocar semejante merendola.
Por mucho que corran, Artur Mas y CiU acabarán teniendo que afrontar su verdadero dilema. Deben elegir entre convocar unas elecciones que serán una masacre a manos de ERC y el 'caso Pujol', o pagar el precio de intentar llegar a un acuerdo con Rajoy y tratar de salvar los muebles desde el Gobierno. No tienen más salidas. Deben escoger entre lo malo y lo peor. Por mucho que Artur Mas llame a los catalanes a arreglarle sus problemas convocándolos una y otra vez a salir a la calle, antes o después habrá de escoger. Cuanto antes lo haga, mejor para Catalunya.
Artur Mas trató de presentarse como si fuera Gary Cooper en Solo ante el peligro. Puede que Mariano Rajoy sea el terrible pistolero Frank Miller a quien todos temen, y el Partido Popular tenga la gran responsabilidad de haber generado un problema institucional de difícil solución a base de usar a Catalunya como moneda de oposición. Pero, desde luego, el president Mas no es el valiente sheriff Kane.
Ni el malvado Estado español es el enemigo, ni el Gobierno de Madrid con quien tantas veces ha pactado es el demonio, ni sus socios han roto el consenso o no quieren ir a elecciones bajo una única lista porque les dé pereza. Es que ni ellos son tontos, ni Mas es el héroe de la película.