Ahora resulta que el verdadero objetivo de Artur Mas no era la consulta del 9 de noviembre sino las elecciones autonómicas.
Después de un tiempo político eterno en el que Mas ha repetido hasta la saciedad que habría consulta, que la consulta era el único objetivo, que no había plan B, que el plan A, B, C, D… era votar el 9 de noviembre; votar sí o sí, votar sí y sí, va Mas y dice ahora que el objetivo en realidad eran ¡las elecciones autonómicas!
En los últimos meses algunos hemos denunciado que el president de la Generalitat estaba conduciendo a los catalanes a un gigantesco proceso de frustración al dar por hecha una consulta que él sabía en su fuero interno que no se podría hacer. Mas ha dibujado un regate churrigueresco y ha caído en un exceso de tacticismo que ha irritado a ERC, a la CUP, y es probable que a miles de catalanes.
Mas se subió a una ola soberanista que no era la suya, que él no había promovido y que ha querido capitalizar temerariamente a base de aumentar la ilusión que existía en sectores de la población catalana.
La cara de perplejidad de sus hasta ahora socios de ERC, cuando Mas se ha abierto de capa y ha confesado su verdadero fin, refleja no sólo el estado de frustración, deja a las claras también las mentiras del aún president.
Quiere Mas ahora una lista conjunta con ERC, presidida por él, claro, para las autonómicas y no parece que Junqueras le ofrezca esa vía de suicidio, más bien prefiere que Mas se estrelle él solito y que gane ERC las próximas autonómicas en solitario.
A este paso, Mas puede pasar a la historia como el lince que convocó unas elecciones anticipadas con la intención de ir desde sus 62 escaños a los 68 de la mayoría absoluta y que, dos trienios después, perdió el poder y quedó como segundo partido por detrás de ERC. Menudo balance.
Para hablar del simulacro de consulta, Mas ha recurrido a una confusión terminológica. “Proceso participativo”, ha dicho, algo que parece más bien un tiempo verbal. En realidad, la convocatoria frustrada debería denominarse consulta mediopensionista. Si no había garantías democráticas para la consulta, tampoco parece que pueda haberlas para su sucedáneo.
Lo que ocurra el 9 de noviembre puede estar entre más o menos caricaturesco, pero certifica el fracaso de Mas y puede ser un anticipo del éxito de ERC.
En cualquier caso, si el objetivo de Mas eran las elecciones autonómicas, ¿por qué no las convoca ya?