Billetes de avión gratis, mujer congelada y extinción masiva

6 de agosto de 2021 22:08 h

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Un estudio realizado por la multinacional de investigación de mercados y consultoría con sede en París Ipsos Group y The Trust Project, un consorcio internacional formado por 120 organizaciones de noticias que trabajan para lograr una mayor transparencia y responsabilidad en la industria mundial, muestra que los ciudadanos se creen el doble de capaces de distinguir entre las noticias reales y falsas que el resto de los ciudadanos de su propio país. Es un fenómeno de ilusión de superioridad similar al que sucede con la conducción de vehículos, en el que las encuestas señalan que ocho de cada diez conductores se consideran por encima de la media. Es el llamado efecto Dunning-Kruger, un sesgo cognitivo que consiste en que los individuos incompetentes tienden a sobreestimar su habilidad, mientras que los individuos altamente competentes tienden a subestimar su habilidad en relación con la de otros. 

El estudio es internacional, pero para la especificidad española señalan que se cumple perfectamente: “el 46% de las personas en España tiene confianza en que puede diferenciar las noticias reales de las 'noticias falsas', pero solo el 19% cree que el español medio puede hacer lo mismo. Si aplicamos la tesis del efecto Dunning-Kruger el balance puede ser todavía peor porque los capacitados se encontrarían entre el porcentaje de modestos que no se incluyen entre los que se consideran competentes para detectar la diferencia. 

Este exceso de confianza en uno mismo junto con una falta de confianza en otros es una combinación tóxica, porque el individuo cree que su valoración de las noticias está por encima de quiénes le intentan explicar que eso es un bulo o aquello es verdad.

Y seguimos con los agravantes. Históricamente el buen periodismo denunciaba que se colaba bajo el formato de información algo que era opinión, pero el fenómeno actual es algo diferente. Consiste en que, dentro de la opinión, se cuelan informaciones, datos y cifras que son mentira. Es decir, con la coartada del derecho a la opinión, desde columnistas de prensa a tertulianos o sencillos ciudadanos en las redes acaban falseando la realidad. Como dijo el senador estadounidense Daniel Patrick Moynihan, “usted tiene derecho a su opinión. Pero no tiene derecho a sus propios hechos”. 

A todo ello se une, según el mismo estudio, que aproximadamente dos de cada tres personas solo leen noticias a las que pueden acceder de forma gratuita. Por tanto, las noticias que más estarán disponibles gratis serán las que tengan detrás un interés que no sea precisamente el de informarnos, porque ese no genera ingresos, no se paga por ellas. Igualmente, las gratuitas que generarán más ingresos por publicidad son las que tengan más accesos, es decir, las de contenidos más espectaculares o con gancho, independientemente de su veracidad.  

El pasado 8 de julio Atresmedia hizo públicos los primeros resultados del test ‘¿Se hace un uso responsable de la tecnología?’  dentro de su programa Levanta la Cabeza, donde contó con  la participación de  223.211 personas, que respondieron sobre cuestiones relacionadas con los hábitos de uso del móvil, las redes sociales o los conocimientos en ciberseguridad. Me centraré solo en las fake news. A los encuestados les presentaron tres noticias, dos de ellas falsas y una verdadera. El resultado fue que las noticias falsas fueron tomadas por ciertas y la verdadera, por invención.

Los titulares falsos fueron estos: “Trump ofrecerá billetes de avión gratis de ida a África y México para quienes quieran abandonar EEUU” y “Congelan a una mujer para revivirla en el futuro”. El primero fue considerado cierto por el 79% de los encuestados y el segundo por el 54%. El titular verdadero fue “15.000 científicos advierten a la humanidad sobre una próxima extinción masiva”. El 59% lo consideró falso. 

Nos dirigimos a un panorama en el que medios decentes y ciudadanos dedicamos más recursos y tiempo a desbrozar las mentiras que a informarnos de las verdades. Además es una carrera que nunca vamos a ganar porque la capacidad de afinar los bulos para que parezcan reales se va perfeccionando, bien porque se aprovechan del sesgo previo de parte de la audiencia o porque incorporan algún elemento real que le da credibilidad (el caso de la noticia de Trump). 

Por otro lado, se da la paradoja de que la noticia espectacular que siempre fue objeto de gran titular se arriesga a ser tomada por bulo y desechada por los lectores (el caso de la noticia de la extinción masiva). O dicho de otra manera, ese clásico del periodismo de que noticia es que “niño muerde a perro” ahora será tomado por falsa y despreciada.

Y mientras tanto, autoridades e instituciones siguen embarcados en acusaciones de intoxicaciones informativas rusas con sus hackers y bots. Pero no, no nos hacen falta los rusos para vivir en la total confusión entre verdad y mentira.