Qué buen momento para leer 'Fortuna'
Es urgente esperar. Se lo dije a mi suegra cuando hace unos días me preguntó: “Pero, ¿cuándo terminan las elecciones? Están durando mucho esta vez…”. A los 93 años cuesta entender algunas cosas. En fin, ahora que la cosa va en serio y se puede recuperar el tiempo perdido, tampoco hay que impacientarse. Cuanto más rigurosa es una negociación política, más discreción. Al menos, ya ha tomado las riendas un adulto.
Me gustaría no haber leído 'Fortuna', de Hernán Díaz, para hacerlo en estos días, pero como no puedo escribo sobre ella. No es fácil hablar de 'Fortuna' sin hacer espóiler. No me refiero a reventarla contando el final, sino a la dificultad de explicar su maravilla sin desvelar la peculiar magia con que Díaz ha construido una estructura original, que contiene…, me callo, me callo. No lo diré, sólo anoto que funciona con la precisión de los artefactos redondos, perfectos e infalibles. O sea, solares. Lo más impresionante de esa magia es su sencillez. Díaz abruma porque no busca abrumar. Como si hubiera tenido la certeza todo el tiempo de que tenía una idea brillante y la iba a ejecutar a la perfección.
'Fortuna' narra una historia fascinante: la gestación del capitalismo financiero en Estados Unidos en los años veinte del siglo pasado. Desemboca, lógicamente, en el crack de 1929 que describe así: “Era como si la realidad misma, con independencia de las percepciones de la gente, se hubiera quedado aturdida”. La sensación no podría ser más familiar para quienes vivimos la gran recesión de 2008: se ve que las crisis financieras siempre propinan el mismo golpe a la vida real, el que no se ve ni se oye hasta que rompe sobre las espaldas de la gente de a pie.
El autor nos adentra en ese mundo, por arriba y por abajo, pero siempre yendo a lo micro (y no soy más específica por lo del espóiler). Por eso es una gran novela. En las taras emocionales de sus personajes, en la avidez con que hacen trampas, se ven con toda transparencia los rasgos que caracterizan aún hoy a los protagonistas más implacables de ese capitalismo financiero. Poniendo la lupa de aumento sobre ciertos rasgos de personalidad se entienden mucho mejor algunas de las cosas que ocurren hoy. Díaz pretende que la lupa muestre y no oculte, por eso, sin apearse en ningún momento del buen ritmo narrativo de la novela, también va sembrando frases redondas, o sea solares, sobre la visión del mundo de aquellos pioneros del capitalismo financiero: “Su fascinación por las genealogías incestuosas del dinero –capital que engendraba capital que engendraba capital– permaneció inalterada”.
Tal vez por compensar la falta de empatía de ese mundo financiero balbuciente, Hernán Díaz la derrocha: adopta tantos puntos de vista como personajes interesantes hay en el texto. Es un triple salto mortal. 'Fortuna' es una historia pero no es una novela, sino varias, unidas en un juego de espejos magistral. En ese camino te hace sentir, como lectora, compasión hacia un personaje que luego despreciarás; desdén por otro que luego comprenderás. Son tan humanos que suscitan ternura incluso en la naturalidad con que les rebelan ciertas explotaciones y no otras. Todo eso sentí sin dejar de salir de mi asombro hasta el final del salto, que culmina con la rotundidad y exactitud de Simone Bile.
Algunas frases redondas ayudan a ver al lector que no nos hallamos sólo ante una cuestión de personalidades, sino ante un sistema. El capitalismo financiero se basa en una ficción, y, con el ánimo de enfadar a su padre anarquista, Ida Partenza le pregunta siendo niña: “Pero si lo que venden son ficciones, ¿cómo pueden ser criminales? Se supone que las ficciones son inofensivas, ¿no?” Es la pregunta que está en el origen de un gran desconcierto social. Pues bien, Díaz la plantea sin escribir un panfleto.
Hay cosas con las que me sucede como a mi suegra, y estoy resignada a no entender ni ahora ni a los 93 años. 'Fortuna' me ha permitido intuir algo de ese mundo financiero opaco y carbonario, cuya jerga de derivados y futuros es lo más comprensible de su vasta maraña. Al situar la novela en el origen, la inocencia de los abusos y la simpleza de las trampas arrojan luz, porque se entienden. Es urgente leerlo, pues “las finanzas son el hilo que recorre todos los aspectos de la vida”, como señala uno de los personajes. Y lo cierto es que ese hilo que recorre todo cada vez se entiende menos, algo parecido a lo que sucede con las grandes empresas tecnológicas. Hasta que un día, una crisis, la enésima, vuelva a golpear la realidad y la deje aturdida.
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