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Cabalgatas y luchas vecinales (con Baltasar en un CIE)

Los vecinos de Hortaleza, en lucha por su cabalgata participativa. Foto: cabalgatadehortaleza.org

Isaac Rosa

Déjenme que les cuente una historia de los Reyes Magos y de mi barrio, que puede parecer menor en comparación con todo lo que tenemos encima, pero que quizás sirva para entender cómo hemos llegado hasta aquí, y hasta tiene moraleja aprovechable para los tiempos venideros.

Mi barrio es Hortaleza, en el noreste de Madrid, un antiguo pueblo absorbido por la capital, con larga tradición de movimiento vecinal participativo y reivindicativo, y un fuerte tejido asociativo. En 1979 los vecinos decidieron organizar una cabalgata de Reyes, para que los niños pudieran ver a Sus Majestades de Oriente por su barrio. Fíjense en la fecha, que no es cualquiera: 1979, cuando el empujón político y social de la Transición está en su momento más alto, cuando los ciudadanos van perdiendo el miedo, antes de que el golpe de Estado de 1981 mande parar, y antes de que el PSOE, ya en el poder, se aplique en descabezar y desmovilizar el movimiento vecinal que tan importante fue en el final de la dictadura.

Durante tres décadas todo transcurre sin sobresaltos, cada 5 de enero Melchor, Gaspar y Baltasar desfilan por el barrio. En ese tiempo va cambiando el paisaje y sobre todo el paisanaje de Hortaleza: su población crece a gran velocidad, se urbaniza hasta el último trozo de campo, se construyen miles de viviendas, muchas de ellas de precios elevados que cambian la composición socioeconómica del viejo barrio obrero. Pese a ello, el asociacionismo se mantiene fuerte, y los vecinos de Hortaleza encabezan muchas luchas por mejorar su barrio, y se suman a otras de ámbito mayor.

Hasta que llega 2007, y el ayuntamiento decide que ya vale de cabalgata popular: la siguiente edición, la de 2008, la ilusión de los niños quedará en manos de profesionales, que el distrito se merece una cabalgata de calidad, que las carrozas de los vecinos tienen su gracia pero son cutrecillas, se ve mucho el celofán y el cartón bajo el espumillón. Una vez más fíjense en la fecha: 2007, cuando las dos burbujas, la financiera mundial y la inmobiliaria española, están a punto de caramelo, la crisis se ve venir en forma de avalancha, pero seguimos mirando para otra parte y llevados por la inercia de los buenos tiempos.

Así que los gobernantes municipales deciden hacerse cargo de la cabalgata, pero para privatizarla: en 2008 será organizada por una empresa, y cambiará su recorrido, dejará de circular por las zonas populares del distrito (por ejemplo la UVA, grupo de viviendas de realojo de los sesenta), y a cambio rodeará un gran centro comercial, que casualmente patrocinará el desfile.

Pero como en Hortaleza somos de ideas fijas, los vecinos no nos conformamos con asistir de espectadores a una cabalgata que seguramente sería más vistosa, más espectacular, no se notarían el celofán ni la barba postiza de los Reyes; pero no sería nuestra cabalgata, aquella donde las asociaciones preparaban durante semanas las carrozas, que servía para construir comunidad, donde los niños tenían un papel central, y que además recorría las zonas más humildes.

Así que, en un gesto de desobediencia que se une a las muchas insumisiones que ha conocido este barrio, decidimos seguir con nuestra cabalgata por nuestra cuenta, con nuestro recorrido y nuestros medios. Y sin ninguna ayuda municipal: al contrario, durante varios años el ayuntamiento se dedicó a poner zancadillas a los vecinos, cambiando la fecha y el recorrido a última hora para no quitar protagonismo a su cabalgata privatizada, y saboteando en todo lo posible el trabajo vecinal.

Hasta que, tras cuatro años de pulso, llega la pasada edición, la de 2012, y el ayuntamiento suspende la cabalgata “oficial”, la patrocinada y privatizada que rodeaba el centro comercial, al tiempo que cancela la mayoría de cabalgatas de distrito, y suprime las ayudas que daba a los organizadores. La tijera de los recortes no entiende de ilusión, y si algún niño quiere ver a los Reyes Magos, que se vaya a la Castellana y disfrute la cabalgata central, esta sí montada por profesionales, sin participación ciudadana, y adornada por los logos de sus patrocinadores: Mastercard, El Corte Inglés, Movistar, Vodafone, Samsung o Universal, entre otros traficantes de ilusión.

Y sin embargo, los niños de Hortaleza recibirán también este año la visita de los Reyes Magos, porque los vecinos nunca tiramos la toalla: tras ganar el pulso al ayuntamiento, seguimos montando nuestra cabalgata, la de toda la vida, y que vuelve a ser la única del barrio, hecha con el esfuerzo de muchos y sin ayudas municipales, con la aportación económica de vecinos y comerciantes.

Ahí tienen la moraleja, por si les sirve: la tortuga vecinal derrotó a la liebre del ayuntamiento y sus patrocinadores, y si hoy los niños de Hortaleza tienen cabalgata es porque sus mayores la peleamos, nos apropiamos de ella, resistimos presiones y cantos de sirena, nos mantuvimos íntegros cuando lo cómodo era ver pasar la carroza con el logo del hipermercado, denunciamos a los privatizadores, funcionamos de manera autónoma, participativa, horizontal, democrática; en definitiva, tomamos el control de lo nuestro, lo de todos, lo público. Y hemos ganado.

¿Podemos sacar alguna lección para otras luchas? Yo creo que sí. Evidentemente no tiene la misma dimensión pelear por la cabalgata que resistir el desmantelamiento de la educación pública o la privatización sanitaria, no se trata de comparar, pues ni el esfuerzo ni los adversarios son equiparables en unos casos y otros. Pero al final el fondo es el mismo, y la estrategia a seguir es idéntica: resistir, denunciar, desobedecer, organizarnos, construir comunidad, tomar el control.

Les he contado la de Hortaleza, porque es la mía y porque su historia es larga. Pero no es la única que saldrá mañana en Madrid gracias a la resistencia de sus vecinos. También lo harán en Butarque-Villaverde y Carabanchel, barrios hermanados con el mío en tantas luchas recientes.

También en esos casos el ayuntamiento ha puesto todas las zancadillas que ha podido, hasta impedirles en el último momento que salgan el sábado, cosa que finalmente han conseguido solicitando permiso a la Delegación del Gobierno, que no está para autorizar cabalgatas sino manifestaciones. Otra buena metáfora de lo que vivimos, y que no se agota ahí: en el caso de Carabanchel, además, el rey Baltasar está encerrado en un CIE para ser expulsado a su país, prueba de que ni la ilusión de los niños está a salvo de este tiempo terrible.

Si están en Madrid y tienen niños, les invito a traerlos mañana a las cabalgatas de Hortaleza, Butarque-Villaverde o Carabanchel. Que desde pequeño aprendan que, en esto como en otras cosas, sí se puede.

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