Cinco claves de calidad democrática en las primarias de Ahora en Común
Todo proceso de primarias tiene ventajas e inconvenientes. Unas primarias favorecen a los candidatos más conocidos o a los que se apoyan en una organización más potente, los que encuentran más apoyo en los medios o los que reciben más y mejor financiación. Evidentemente, unas primarias permiten también que personajes “autosufragados” como Donald Trump, puedan ganar terreno en la contienda política alardeando de hacerlo, además, con dinero propio. Las primarias no son, pues, ninguna panacea y plantean problemas que hay que saber detectar y resolver. Desde luego, algunos de estos problemas podrían contrarrestarse, por ejemplo, con un proceso electoral más largo que permitiera que los candidatos más desconocidos fueran adquiriendo solidez (como sucedió con Obama, y ahora con Sanders, en USA), pero lo cierto es que, al margen de ajustes más o menos técnicos, el mejor argumento para contrarrestar estos inconvenientes es el de la apuesta por la democracia interna, la transparencia y la horizontalidad que, en principio, exige un proceso de primarias.
Por eso, precisamente, porque esta es su mayor, y acaso, su única virtud, es por lo que resulta tan lamentable que no todas las primarias se construyan democráticamente. O sea, que en algunos casos una fachada de participación casi angelical se haya convertido, en realidad, en un largo camino de agujeros y trampas favorables al eterno y consabido aparato, y haya contribuido a mantener, contra todo pronóstico, el verticalismo y la burocratización propia de los partidos políticos al uso.
¿Es este el caso de AeC? Después de haber vivido varias primarias en este país, y no siendo ya, como éramos, completamente novatos, estamos en mejores condiciones para juzgar el proceso que en estos días tenemos entre manos, y me parece que pueden plantearse, al menos, cinco claves para hacerlo.
1. En AeC se ha hecho un genuino esfuerzo por eludir los itinerarios por los que han transitado algunas de las organizaciones que se han apuntado a la llamada “nueva política”. Se ha favorecido la incorporación de todas las fuerzas sociales partidarias del cambio, estuvieran institucionalizadas o no, y se ha funcionado de forma asamblearia, priorizando a los portavoces frente a los líderes. El Reglamento de primarias lo elaboró un grupo de trabajo que salió de la Asamblea celebrada en la Sala de Terneras en julio. Ese grupo, abierto a la participación de todos, presentó un borrador con unas líneas básicas, que son las que presiden ahora el preámbulo del Reglamento, y ese mismo borrador fue aprobado después en una Asamblea de AeC en la que se alcanzó un amplio consenso en contenidos y procedimientos.
2. Las primarias de AeC se ajustan al sistema Dowdall de voto ponderado, algo que, por cierto, no ha utilizado Podemos en ninguna de sus primarias, y que sí fue articulado por Ahora Madrid (una lista en que la que, como sabemos, figuraban militantes de IU, Equo, Podemos y otras candidaturas independientes). El sistema Dowdall está pensado para integrar a las minorías y reflejar así la pluralidad de un movimiento político, sin aplicar rodillos mayoritarios. Cada elector puede ordenar la lista a su gusto, escogiendo el número de candidatos que quiere votar y su orden. El que se sitúe en primer lugar tendrá un valor de 1, el segundo de 0,5, el tercero de 0,3, el cuarto de 0,25, etc., de modo que quien ocupe el cuarto lugar de la primera lista tiene que conseguir cuatro veces más votos que el primero de la segunda lista más votada para obtener representación. Así es como se impide la imposición de una lista plancha mayoritaria que fue lo que tanto se criticó a Podemos.
3. En AeC tampoco se ha optado por presentar ninguna lista B, alternativa aparente a la que parte como favorita (Ahora con Alberto Garzón), es decir, una lista de afines que complete todos los nichos de la lista definitiva y que permita rematar el trabajo de rodillo. Porque no se trata de paliar los efectos del voto ponderado creando varias listas que compitan entre sí con el único objetivo de que los candidatos mejor situados accedan al poder sin paliativos (algo que no puede suceder cuando se presenta una sola lista unitaria).
4. En el proceso de primarias de AeC ninguna corriente se ha negado a participar por deficiencias o insuficiencias democráticas, como ocurrió por ejemplo con importantes dirigentes críticos en las últimas elecciones de Podemos, que consideraron que con el Reglamento impuesto no había competencia posible, es decir, que no tenían ninguna posibilidad de integrarse siquiera en los puestos secundarios. De hecho, es probable que la “excesiva” democratización del proceso de AeC sea lo que haya disuadido a más de uno.
5. Finalmente, en las primarias de AeC se exige una copia del DNI o de otro documento que acredite la residencia para poder votar, con el fin de garantizar al máximo, entre otras cosas, que solo se vote una vez. Aunque esta exigencia resta agilidad al proceso y puede disminuir la participación, se ha considerado esencial para evitar la proliferación de apoyos fantasma y la multiplicación de cuentas vacías, que es lo que ha podido ser decisorio en otros procesos.
En fin, ciertamente, como ven, montar unas primarias con una mínima calidad democrática no era tan difícil como parecía. Requiere, eso sí, estar convencido de que un cambio de liderazgo o de proyecto político no te sitúa en la órbita de la nueva política por el arte del birlibirloque, ni se traduce en un cambio automático en la forma de hacer política, ni favorece necesariamente esa transformación de la cultura política que tanta falta nos hace. Y este es un convencimiento que, por desgracia, no parece estar muy extendido.