Durante muchos años las fuerzas políticas vascas —incluidas las nacionalistas—envidiaron la unidad con la que los catalanes conmemoraban su Diada a diferencia de la división con que se suele celebrar el Aberri Eguna. Pero eso ya no es así. Las tres últimas manifestaciones del 11 de septembre han sido muy masivas, pero monopolizadas por los soberanistas, y la última, la de este viernes, utilizada por una candidatura electoral, Junts pel Sí, para el arranque de su campaña electoral.
Los partidarios de la independencia hicieron el viernes una nueva demostración de poderío, lo que ha reforzado sus expectativas, pero falta por saber si esa multitudinaria flecha humana que trazaron en la Meridiana de Barcelona se va a traducir en votos a la lista de Artur Mas y Oriol Junqueras en las elecciones del 27 de septiembre. Hasta ahora los sondeos parecen darles la victoria, pero no está claro que sea con una mayoría absoluta, incluso sumando los diputados de Junts pel Sí y los de las CUP, que son las dos candidaturas que proponen proceder, en ese caso, a una declaración unilateral de independencia.
Está también por ver qué van a hacer el resto de los catalanes, cuántos acudirán a votar y a qué fuerzas elegirán de entre el amplio abanico de listas que se les ofrecen.
Este dato será relevante porque, por ejemplo, en el sondeo del CIS conocido esta semana, un 30% de los encuestados asegura que irá a votar pero dice no saber aún a quién. Hay pues mucho de incógnita en las elecciones catalanas y una participación alta podría modificar esos primeros vaticinios. Los expertos demoscópicos señalan que en esta ocasión quienes van a votar por la independencia lo confiesan gustosos y que el voto oculto, el de que aquellos que se resisten a revelar a los encuestadores a qué partido piensan apoyar, parece estar más en el lado de quienes no quieren la ruptura con España. Entre ellos muchos antiguos votantes de CiU.
El día 27 se despejarán las dudas y puede que los resultados ofrezcan la posibilidad de abrir la vía a soluciones negociadas, porque en ese puñado de listas electorales a elegir están también las que apuestan por el diálogo, por reformar las leyes, la Constitución y por buscar así soluciones que eviten el desgarro y satisfagan a la mayoría.
Hasta entonces, la campaña cada día estará más polarizada entre Mas y Mariano Rajoy, entre los independentistas y el PP, entre los que niegan, al menos hasta que se conozca el escrutinio, que quede algún espacio para el diálogo. Los unos porque se resisten a modificar el rumbo, aun a riesgo de naufragar, y el PP porque quiere utilizar la campaña de las catalanas —en las que sabe que no tendrá un gran resultado—para tratar de ganar las elecciones generales.