Cómo ChatGPT acabará con el 'turrismo'
De entre todas las cosas que ChatGPT vino a llevarse por delante, hay una que no vimos venir. Se está extendiendo por la red un cabreo global con estos chatbots que hemos llamado –malamente– de inteligencia artificial porque no paran de hablar y hablar y hablar… sin decir nada relevante.
Ocurre que estos large language models son poco más que máquinas de charlar. No son seres pensantes, como a veces se nos quiere hacer creer, sino programas diseñados para dar la apariencia de entender; para decir algo que parezca que tiene sentido, para mantener una conversación. Pero en realidad no comprenden lo que están diciendo, porque ni siquiera tienen la capacidad de comprender. Por eso a veces dicen la verdad y otras, no. Por eso a veces dicen tonterías cósmicas sin despeinarse. Por eso la mayoría del tiempo hablan mucho, sin aportar nada. Se dice que son como loros de repetición, aunque algún experto ha apuntado que su tendencia a balbucear lugares comunes los acerca más a otro concepto, el del “cuñado estocástico”.
El caso es que esta forma de comportarse está levantando ampollas en la red. Los anglosajones ya le han pillado el punto a la maquinita y hasta se han inventado una palabra nueva para describir esta forma de hablar mucho sin decir nada: yapping. Con esa agilidad que tiene la lengua inglesa para crear nuevos conceptos, hace unas semanas que todo el mundo habla de lo que es y no es yapping y todo el mundo lo ve, mucho más allá de estos chats, por todas partes. Las búsquedas de este término en Google se han disparado en los últimos meses.
¿Y en castellano? Aquí el turrismo, o la acción de dar la turra, es deporte nacional. No solo la academia en español es mucho más dada al yapping que la anglosajona, además España tiene insignes instituciones dedicadas a dar la turra: de los cursos de verano a los ateneos. Y hasta tenemos turristas ilustres. Esa cultura oral sin hora de cierre de las tertulias, esa forma de estar en las reuniones y en los artículos, esa división de la sociedad entre quien habla y quien escucha no son de ahora, vienen de lejos. Como decía Eugenio D'Ors en una verdad que lleva viva más de 100 años, en Madrid, a las ocho de la tarde, o das una conferencia, o te la dan.
¿Dónde aprendió ChatGPT a ser turrista? Seguramente en la universidad.
Y es que la mejor analogía para entender la mecánica de los chatbots es la de un estudiante frente a un examen. Estos bots, como si fueran estudiantes, no quieren decir nada original, no quieren convencer a nadie de nada, no hay emoción en lo que hacen, no va a ganar nada, ni siquiera están pensando racionalmente. Lo que están intentando entender es qué quiere el profesor que pongan en el examen; identificar, de entre todos los contenidos que les ha dado durante el curso, cuál es el que espera encontrar en la respuesta. Y decir lo que se espera de ellos. Y hay veces que se saben la respuesta y hay otras que no, pero da igual, porque lo importante es dar apariencia de saber, aunque mientan, aunque se lo inventen. Y cuanto más rollazo, más apariencia.
Cuando una tecnología transforma algo que era escaso en abundante, lo devalua. Como cuando se popularizaron esos hornitos eléctricos que permitían a cualquier tienda recalentar unas barras de pan congelado que olían muy bien cuando las comprabas pero que a los 10 minutos estaban tan chiclosas que no había quien se las comiera. Por pura saturación, a la gente le empezó a dar asco aquel pan y, de pronto, surgieron por todas partes las panaderías gourmet. ChatGPT es el hornito electríco del turrismo.
Así que aquí va una información de utilidad pública para todos los turristas: deponed las armas, ha llegado la hora de cambiar de plan. ChatGPT ha puesto el turrismo en el foco de la ira de toda esa gente que ha vivido obligada a escuchar a otras personas –y, por qué no decirlo, generalmente a hombres blancos cis hetero– hablar sin parar. En unos pocos meses, vais a sonarle fatal a todo el mundo. El turrismo es el nuevo olor a Brummel. Dar la turra va a empezar a dar tanta grimilla como usar fotos de stock para ilustrar un Powerpoint.
2024 es el año de empezar a decir las cosas muy claras y muy concisas. De decir algo relevante para tu interlocutor. De dejar de hablar por hablar. Incluso, cuando uno no tiene nada que decir, de poner en práctica esta nueva y radical idea que viene del futuro: dejar que sean otras personas las hablen.
Y tú, ¿das la turra o te la dan?
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