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Comisionista por la gracia de la Transición

4 de septiembre de 2021 22:54 h

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La estrategia de la servidumbre patria tras la noticia de que la Fiscalía del Tribunal Supremo considera que existen indicios de que el el rey emérito Juan Carlos I habría logrado su fortuna como comisionista internacional es la de intentar salvar al actual monarca con una frase que se ha repetido de manera insistente en todos los debates, tertulias y columnas vasallas: “hay que separar la persona de la institución”. 

Separar la persona de la institución es lo que hacían en Francia en 1789, de manera literal lo de separar. En España hacer eso se llamaría república. La única manera de que Felipe VI se vea libre de esta polémica sería la de abdicar, porque jamás sería rey si separamos a Juan Carlos I de la institución. La vía filial para adquirir instituciones está muy bien para evitar competencia pero te hace tener que heredar las responsabilidades de tu predecesor, no hay más. 

Otra pregunta que cabría hacerse es en qué momento tendríamos que separar a la persona de la institución para salvaguardar el buen nombre de la monarquía y de Felipe VI de las actuaciones delictivas de Juan Carlos I. Me temo que se refieren única y exclusivamente al momento en el que hemos tenido un conocimiento tan exhaustivo y profundo de las actuaciones delictivas del emérito que ya no es posible negarlo, no se trata de actuaciones derivadas de la vida privada de Juan Carlos de Borbón una vez que abdicó, se trata del uso espurio de España y sus instituciones como método de enriquecimiento desde que tuvo algún tipo de responsabilidad. No hay monarquía limpia en España desde que Franco usó el dedo para colocarla como sucesora a su dictadura. 

Por otro lado, la Fiscalía en su labor vergonzante dilatoria ya está haciendo todo lo posible para que las actividades delictivas del emérito no se vean enjuiciadas y poder salvarle de comparecer ante los tribunales en lo que sería un golpe definitivo para la monarquía. La intención constatada con su dejadez de funciones es que el hecho biológico extinga las responsabilidades penales. Que esperan a que se muera pronto, vamos. La muerte del monarca sería bien recibida en todas las instituciones porque evitaría daños mayores a la credibilidad de la monarquía y de las instituciones judiciales españolas. Puede que morirse pronto sea el último sacrificio por España que piden a Juan Carlos I. 

El mayor problema al que se enfrentan todos aquellos que están intentando salvar los rescoldos del relato con el que engatusaron a millones de españoles es que no hay institución que no haya quedado tocada de muerte por la labor del rey y el empeño por ocultar sus miserias a la opinión pública. El rey fue comisionista por la gracia de la Transición del mismo modo que fue rey por la gracia de Franco. No ha habido un sector, desde la política a los medios, que no tenga que arder completamente para volver a renacer. Está todo tan podrido que no hay nada que salvar, hay que volver a plantar. Ya no engañan a nadie. 

Tampoco engañaron a todos. Porque la noticia de sus actividades no ha sorprendido a quienes han hecho un esfuerzo por informarse sobre el verdadero proceder del monarca pese al relato mayoritario, monolítico y hegemónico. Un cuento que intentaba transmitir una ejemplaridad que se desnudaba en la misma campechanía, que no era más que una manera de maquillar la vida de un crápula con un término que pareciera amable a ojos de los ciudadanos. Que el rey era un comisionista estaba escrito en multitud de obras de personas valientes que se atrevieron a plasmar lo que otros fueron callando.