A los neoliberales les encanta referirse a eso que llaman “capitalismo popular” y que puso de moda Margaret Thatcher; la idea de que la gente corriente puede invertir en bolsa, tener valores, ser propietaria, accionista, beneficiarse del capitalismo, en definitiva... La realidad es que “capitalismo” y “popular” son términos antitéticos por más que muy a menudo se pretenda que vayan juntos. Al fin y al cabo todo esto trata de que el capitalismo, un sistema que está diseñado para que unos pocos se hagan ricos a costa de la mayoría, no sea contestado y, por el contrario, sea refrendado cada vez que pasamos por las urnas. Pero no, lo cierto es que la gente corriente, las clases trabajadoras, no pueden invertir porque las inversiones no están diseñadas para que ellos ganen dinero sino para que lo ganen los ricos; ni pueden ser propietarios de nada, sino sólo deudores de los bancos, ni tampoco pueden hacer que sus ahorros crezcan lo suficiente como para asegurarles una vejez digna; por el contrario es muy posible que al intentar invertir en algo los ahorros, al intentar asegurar una pensión, ocurra lo contrario: que los ahorros mengüen, cuando no desaparezcan directamente por culpa de una crisis, de una quiebra, de cualquier circunstancia que los volatilice. Lo único que podemos hacer las personas corrientes que no somos ricas es tratar de no creer nada de lo que nos venden y luchar porque se hagan políticas en beneficio de la mayoría, y no al revés.
Según un artículo que publicaba el diario Público hace unos días, más de un millón y medio de pequeños ahorradores han sido estafados en los últimos diez años con diferentes clases de timos, siempre con el reclamo de hacer crecer milagrosamente los ahorros. Aquí tenemos dos tipos fundamentales de estafadores. Primero están los cutres, que se montan una estafa piramidal como la de Afinsa, Forum Filatélico o la última: Gowex; estafas que funcionan durante años antes de descubrirse, por lo general cuando ya los estafadores han puesto su dinero a salvo. Ante estas estafas cutres el sistema se despereza con lentitud, se aplican las leyes con pereza y no con dureza y, al final, nadie suele ir mucho tiempo a la cárcel si es que va, indulto por medio.
Y luego hay estafas de primer nivel, de clase A, las que se producen en el corazón mismo del sistema, las que forman parte de él. Venimos de la gran estafa de la burbuja inmobiliaria que ha arruinado a millones de familias con hipotecas basura y que luego nos ha arruinado a todos, porque todos y todas hemos tenido que pagar las malas prácticas de los bancos. El mismo funcionamiento de la bolsa es, en muchas ocasiones, nada más que una estafa planificada y bien organizada, pactada entre unos cuantos para desplumar a muchos. Pero en España la estafa de clase A por excelencia ha sido la de las preferentes. La de las preferentes ha sido un timo cutre en su forma (falsificar la firma de niños o de enfermos de Alzheimer...) pero de primer nivel por sus perpetradores: banqueros y financieros que, como vampiros sedientos de sangre, se lanzaron a por los ahorros de gente trabajadora que aun no estaba empobrecida después del primer timo de las hipotecas hinchadas.
Si los timadores clase B no suelen ir a la cárcel, los de clase A no sólo no van a la cárcel sino que como se topen con un juez un poco demasiado quisquilloso, lo más probable es que sea éste el que acabe en el banquillo. Rodrigo Rato jamás irá a la cárcel, eso seguro, pero Garzón y Silva ya han pasado por el banquillo; decenas de miles de pequeños ahorradores se han quedado sin sus ahorros. Rato, Blesa, Botín y cía. seguirán siendo invitados a las grandes fiestas sociales y les veremos entre la élite financiera, organizando el mundo, y no en la cárcel, tal como correspondería.
Supervisores de todo tipo, públicos y privados, instituciones públicas que supuestamente velan por el buen funcionamiento del sistema, no han impedido ninguna de estas estafas. ¿Cómo se van a controlar las estafas si los que estafan son los mismos que, de una manera u otra, nos gobiernan? No hay control porque esa falta de control, esa facilidad para el robo organizado, es parte fundamental del propio sistema cutre-capitalista o capitalismo de amiguetes puesto en práctica por el Partido Popular. Estos timadores, estos estafadores, son el prototipo del emprendedor defendido por el Partido Popular. No se engañen. A esos nadie va a supervisarles nada, ni va a controlarles, porque siempre son los amigos de alguien, los protegidos de alguno o los primos de alguien que manda mucho. ¿Cómo va un partido financiado ilegalmente y repleto de gente que se ha enriquecido rápida y sorprendentemente a extremar el control sobre el enriquecimiento rápido y sorprendente? ¿Quién va a controlar a los estafadores si están en el poder? Así que cuando un ministro diga que los controles han fallado, permitan que me ría. Los controles no han fallado, simplemente los controles no están para controlar eso. Lo más seguro es que los controladores sean parte del mismo entramado timador. Como el Tribunal de Cuentas más o menos.