La corrupción no acaba en Rajoy
Aunque todo apunta a que no será así, cuando escribo estas líneas yo aún no descarto que Rajoy acabe dimitiendo en el último momento para evitar que Pedro Sánchez saque adelante la moción de censura que le convertiría en presidente del Gobierno. Lo que sí sabemos seguro es que, sea ahora con el líder socialista en La Moncloa o después de las próximas elecciones generales, nuestra democracia va a tardar mucho tiempo en recuperarse del periodo más negro desde que fue reinstaurada, de aquella manera, tras la muerte de Franco. No va a ser fácil y va a necesitarse valor y decisión política para devolver la fertilidad a la tierra quemada, a esta España saqueada y arrasada por el presidente más letal que la ha gobernado desde 1977.
El mejor ejemplo de la nación que ha construido Rajoy ha sido, precisamente, el último capítulo del caso de corrupción que le ha enterrado políticamente. Lo contaré de forma esquemática para intentar ser más elocuente: Bárcenas y su esposa fueron condenados a largas penas de prisión. Bárcenas amenazó al PP con contar todo lo que sabía sobre la corrupción del partido si su mujer iba a la cárcel. El Consejo General del Poder Judicial, controlado por el PP, cambió la composición del tribunal que debía decidir el futuro de la esposa de Bárcenas. El tribunal, con esa nueva composición, decidió dejar en libertad a la esposa de Bárcenas a cambio de una ridícula fianza. Bárcenas mantiene la boca cerrada.
Algunos pensarán que es una casualidad. La misma casualidad, sin duda, que se dio cuando el anterior tesorero del PP, Álvaro Lapuerta, sufrió varios extraños accidentes que le provocaron una “demencia sobrevenida” que le impidió testificar ante el juez; la misma casualidad que llevó al poder judicial a inhabilitar a Baltasar Garzón, el magistrado que acababa de destapar la trama Gürtel; o la misma casualidad que motivó el cese o el traslado de determinados fiscales y comisarios de policía que investigaban a los corruptos.
Si no hay sorpresas al estilo Tamayo (no descartemos nada ya que estamos hablando del PPGürtel), la salida de Rajoy en directo o en diferido es un hecho que cualquier demócrata debería celebrar. Alegrémonos, pero con moderación porque el presidente del Gobierno solo era el tumor más visible de un país que tiene metástasis. Si hubo corrupción masiva es porque hubo centenares de corruptores y, prácticamente, ninguno de ellos ha pasado por el banquillo de los acusados. Si hubo corrupción masiva es porque hubo y hay jueces y fiscales que hicieron el juego, por acción u omisión, a los corruptos, Si hubo corrupción masiva es porque hubo y hay periodistas que encubrieron y justificaron a los delincuentes.
Ninguna democracia que no estuviera gangrenada en todos sus estamentos hubiera tolerado que el PP permaneciera en el poder mientras sus alcaldes, concejales, presidentes autonómicos y ministros iban dimitiendo y acababan imputados, cuando no encarcelados, por gravísimos casos de corrupción. Ningún país civilizado habría tolerado a un Gobierno que ha hecho de la mentira su principal recurso discursivo. Ninguna nación habría aceptado dirigentes que hablan de finiquitos en diferido, presidentes que minimizan la destrucción de discos duros cargados de pruebas, ministros que creaban policías políticas para espiar e incriminar a adversarios. Etcétera, etcétera y miles de corruptos etcéteras.
Tras la era Rajoy, que en realidad es la etapa Aznar-Rajoy-Bárcenas, hay demasiada gente y muy poderosa que tiene el armario repleto de cadáveres: políticos, empresarios, magistrados, policías, periodistas… Unos contribuyeron al saqueo desde las instituciones, ya fuera activamente o encubriendo a los perpetradores. Otros han visto crecer sus imperios financieros gracias al sistema clientelar creado por los corruptos. No pocos han hecho su carrera en la judicatura, en la fiscalía o en la policía “afinando” aquellos temas que inquietaban a los ministros. Algunos, incluso, como el actual presidente de RTVE, directamente, aparecen en los papeles de Bárcenas como receptores de sobresueldos pagados con dinero negro. Son muchos, e insisto muy poderosos, los que se van a resistir a que se produzca una verdadera limpieza en nuestro país porque saben que la escoba democrática los arrojaría al lugar en el que merecen estar: el cubo de la basura corrupta que ha acumulado durante décadas el Partido Popular.