El culo de Feijóo

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La ingeniosidad que despliegan los humanos para inventar argumentos a favor de sus errores es muy superior a la que despliegan en busca de la verdad"

He dado con una curiosa polémica respecto al origen de la expresión, tan pertinente en ocasiones, que impele a no confundir el culo con las témporas. Veo cómo un filólogo adopta la explicación de que, dado que se trata de oponer dos términos perfectamente contrarios para reforzar la idea de que no hay que mezclar las cosas, lo suyo es deducir que “témpora” está utilizado en esa expresión en su acepción latina que significa además de tiempo, sienes y que, por tanto, nos estaría diciendo que no hay que mezclar cosas tan opuestas como la sede del intelecto, las sienes, y la de los excrementos, el susodicho culo. Parece una buena explicación si no fuera, alegan otros, porque el castellano no refleja ningún uso de palabra derivada de ese significado del latino tempora si no es el nombre del hueso temporal. 

Otros debatientes prefieren acogerse al único significado castellano de témporas, nombre que se da en la liturgia católica a los ayunos previstos para los miércoles, viernes y sábado de la primera semana de cada una de las estaciones. Las témporas fueron adoptadas por el cristianismo allá por el siglo III y no dejan de ser una asunción de las costumbres paganas de agradecer a los dioses las cosechas y los dones de la naturaleza. Así que las témporas que se celebran en cada estación -y que tienen asociado a cada día una iglesia de Roma: los miércoles Santa María la Mayor, los viernes Los Doce Apóstoles y los sábados, San Pedro- propiciaban la penitencia que los monjes realizaban mediante las disciplinas, disciplinándose las nalgas. Pretenden estos estudiosos de la lengua que el origen de la expresión reside en la reticencia de un novicio espabilado a flagelarse que le llevó a preguntarle al abad qué porras tenían que ver las témporas con su culo, que quedaba por su liturgia gravemente lastimado. 

¿Y qué tiene que ver todo esto con Feijóo? Pues como el culo con las témporas, pero no me negarán lo bonito de saber estas cosas. Lo mismo que tiene que ver, por ejemplo, el destrozo de un órgano constitucional con una reforma del Código Penal: nada y, sin embargo, esas témporas que no piensan y esos culos bien sentados se siguen encastillando para no sacar a la democracia española de este impasse terrible. No alcanzo a entender cómo habiendo llegado el candidato popular con ideas sensatas que le llevaron a intentar el año pasado un acuerdo para la votación parlamentaria de los nuevos vocales - una cosa es la reforma de la sedición y otra el CGPJ, llegó a decir con buen criterio Gamarra- luego se ha vuelto a enrocar en esa estulta y dañina idea de que la política, la democracia, las instituciones y el futuro constitucional constituyen un totum revolutum, un todo indivisible, en el que todas las controversias deben ser metidas en el mismo crisol para machacar el sistema.  

La repesca de parte del equipo anterior augura un retroceso a tiempos terribles. Leer a Cayetana en una red que tenía abandonada: “Ni una institución sin asaltar. Como para entregarles el CGPJ”, con el oxoniense olvido de que de tal argumento se infiere que has de tener algo en tu poder si tienes la posibilidad de entregarlo. Confesiones aparte, el corto mensaje refleja la pujante tendencia en el seno de los populares a confundir interesadamente el culo con las témporas. Yo ya he criticado en este mismo medio los nombramientos discrecionales que rayan la arbitrariedad, y que hay que ser muy groupie para defender, pero eso no me impide ver la insostenible situación a la que hemos llegado por el descrédito y la descomposición a la que el PP ha llevado al órgano de Gobierno de los jueces en una cabezonería tacticista, que se debe a los que piensan que llegar a cualquier acuerdo con el PSOE ahora mismo, sea imprescindible o no, les restará votos. Ese tacticismo es tan pernicioso como el caudillismo del que acusan a Sánchez y trae a colación otra frase y es que entre todos la mataron y ella sola se murió. La Justicia se muere y la labor imprescindible de miles de jueces se mancha y contamina con esta lucha partidista; de forma más prosaica, el PP perjudica las lícitas expectativas de decenas de togados que pretendían proseguir su carrera profesional y que ven cómo se les pasa el asado o les llega la jubilación sin poder optar a ellas. Más culos y más témporas. 

Los nombramientos pueden ser un abuso -ahí está el Supremo para vigilarlos-, la amnistía inconstitucional -ahí está el Constitucional para supervisarla- y las negociaciones con Junts una basura -ahí tienen el Parlamento y otros resortes para exigir transparencia- pero tales posturas que se reputan lícitas jamás pueden provocar un emputecimiento del sistema constitucional del que dicen ser adalides. Con su empecinamiento deslegitiman a tales instituciones y a sus todos sus miembros, un gran trabajo para defender la institucionalidad. A los nombramientos, contra los nombramientos. A las reformas legales, contra las reformas legales. A las amnistías, contra las amnistías. Sólo los inmaduros pretenden que en cualquier discusión, incluidas las conyugales, si se busca un arreglo la mejor operativa consiste en introducir no el elemento de disputa sino todos los agravios de años de convivencia. 

Ser constitucionalista pasa por acabar con la mayor anomalía del sistema constitucional que hoy día vivimos y que no es otra que la situación del CGPJ. Es tan palmaria, tan clara, tan poco discutible que es la que Europa ve de lejos. El punto de cochambre alcanzado es muy grande, pero hay opciones. Siempre hay opciones si se tiene voluntad real. Empecinarse en renovar la ley sin terminar el procedimiento en curso carece de sentido hasta legal. Recuerden que hay una sentencia de Estrasburgo que dice que los candidatos que andan colgados desde 2018 tienen derecho a que se produzca la votación en las Cámaras recogida en la Constitución y que los presidentes de ambas no han tenido a bien convocar en cinco años. Eso también es difícil, aunque se reúnan. En un lustro hay mas de 600 nuevos jueces que no pudieron acceder a esa selección, hay personas que ha cambiado de situación, las Cortes Generales que aprobaron la lista actual son otras. En fin, que hasta podrían ser recurridos los nombramientos y habría un montón de legitimados no discutibles. 

Hay otra opción que sería acabar ese procedimiento enquistado mediante una votación, aunque resultara fallida, para así reiniciarlo. En cuatro meses, es lo que se tardó en 2018, los jueces volverían a tener su selección hecha y los candidatos actualizados, en buena medida diferentes, podrían ser sometidos a acuerdo y a votación. El CGPJ resultante tendría por delante contribuir a encontrar un sistema menos politizado que, desde luego, no puede ser el de la elección directa por los jueces que, como toda la carrera sabe, sólo beneficiaría a una única asociación judicial, que detentaría todo el poder. Cambiar las Cortes por el corporativismo de vía única no es opción. La que propugna Guilarte, minorar el peso del Consejo en los altos nombramientos, que es el pastel que buscan los partidos, no sería para nada una mala salida. Otra frase: muerto el perro se acabó la rabia. 

No me cabe duda de que todo esto hay gente del PP que lo tiene claro. Cosa distinta es que te amenacen con una patada en el culo si intentas ser sensato, porque los tácticos de extremo centro consideren que la institucionalidad está reñida con el resultado en las urnas. Creo que se equivocan. Hay votantes que los verían de otra forma si dejaran de hacer el macarra. Guardar el propio culo por encima de salvaguardar el sistema es otra forma de corromperlo. Y, como decía Revel, les recuerdo que la tarea más dura de un periodista no es describir la verdad con exactitud o comentarla con talento: “la tarea más ruda de un periodista es la de sobreponerse a la resistencia que oponen a la divulgación de la verdad los prejuicios, los intereses, las cobardías y la estupidez”. De todas esas resistencias vamos sobrados.