Daddy Issues

22 de julio de 2020 22:36 h

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En mi casa estamos acostumbrados al anglicismo. Lo usa mi hije de instituto bilingüe cuyo padre le pone películas en versión original desde la cuna. Cuando quiere pinchar a su papá, –que ocurre infinitas menos veces que las que me quiere pinchar a mí– afirma tener “Daddy Issues”. Yo los tengo y eso que las cenizas del mío ya están en un arbolito del patio conviviendo con las hormigas. Quién no va a tener temita, temazo con el padre, quién no ha trasladado toda la jodida experiencia de ser hija o hijo de un señor a cada cosa que se haya propuesto hacer en la vida. Abundan las generalizaciones: si buscas locamente reconocimiento de la autoridad es porque tienes “daddy issues”, si recaes en el mismo tipo de novio maltratador es por tus “daddy issues”, si no abrazas fuerte, si no confías en los demás, si escribes una obra de teatro en la que dialogas con tu padre sobre vuestras elecciones afectivas… en fin, si estás en cualquiera de estas cosas que oscilan entre la identificación y la repulsión quiere decir que aún estás lidiando con ellos.

En Daddy Issues (Alpha Decay), Katherine Angel se hace las preguntas necesarias y trae, desde un enfoque feminista, al centro del debate, la figura del padre en la cultura contemporánea. Angel parte de algo de lo que no estoy tan segura: la nueva ola del feminismo se ha dejado al padre y hay que darle una vuelta. En todo caso le agradecemos que lo haga intensamente en este libro de menos de cien páginas y siga sumando al análisis. Mucha sensibilidad con el #MeToo, mucha acusación contra el novio, el esposo, el compañero de trabajo, el acosador, pero ¿qué hay de los padres?, ¿qué hay de ese personaje que da su nombre al sistema contra el que luchamos, el patriarcado? En este ensayo ninguno se salva de la revisión, desde Edipo, Electra y las paternidades de la tragedia griega, pasando por los complejos y traumas filiales de Freud, el incesto y hasta los papitos de la literatura y la cultua pop.

Los nuevos feminismos han recuperado la reflexión anticapitalista sobre el trabajo y la dimensión política de los cuidados, con lo cual la idea del patriarca ha vuelto con fuerza. Ese sobre el que orbitamos las demás, el que te llamó putita y el que engañó a tu mamá e intoxicó todo. El que se inventó una realidad paralela y quiso que vivieras encerrada en ella. El punitivo y el héroe. El que te violó y el que te negó la ternura. El que te vigiló y el que nunca estuvo. 

El padre nos marca con su fuerza patriarcal sea éste un bruto primitivo como si se las da de moderno, escribe la autora. Ejerce violencia con la excusa de protegernos. Hoy un hombre que hace lo que ha hecho siempre una madre, es decir cuidar, tiene muchos más likes en Instagram. Es un padre que se reconoce como feminista porque asegura que no quiere que nadie ponga un dedo sobre su hija. Estereotípicas o no, narcisistas o no, debemos seguir pensando en cómo dichas paternidades siguen perpetuando esa jerarquía de poder: “¿Qué pensarán las hijas de todos los Weinsteins de este mundo sobre sus padres?”, se pregunta Angel. ¿Qué pensará Ivanka cuando su padre dice que si no fuera su hija saldría con ella, cada vez que Trump la sexualiza? Muchos padres convierten a sus hijos “en apéndices de su vanidad y de su propia subjetividad”.

¿Cómo nos independizamos, cómo nos liberamos de esos issues? La autora no está segura de que baste con la verdad. Yo tampoco, pero ayuda en el proceso. Con nuestras terribles confesiones no se desmonta el sistema ni se hace justicia, a veces solo se afianza la impunidad y las fantasías de dominación del hombre: el papi humillado que clama venganza. Por eso el libro entiende el odio pero solo si significa el paso previo al amor, al habitar nuestras propias historias. Un amor libre de ansiedad y exigencia. Uno que salte de las represalias por la violencia a examinar nuestra propia violencia. Que sobreviva a la destrucción, escribe Angel, que no coacte ni para amar ni para ser feliz. Paternidades complejas pero en su justa medida de distancia y apego. Hijas e hijos viviendo por fin sus propias vidas.

El cuestionamiento de una cultura que nos ha envuelto en el abuso, la verticalidad y la violencia pasa por mirar al padre que tuvimos o al que no tuvimos. Mi verso favorito de Sharon Olds y que puse de epígrafe en un poema decía: “Acabo de rendirme y al final me he convertido en mi padre”. Siento que llevo la vida escribiendo sobre mis daddy issues y que no voy a parar (o tal vez sí). También sobre mis mommy issues, claro, esos apegos feroces, que decía Vivian Gornick. Pero es con él con quien lucho cuerpo a cuerpo en su territorio, en territorio enemigo, tanto para doblegarlo como para que me mire un rato más desde esa nube que acabo de inventarme.