El 21 de enero pasado, Vox publicó el siguiente tuit: “Un joven español de tan solo 17 años pierde la vida en Almería a consecuencia de las políticas suicidas que fomentan la importación de delincuencia y barbarie. Otro caso aislado silenciado por la corte mediática al servicio de este Gobierno”.
El tuit enlazaba a una noticia del periódico la Gaceta de la Iberosfera titulada: ‘Un marroquí atropella mortalmente a un menor español en Almería“. La nota llevaba el subtítulo ‘El conductor presentaba signos de alcoholemia y no tenía carnet’. En ella se contaba que, en el momento de la detención, la Guardia Civil constató que el conductor carecía de licencia y que ya había sido detenido un mes antes por esa misma infracción. Lo del presunto estado de embriaguez del marroquí no aparecía en el texto como una comprobación policial, sino como una deducción de ”testigos del suceso“ por su ”forma de conducir“. El periodista dedicaba una larga parrafada a quejarse del ”silencio de los medios locales y provinciales“ ante el hecho, a pesar de la cantidad de ”diligencias por robos, agresiones y otros altercados relacionados con sujetos de nacionalidad magrebí“
Sin entrar en el debate sobre la supuesta relación entre inmigración y delincuencia –existen abundantes estudios socioeconómicos y estadísticos que desbaratan las soflamas xenófobas de la ultraderecha-, este episodio ilustra la forma en que Vox aprovecha impúdicamente una tragedia que ha llenado de luto a una familia para agitar su campaña permanente de criminalización contra un colectivo de inmigrantes mediante la manipulación, la exageración retórica y la burda táctica de la generalización. No vale que en ocasiones intente matizar que sus ataques no van dirigidos contra todos los inmigrantes, sino contra los “ilegales” (como si esto fuera un agravante): es bien conocida la hostilidad de la extrema derecha contra la inmigración de culturas consideradas ‘enemigas’ de Occidente, muy en particular la de raíces musulmanas.
He buscado concienzudamente en internet casos de atropellos mortales cometidos por magrebíes en España, además del citado de Almería. He encontrado un par en 2021: el 17 de septiembre, un conductor marroquí se fue contra varias mesas en la terraza de un bar en Torre Pacheco (Murcia) y murió un venezolano, además del conductor, que tenía una herida profunda en el tórax causada por un cuchillo. Una de las hipótesis que barajó la Policía es que podía tratarse de un atentado yihadista. No he encontrado más información sobre el hecho. El 26 de noviembre, una joven falleció en la Ciudad Universitaria de Madrid tras ser atropellada por un magrebí.
Al mismo tiempo, he hallado tres casos de marroquíes arrollados en 2021: El 9 de enero fue detenido el conductor de un Porsche que había causado la muerte a un joven marroquí en Alcalá de Henares. El 11 de octubre, otro joven marroquí murió atropellado en Beniel (Murcia). El 26 de octubre, mientras hacía deporte en bicicleta en Calahorra, murió arrollado el marroquí de 19 años Hamza Bouassaoui, a quien los medios deportivos exaltaban como una promesa del ciclismo navarro. También he dado con un suceso que muestra cómo se puede esparcir un bulo para dirigir el dedo acusador contra los magrebíes. El 29 de mayo de 2021 murió arrollado el agente de la Guardia Civil Agustín Cárdenas en Jerez (Cádiz). El sindicato policial Jusapol –uno de los convocantes a la reciente protesta contra la reforma de la ‘ley mordaza’- publicó un tuit en que señalaba que el vehículo “lo conducían dos magrebíes”. Las redes sociales se llenaron de comentarios iracundos contra ese colectivo de inmigrantes. Después se confirmó que los conductores no eran magrebíes. El tuit ha desaparecido de la cuenta de Jusapol.
A raíz del mensaje de Vox sobre el caso de Almería, busqué información sobre cuántos peatones mueren atropellados en España. Según el portal Statista, en 2020, último año disponible, murieron 250. Carezco del dato oficial de cuántas de esas muertes fueron provocadas por magrebíes, pero dudo de que el porcentaje sea mayor que el porcentaje de la comunidad magrebí con respecto a la población total de España. Pero, incluso si fuera mucho más alto, lo que hace un investigador de verdad –no un demagogo populista- es analizar los factores que explicarían la desviación estadística antes de extraer conclusiones. Y no utilizaría, ni mucho menos manipularía, esas conclusiones como instrumento para demonizar a colectivos humanos, como acostumbra hacer la extrema derecha, sino como herramienta para intentar corregir un problema mediante la comprensión del fenómeno. Idioteces de “progres”, que dirían las huestes de Abascal.
En realidad, Vox ya casi ni se toma el trabajo de analizar a fondo las estadísticas oficiales para luego manipularlas en su beneficio, como suelen hacer los partidos perdedores con los datos de las elecciones. La formación ultra maneja un sistema estadístico paralelo que le permite, a partir de una persona arrollada por un marroquí cuyo único antecedente es que carece de carné, deducir que el Gobierno fomenta “la importación de delincuencia y barbarie”. Decía el escritor escocés Andrew Lang que hay quien “usa las estadísticas como un borracho utiliza la farola: para el apoyo en lugar de para la iluminación”. Vox no aguanta un examen de alcoholemia.