Las tres derechas han copado titulares y portadas en los últimos meses. Las tres echaron al PSOE de la Junta de Andalucía después de cerca de 40 años y después se fueron del brazo a hacerse una foto en Colón, que fue la palanca utilizada por Pedro Sánchez para convocar y ganar las elecciones generales del 28 de abril.
Las tres derechas se aprestan ahora a hacerse con buena parte del poder municipal y autonómico dejando para más adelante las batallas internas que tienen pendientes. La primera, el intento de sorpaso de Ciudadanos al PP que tendrá que esperar en el cajón porque de momento en la mayoría de los sitios, los de Rivera van a darle alcaldías y presidencias a los de Casado, lo que fortalecerá al PP y dejará de nuevo a Ciudadanos en bisagra que además solo gira hacia la derecha. La otra lucha interna en la derecha es la del PP con Vox intentando convencerles de que vuelvan a la casa común mientras los ultras se acomodan en las moquetas e intentan hacerse un hueco en el escenario con su discurso tóxico.
El 26 de mayo ha dejado además sobre la mesa un nuevo tablero en la izquierda que puede acabar también repartido en tres. El PSOE ha recuperado con claridad su posición dominante en el centro-izquierda, superando de momento por mucho tiempo la amenaza que hace solo tres años supuso Podemos. Los socialistas han conjurado ese riesgo y se han situado como primera fuerza del país entorno al 30% de los votos. A su izquierda, Podemos vive en crisis permanente con ellos mismos y con el mundo, pero, aun así, logró el 14% de los votos y 42 diputados decisivos para la legislatura si el PSOE quiere gobernar hacia la izquierda.
Seguramente Podemos ya no volverá a ser lo que fue hace cinco años, sobre todo porque buena parte de aquellos dirigentes ya no están en el partido, pero tampoco se va a diluir, tiene un voto fiel, por encima del que siempre tuvo IU y que puede tener un suelo de al menos un 10%.
La gran pregunta de los próximos meses es si hay en la política española espacio para una tercera izquierda como lo ha habido para Más Madrid en la capital. Me parece evidente que Iñigo Errejón lo va a intentar porque considera que Podemos ya no representa a toda la gente que lo impulsó en su día y porque piensa que el PSOE tiene muy difícil volver a alcanzar cotas de voto como las que tuvo en el bipartidismo. Podemos se ha hecho viejo muy rápido y el PSOE, más allá del éxito electoral de Sánchez y de algunos liderazgos personales, sigue siendo un partido antiguo y desconectado, sobre todo de los jóvenes.
Si el PSOE no aprovecha el momento para acercarse al 40% de los votos y Podemos no frena su caída libre, Errejón puede tener su oportunidad para colocarse entre los dos espacios y arañar de los dos. Para ello, tendría que demostrar una capacidad de integración de todos los dirigentes que han salido despedidos de Podemos y también de las confluencias y mareas periféricas que han acabado como el rosario de la aurora con Iglesias y Montero.
En el PSOE pueden pensar que serían más fáciles los acuerdos con Errejón, pero seguro que saben que, para seguir creciendo es más amenaza Errejón que Pablo Iglesias, quien ya ha decidido situar a su partido en el extremo izquierdo de un tablero que se sigue moviendo.