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El mensajero del miedo

Una mujer andando sola de noche

Raquel Ejerique

Una vez, un mensajero imbécil quiso confundir ligar con acosar y le mandó unos whatsapps a @albatardellum tras entregarle un paquete. Y nadie bromeó en las redes con que quizás la chica “abrió la puerta en bragas” y nadie la llamó paranoica

Un día volví a casa de noche y no miré de reojo si alguien venía detrás para colarse en mi portal. No saqué el móvil por la calle inventando que hablaba con un hombre imaginario. Incluso no empuñé la llave a 20 metros longitudinales de mi puerta.

Una amiga dio una vez su número de teléfono a un chico que acababa de conocer sin sentir que quizás no debería por si era uno de esos chiflados. Y cuando resultó ser un acosador nadie le dijo: “¡Es que, cómo se te ocurre!”. Ojo, que la misma chica se hizo Londres-Mónaco en bici sola y a veces, si no tenía para hotel, dormía con su saco en parques o plazas.

Una vez estaba yo entrevistando a un experto en algo, me flirteó en cuanto paré la grabadora y no pensé avergonzada que quizás le había dado yo motivos, que había sido demasiado simpática o demasiado escotada. Tampoco le sonreí cortada y complaciente para luego salir corriendo. Ni siquiera lo borré de mi agenda profesional y otra vez hasta me atreví a llamarlo.

Y un día, cuando cumplió 19 años, a mi sobrina la dejaron pasear libre de día y de noche, sin pedirle que llamara de vez en cuando. Ni siquiera su padre tuvo que levantarse a las tres de la mañana para ir a recogerla al acabar la juerga. Es más, en la siguiente fiesta volvió a casa en taxi y ninguno de sus amigos tomó el número de la matrícula.

Una vez, un mensajero imbécil quiso confundir ligar con acosar y le mandó unos whatsapps a @albatardellum tras entregarle un paquete. Ella se atrevió a contarlo en twitter, pese a que él sabía dónde vivía ella y eso siempre es peligroso. La empresa de mensajería, MRW, lo despidió fulminantemente, sin preguntarse si la fresca era ella y sin dudar si era o no delito mandar mensajes hostigadores a una chica.

Y en las redes sociales nadie escribió que le parecía exagerado denunciar o que @albatardellum era una paranoica. Tampoco nadie bromeó con que quizás la chica “abrió la puerta en bragas” y por eso él se tomo la libertad de hacerle sentir perseguida y en peligro. En aquella ocasión tampoco nadie dijo: “Chica, qué exagerada, bienvenida al club”. Y por supuesto que a nadie se le ocurrió que la solución era dejar de recibir paquetes de empresas privadas entregados por hombres jóvenes en casa que para algo está Correos.

Hubo un día en el que el acoso y el hostigamiento en redes, por mensaje o a la cara, se convirtió en inaceptable. La violación y el abuso sexual era un delito raro, más raro que el parricidio. Los padres decidimos acabar con el círculo del miedo y enseñamos a nuestras hijas a ser precavidas sin ponerles la mochila paralizante. Y a nuestros hijos a pelear por la igualdad. Las niñas empezaron a plantar cara a ciertos comentarios y salían de casa vestidas como querían a la hora que querían.

Hombres y mujeres acompañaron con su energía y su activismo este camino inverso en el que por fin se culpabilizaba al acosador y se liberaba a la víctima. Y nos quitamos de golpe 20 kilos de peso y 200.000 años de encima, los que llevamos como especie sapiens atrapadas en la diana de 'Sujetos Susceptibles de Ser Dañados'.

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