Dicen que Felipe VI está cabreado con Mariano Rajoy porque ha convertido su pasotismo, atisbado cuando declinó el intento de formar Gobierno, en su principal actividad desde el pasado 21 de diciembre. Así ha logrado que se repitan las Elecciones Generales, que casi con seguridad le llevarán a ser presidente de Gobierno otra vez.
Dicen que Ricardo Costa, ex secretario general del PP valenciano, está tan enfadado con Rajoy y sus compañeros de partido por la soledad en que le han dejado. Que está dispuesto a defenderse, caiga quien caiga, para librarse de esos más de siete años de cárcel que le pide la Fiscalía Anticorrupción en el caso Gürtel. Por eso, entre los testigos a declarar en su juicio ha incluido a Rajoy.
Dicen que a Aznar se le transparentan las tabletas del abdomen debajo de la camisa nueva que se ha puesto para conferenciar en El Salvador sobre “Corrupción y populismo”, cuando le preguntan por sus antiguos discípulos, Rajoy y Montoro. Encoge tanto el estómago y aprieta las mandíbulas para no soltar un exabrupto, que los suyos le susurran “presidente, respira que te ahogas”. Temen que reviente algún botón de la pechera.
Dicen que Alberto Núñez Feijóo, en su día presunto delfín de Rajoy, está tan cabreado como Ricky Costa, Aznar y tantos otros con el presidente en funciones, por presionarle para que adelante las elecciones en Galicia al 26J, coincidiendo con las generales. La tesis del PP es que el adelanto favorece a Rajoy en las generales, pero perjudica a Feijóo que ya tiene complicado repetir la mayoría absoluta. No le ha bastado con forzar al gallego a repetir como candidato; uno menos en la carrera para sustituir a Rajoy.
Dicen que los “jóvenes” vicesecretarios generales -Casado, Levy y Maroto- siguen mosqueados con el presidente en funciones, aunque ahora hablan más bajo porque su estrategia de resistir parece que les dará buenos resultados....dicen que Soraya Saénz, Cospedal y estos.....dicen, dicen..
Y si dicen que digan, porque todo eso se quedará en una mera tormenta en cuanto regrese el amor unido por la argamasa del poder. Ya lo versionaba el gran José Antonio Labordeta. “Porque no nos ven hablar, dicen que no nos queremos....el amor es la tormenta contenida en un aire que inquieta....a tu corazón y al mío se lo pueden preguntar”. Labordeta nunca imaginó que su Dicen que nos nos queremos, ese cúmulo de “dicen” de los populares, de esa derecha que tanto le irritó, serviría hoy de consuelo a la izquierda -desde el PSOE a Podemos- para no avergonzarse ante el fracaso: permitir que el líder de un partido con las estructuras podridas hasta la médula, el de “Sé fuerte Luis”, vaya a volver ser el candidato y probablemente, el presidente del Gobierno de este país.