Las audiencias para el proceso de destitución del presidente de Estados Unidos me hicieron sonreír esta semana. No porque crea que Donald Trump está erosionando la democracia en todo el mundo, que también, sino por cómo explicó el impeachment el podcast del Daily. Mike Schmidt, veterano reportero de asuntos de seguridad nacional, contestaba a las preguntas de Leo, un niño de tercero de primaria de New Jersey.
“¿Cuánta gente escucha las llamadas del presidente?” “¿Qué significa quid pro quo?” ¿El denunciante es un chico o una chica?“ ”¿Qué son las audiencias?“
Con palabras simples y mucho respeto, Schmidt desgranó lo que se sabe hasta ahora de la llamada de Trump al presidente ucraniano y lo básico del proceso que empieza ahora en el Congreso. Para que lo entienda un niño de ocho años, pero también cualquiera de los millones de oyentes que por muy informados y sofisticados que sean se han perdido voluntaria o involuntariamente en los debates.
Uno de los problemas de la prensa y de la democracia hoy es que crece el número de personas que evitan activamente las noticias porque les parecen demasiado deprimentes, complejas o repetitivas. En el caso de España, un tercio de los posibles lectores evita las noticias, según los datos del Reuters Institute, y el porcentaje ha crecido en los últimos dos años.
La obligación de explicar bien asuntos públicos no sólo es una buena praxis periodística: es una forma de salvaguardar la democracia contra los intoxicadores interesados en que los ciudadanos desconecten de los hechos y se conecten intermitentemente a unos pocos mensajes simplistas, que no simples, para caricaturizar cómo funciona el mundo.
La brocha gorda y las falsedades para movilizar a costa de la ira son tácticas habituales de los extremos, pero el problema de las palabras rimbombantes con poco significado concreto es un mal común a casi todos los partidos.
El acuerdo de gobierno que firmaron Pedro Sánchez y Pablo Iglesias es un buen ejemplo de un elenco de promesas con muchas palabras genéricas y lo más largas posible que explican poco.
Las generalidades son habituales en los políticos, tengan o no claro lo que quieren o lo que pueden hacer. Por eso es tan esencial la labor de los periodistas de pedir detalles y tratar de explicar después qué pasa, qué significa y a quién le afecta. Y por eso se echaron en falta las esenciales preguntas después del repentino anuncio del acuerdo entre Sánchez e Iglesias. Para explicar a un niño de primaria España, la de ahora o la de los últimos seis meses, no valdría ese documento lleno de abstracciones.
Ante la avalancha de malas noticias y la desconexión de la audiencia, ya han nacido varios experimentos centrados en publicar buenas noticias o posibles soluciones a las malas. Un ejemplo es Perspective Daily, un medio alemán creado por neurocientíficos empeñados en centrarse más en posibles soluciones y menos en políticos nefastos. Sin llegar a este ejercicio un poco académico y que puede perder información esencial por el camino, un medio generalista también puede hacer un esfuerzo por reconquistar la atención de los esquivos lectores.
Explicar sin jerga, sin propaganda y sin palabras cargadas de emociones o partidismo es un desafío especialmente importante cuando se multiplican las voces extremas y las tribus. La escasez de ciudadanos atentos exige pensar en cómo hacerlo de manera diferente. A veces hace falta un niño de ocho años que te hace sonreír.