Euskadi geriátrica

He encontrado un patrón rarísimo en la campaña electoral vasca. Resulta que, cuanto más viejo es un candidato a lehendakari, mayor es la intención de voto hacia su partido.

Vean: el primero es el PNV (Iñigo Urkullu, 58 años), a quien sigue EH Bildu (Maddalen Iriarte, 57), PSE (Idoia Mendia, 55) y Podemos/Ahal Dugu (Miren Gorrotxategi, 52). Si estoy en lo cierto, bastaría con que Bildu encontrase un candidato o candidata de más de 60 años para ganar las elecciones (pista: Arnaldo Otegi tiene 61).

Lamentablemente, esta, como todas las teorías absurdas, tiene su agujero. El agujero aquí se llama Carlos Iturgaiz, candidato del quinto partido en intención de voto, que tiene 54 años, dos más que Gorrotxategi. De modo que, o todas las encuestas fallan y el PP supera a Podemos/Ahal Dugu (raro), o adiós a mi teoría.

Descubrí este extraño fenómeno cuando me dio por buscar la edad de los candidatos. Y la busqué porque estos días andan todos tratando de arramplar con el voto joven. (Si quieren saber cómo suena un candidato a lehendakari hablándole a un veinteañero, pídanle a Alexa que recite algo de Coelho a cámara lenta).

La buena noticia para los políticos y políticas vascas es que, dentro de poco, ni siquiera tendrán que hacer el esfuerzo de dirigirse a los jóvenes. Porque, dentro de poco, no habrá jóvenes en Euskadi.

En lenguaje administrativo se habla de “reto demográfico” y de “pirámide poblacional invertida”. En palabras de la calle, más directas, se dice que Euskadi está llena de viejos. Y la cosa va a más. Cada año nacen menos niños que el anterior, y la tendencia está cogiendo un ímpetu alarmante. En el primer trimestre de 2020, la natalidad cayó un 4’3% con respecto al mismo periodo de 2019.

El estímulo a la cópula no es admisible en las democracias modernas (ni, sospecho, tolerable desde la perspectiva jesuita del PNV), así que se están buscando alternativas. La clave pasa por hacer de Euskadi un sitio al que merezca la pena mudarse. Pero no es cuestión de que se mude cualquiera, ojo, a ver si nos va a llenar esto de gente rara. Los que tienen que venir son jóvenes en edad de merecer, fértiles, con tendencia a la procreación y, a ser posible, con doble grado y máster.

No es fácil. Euskadi no es Palm Beach precisamente, ni lo será nunca por más palmeras que nos planten. Y nadie se muda a un sitio solo porque se coma bien. La verdad (y esto es anatema en Euskadi) es que se come bien en muchos sitios, y en alguno de ellos, además, hace sol.

Los planes de contingencia están enfocados a la “atracción del talento”, que suena estupendamente, pero claro. El talento no es como un burro, que le plantas una zanahoria delante y, en media hora, lo tienes en Bilbao. O igual sí, pero lo que pasará luego es que el talento se comerá la zanahoria, visitará el Guggenheim y vuelta para su casa.

Así que, de un tiempo a esta parte, se habla también de “retención del talento”. Esta nueva estrategia se basa, fundamentalmente, en generar un síndrome de Estocolmo en los graduados por la Universidad del País Vasco para que no hagan la maleta en cuanto el negro del Rey firme su título.

El reto político y social es morrocotudo, y lo peor es que no puede aplazarse porque ya vamos tardísimo. Le deseo mucha suerte al nuevo Gobierno Vasco (que, spoiler, será el mismo que el actual) en este empeño. Más vale que sus planes salgan bien o, antes de que nos demos cuenta, Euskadi será el geriátrico más grande del mundo. Y, eso sí, el que más competencias tenga.