La conmovedora historia de Ángel Hernández, el primer detenido en España por colaborar en el suicidio de su mujer, María José Carrasco, enferma terminal de esclerosis múltiple nos ha impresionado a todos y ha convertido de repente en baratijas todos los argumentos de esta vacía campaña electoral.
El terrible sufrimiento de María José y el amor de Ángel ha desnudado además a nuestros políticos, incapaces en más de 20 años de dar una solución a estos casos tan dramáticos. No es un debate fácil, pero hace tiempo que en España hay ya un consenso suficiente sobre este asunto.
Fue el 12 de enero de 1998 cuando Ramón Sampedro falleció tras ingerir cianuro ayudado por una amiga, Ramona Maneiro. Fue el primer ciudadano español que reclamó el derecho al suicidio asistido y peleó por él sin éxito ante los tribunales. Sampedro se convirtió en un símbolo y su historia se llevó al cine.
Sin embargo, los partidos políticos mayoritarios tardaron muchos años en sentirse aludidos; más allá de las propuestas que presentaron en vano varias veces Esquerra Republicana e Izquierda Unida. El gobierno de Zapatero no incluyó ni la eutanasia ni la muerte digna entre los nuevos derechos que aprobó durante sus dos legislaturas y el PP de Esperanza Aguirre se dedicó en Madrid a una vomitiva campaña de infamias contra el doctor Montes y el equipo de sedación del Hospital Severo Ochoa.
Rajoy no movió un dedo en estos temas y ha sido en esta legislatura cuando han empezado a darse pasos adelante, aunque no se ha podido culminar ninguno, una vez más por estériles intereses partidistas. Ciudadanos presentó una ley de muerte digna que, tras ser aprobada en el Congreso, se ha quedado en la cuneta del Senado controlado por el PP. A su vez, Podemos registró una ley de eutanasia que no llegó si quiera a debatirse porque no fue respaldada por PP, PSOE y Ciudadanos. Hasta los partidos que la apoyaron criticaron la mala calidad técnica y jurídica de aquella iniciativa.
Los socialistas, ya dirigidos por Pedro Sánchez bloquearon una segunda intentona de Podemos, pero al final presentaron su propio proyecto de ley que ha sido a su vez paralizado por el PP y Ciudadanos. Un insensible e irresponsable Pablo Casado llegó a decir que éste era un problema que no existía. Todo un espectáculo con el resultado final de que, hoy por hoy no tenemos ni una ley de muerte digna ni una ley de eutanasia cuando sólo el PP mantiene su rechazo a este última.
Por si faltaba algo, los partidos se han dedicado a utilizar el caso en la campaña electoral cuando ninguno tiene motivos para sacar pecho. Esperemos que al menos, pasado el 28 de abril, estas leyes tan necesarias sean de las primeras que se presenten en el nuevo Congreso y esta vez sí, se aprueben y alivien el sufrimiento de miles de personas.