De Evaristo a Pablo Hasel
He podido escuchar a Pablo Hasel en diversas ocasiones y leer algunos de sus textos y canciones. Mediocres, a mi modo de ver. Pero esto no importa en la defensa de sus libertades. Salgo a la calle a defender la libertad de alguien con quien no tengo absolutamente nada que ver. Alguien que puede escribir artículos que digan cosas como “Que pongan ellos la otra mejilla, cosa que no hacen, pero que a nosotros y nunca mejor dicho, nos dejen en paz.” Mi antítesis en la idea de la paz social.
Alguien que sobre mi activismo por la paz y el de tantísimas otras personas, dice: “Quienes se reivindican pacifistas se otorgan el monopolio de la lucha por la paz, cuando en el mejor de los casos lo único que hacen es perpetuar la violencia de los opresores al condenar la autodefensa que les impida ejercer la violencia o terminar con su impunidad. Por eso no podemos permitir que nos den lecciones de paz y embauquen al personal vendiéndoles que son ellos quienes pueden conquistarla.” Alguien que sólo ve en blanco y negro y con quien no comparto casi ninguna opinión, a pesar de ser los dos de izquierdas; y que es más, estoy segura aunque no sea una opinión muy popular, no tiene ni idea de lo que es vivir de verdad es un país violento como el otro país mío (México) ni crecer con pobreza extrema o exclusión social desbordada como padece un tercio de los habitantes del mundo que compartimos.
Alguien que si estuviera dos meses viviendo bajo un régimen como el que defiende, alguien tan iluso y tan naif, tan ignorante de los verdaderos retos contra la pobreza y el desprecio social, que puede permitirse sentirse casi un mártir y un adalid de las protestas de la calle. No lo es. Es una persona que tiene derecho a decir y escribir lo que le parezca oportuno, y por eso salgo a defenderlo, pero que exuda un odio que si lo leyéramos en un votante de Vox o de la derecha catalana (léase Quim Torra) nos parecería despreciable y absolutamente denunciable. Hasel no. Hasel no, porque es de izquierdas y el esfuerzo de autocrítica de la izquierda en nuestro país es más que cuestionable.
Lo dice Hasel mismo, es cierto, pero lo dice con rabia, sin ninguna voluntad de encontrar la paz social por la que la izquierda de este país y de tantos ha trabajado durante tantos años. Sin ningún agradecimiento por sus predecesores, sin ninguna humildad para entender que forma parte de un conglomerado de resistencia y con una voluntad de mártir que me parece el colmo de la inocencia social. Si pudiera ver algunas de las cosas que hemos visto en redes internacionales de tráfico de personas, en la guerra del narco, en los campos de refugiados del mundo, en el Mediterráneo… si su izquierda fuera solidaria y no egocéntrica, saldría a defenderlo con más convicción, pero aun así salgo a defenderlo. No en contra de nadie sino a favor de todas y todos nosotros.
Defiendo su derecho a decir lo que yo considero a menudo una aberración. Conste. Y salimos yo y miles de personas que han dicho que no sólo saldrían a defender lo que les es acorde sino a defender la libertad de expresión. Somos los mismos que hemos salido a pedir un referéndum, a pedir libertad para los presos, a pedir ya antes la liberación de 11 raperos presos, los titiriteros de Madrid, los chavales de Altsasu, la resistencia de Murcia y de Pamplona. Aunque a diferencia de él, nosotros no sentimos que estamos en guerra. Porque no lo estamos; lo sabe cualquiera que haya visto una guerra. Y aunque vivamos bajo una democracia a menudo tan corrupta e imperfecta.
Ese no es el asunto. Pensar que eres el sacrificio de una ideología es el asunto. Lo advertía Adorno: la ideología es lo que mata. Y me ahorraré la lectura de toda las personas que me pregunten si entonces quiero vivir en un estado criminal; porque yo, como la mayoría de la ciudadanía pacífica de este país, hace años que no miro la vida en blanco y negro. Entre muchas otras cosas porque en España hay millones de personas que vivieron en blanco y negro y lo recuerdan; y su resistencia y su poder de combatirlo no ha recibido ni un 'gracias' de una persona como Pablo Hasel. Es decir, que estamos en las calles defendiendo a una persona que no es pacifista. Y esto sí es pacifismo. Lo entienda o no Pablo Hasel. Por supuesto que debemos exigir la libertad inmediata de los presos políticos de la política y el sistema económico. Exigir la libertad siempre. Pero eso no significa que las personas a las que defendemos sean como nosotros.
Dicho esto, pienso a menudo en quién me ha educado socialmente. Y siempre, siempre, tengo en la cabeza a Evaristo, cantante de la Polla Records. Su conocimiento social, su lucha, su capacidad de decir la verdad fue y sigue siendo profética. Como la de gran parte del rock vasco de los años 80. Absolutamente profética, inteligente y razonable. ¿Hoy encerrarían a Evaristo? Es posible, y por eso es que salimos a la calle. Pero es que Evaristo no deliraba, Evaristo sabía lo que estaba ocurriendo y no se medía sólo consigo mismo y este mundo tan pequeño que cabe en su ombligo. Evaristo era la voz de todas nosotras, todos nosotros. Y lo sigue siendo. El portavoz de una generación y de otra y de otra. Así que sí, sé que hoy podría encerrar a personas como él y lo están haciendo. Por eso estoy en la calle. Pero también sé que no estoy defendiendo a alguien tan lúcido, tan empático, tan social y solidario como habrían sido los referentes de la lucha social cantada.
Pablo Hasel no es Evaristo. Pablo Hasel exuda un odio que no construye nada. Y debe estar encantado viendo cómo, según él, la lucha antisistema (ternurita…) está llegando a las fuerzas del orden. Lo invito cuando salga a vivir en un país como México, en el que tenemos miedo a recurrir a las fuerzas del orden porque están compinchadas con el narcotráfico, a vivir en un país como Yemen en el que las mujeres no pueden recurrir a las autoridades, o a vivir en cualquiera de los 11 países del mundo donde la homosexualidad está penada con la muerte. Le estamos dando una lección de pacifismo, de eso no hay duda.
Pero él no nos da ninguna lección de convivencia social, deseo de debatir sanamente las unas con los otros ni de humildad: la injusticia de su encierro es tremenda. Pero el mundo es mucho más tremendo y parece que a él se le olvida. Y no, no es un artículo para hablar mal de Pablo Hasel; es un artículo para hablar bien de las miles y miles de personas que pacíficamente están saliendo a las calles a defender el derecho del otro a no pensar como él. A esto hay que añadir, sin duda, que todas las fuerzas de orden de este país necesitan con urgencia, con verdadera urgencia, una capacitación de paz y convivencia social. No lo digo por decir, lo digo porque se ha hecho en otros lugares y funciona. No tienen ni idea de cómo trabajar por la paz y muchos de ellas y ellos querrían hacerlo, estoy segura. Los que más se ven, como siempre, parece que lo único que hacen es escupir odio de regreso. Así que como diríamos en catalán: “Així no anem bé”. O como diríamos en México: “ni pa ninguno ni pa ningotro”. Haya paz.
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