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Nos faltan 893

Imagen de archivo tras un rescate.

Helena Maleno

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Esta es la historia real de Keita (nombre ficticio). Nunca ha estado en Europa, pero este territorio le ha marcado la vida para siempre.

El 23 de diciembre de 2019 lanzó una alerta buscando a su mujer y su hijo de tres meses de edad. Según las informaciones que le habían sido proporcionadas, su familia había llegado a Tenerife, en las islas Canarias, después de salir desde la ciudad de Dakhla el día 18 de ese mismo mes. Pero él estaba inquieto por el silencio de su mujer, que no daba señales de vida.

Otros guineanos le explicaron que era normal porque al llegar en patera las personas son detenidas e incluso privadas de libertad. Pero Keita tenía tantas ganas de volver a oír la voz de su amada que la inquietud le llevó a buscarla.

Ha pasado un mes, y Keita sigue sin noticias de su familia. Ni él, ni otros tantos seres queridos de las personas que surcaron el mar en aquella patera.

Mariam debía viajar en la embarcación, salieron cuatro aquella noche, pero según contó a Keita, le dieron ganas de orinar en mitad de la oscuridad, en el desierto; y cuando volvió, la patera se había ido con su hijo de 12 años a bordo. Se montó en la siguiente, esperando encontrarle a su llegada a Las Palmas. Desgraciadamente, no fue así. Mariam se paseó con la foto de su niño haciendo la señal de la victoria, iba preguntando a las ONG que la atendieron hasta que un abogado la llevó a la comisaría. El niño no constaba en los registros de llegadas.

Según los datos del monitoreo de la Frontera Occidental Europea, de nuestro Colectivo Caminando Fronteras, en la también denominada Frontera Sur 893 personas han muerto o desaparecido en el mar durante el año 2019 en el intento de llegar a costas españolas.

Superan en 50 a las víctimas reportadas en 2018, que ascendían a 843.

Mientras, el Gobierno español y Frontex, entidad encargada del control de las rutas migratorias europeas, se daban golpes de pecho por los datos que indican una reducción del más del 50% en las llegadas de migrantes al Estado español por vía marítima.

¿Cómo entonces pueden haber aumentado las muertes? ¿Quién es responsable de la dejación de la Defensa del Derecho a la Vida en las rutas migratorias?

¿Cómo es posible que 893 víctimas, entre ellas 83 niños y niñas, como el hijo de Keita y Mariam hayan quedado terriblemente invisibilizadas?.

Serían preguntas importantes, que podrían abrir informativos, pero el discurso del descenso en las llegadas es el único que llena portadas, y por qué no decirlo, incluso da votos.

No importan las 893 personas, porque sus muertes proporcionan cada vez más dinero a las empresas encargadas del control migratorio. Las víctimas son solo una mercancía que viene a engrosar los beneficios empresariales ocultos tras los crecientes discursos del odio.

Pero volvamos a Keita. Ayer de nuevo preguntaba al teléfono del Colectivo Caminando Fronteras por su familia, buscando respuestas que seguramente nunca llegarán. Lo hace cada día, algunas veces se disculpa porque no quiere molestar. Su voz suena cada vez más apocada .“¿Es posible que suceda un naufragio y las autoridades no sepan nada, no estén al corriente? ¿Se los puede tragar el agua?, repite desde hace una semana, como señal de que ha perdido prácticamente la esperanza. ”Ha pasado más de un mes, tal vez si están encerrados en algún lugar, una cárcel y no tienen teléfono, pero si no no...“, afirma sin atreverse a finalizar la frase.

Al menos 16 embarcaciones han desaparecido en el mar sin dejar rastro durante el año 2019. Los rumores sobre el encarcelamiento en Argelia de las 73 personas de una patera desvanecida en la zona de Alborán a finales de noviembre, han ido alimentando la esperanza de sus familiares. Historias, muchas de ellas absurdas, pero que ante la falta de informaciones oficiales, se convierten en el solo sustento para mitigar el dolor de la pérdida.

Keita ha ido durante este mes cambiando la foto del perfil de Whatssap, imágenes de su mujer y su hijo tuneadas con mensajes y corazones. Unos cuantos días tuvo incluso la palabra Allah escrita en árabe, porque decía que rezaba mucho para que el todopoderoso no les abandonase en el mar.

Y tiene toda la razón, cada vez más salir en una patera depende de la suerte o tal vez de Dios, porque la probabilidad de morir se ha acrecentado en las rutas migratorias hacia el Estado español. Las víctimas han aumentado porque se las va dejando morir: reduciendo los efectivos de Salvamento Marítimo, dejando campar a sus anchas a Frontex y su visión de la migración que la equipara al terrorismo o al tráfico de drogas. Dejarlas morir justificando órdenes y medidas políticas para no defender el derecho a la vida de personas como el hijo y la mujer de Keita.

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