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Un fantasma asusta a los poderosos: la unidad popular

José Luis Centella

Secretario general del PCE y coordinador de la presidencia de Izquierda Unida (IU) —

Un fantasma recorre los despachos de los poderosos, de los que creían tenerlo todo atado y bien atado, un fantasma recorre las sedes del bipartidismo monárquico que se creía eterno, que pensaba que podía culminar una segunda transición para renovar un régimen agotado y reemplazarlo por un nuevo orden social e institucional, que mantuviera los privilegios y la tasa de beneficios, en manos de los mismos de siempre durante décadas, hasta el próximo plan Renove.

Un fantasma que silba a la monarquía, que vota candidaturas de unidad, que rechaza las reformas educativas, que se revela contra el intento de consolidar un patriarcado que hace retroceder décadas en derechos conquistados por la mujer, un fantasma que se moviliza y consigue frenar la privatización de la sanidad madrileña y se niega a admitir que la vivienda es un negocio en lugar de un derecho. Que confronta con las reformas laborales con las que el PSOE y el PP han puesto a la mayoría social trabajadora a los pies de los empresarios, un fantasma, en definitiva, que en forma de una gran marea reclama Pan, Trabajo y Techo.

Pero no nos engañemos, el sistema, el que impulsó la reforma del artículo 135 para asegurar el beneficio de la banca por encima de cualquier otra cosa, el que transforma derechos como la sanidad o la educación en negocios, el que no duda en expulsar a las personas de su vivienda y prefiere ver casas vacías y seres humanos en la calle para mantener sus balances bancarios, el mismo sistema que nos entrega a la OTAN y convierte las bases de Rota y Morón en territorio colonizado por los EE.UU. y punta de lanza para acciones de ataque militar. Este sistema esta tocado, esta temeroso, pero no esta derrotado, y reacciona, siempre reacciona, para intentar frenar la marea de cambio, para asumir una derrota parcial, pero prepararse ganar la próxima batalla, la de mantener el gobierno central, el que decide sobre los grandes temas, sobre las relaciones laborales, el que puede decidir sobre la vida de las mujeres, el que nos puede sacar de la OTAN o situar la educación como el instrumento para hacer mujeres y hombres libres.

No se puede frenar ahora, hay que continuar la tarea en un doble sentido. Por una parte hay que mantener la movilización, frente a una crisis que no solo no ha terminado, sino que sigue provocando dolor, desesperación, en millones de personas que no ven posibilidades de encontrar un trabajo, que no pueden pagar la hipoteca, la luz o el agua, que no pueden acceder a las mínimas condiciones de vida digna. No se puede olvidar que un pueblo que no lucha es un pueblo derrotado de antemano y que las medidas sociales que impulsen los gobiernos locales salidos de las urnas el pasado 24 de mayo solo podrán ser efectivas si tienen un activo respaldo popular.

Pero al mismo tiempo hay que preparar la próxima batalla electoral, la que decidirá el gobierno del Estado, es el momento de que una marea unitaria recorra cada pueblo y ciudad, con el objetivo de ganar las próximas elecciones generales, porque se ha demostrado que es posible, porque cada vez es mas evidente que es necesario: es el momento de ganar la batalla contra el bipartidismo monárquico desde la unidad, desde la conciencia de que somos poderosos si vamos juntos.

Como decía Xosé Manuel Beiras, no hay lugar para gallos de gallinero, no es el momento de personalismos ni prepotencias, es el momento de la unidad, de buscar como decía Julio Anguita, unos puntos de encuentro programáticos que ilusionen a la mayoría social, trabajadora en la posibilidad de alcanzar La Moncloa para devolver derechos robados, para rescatar a las personas que sufren la crisis y poner todos los recursos del Estado al servicio de la mayoría social.

No hay ser ilusos, son muchas las dificultades, hay que superar personalismo, algún sectarismo y bastantes desencuentros, pero la perspectiva es tan ilusionante, la posibilidad de que por primera vez desde 1977, el pueblo sea protagonista de las decisiones que le afectan directamente, hace que cualquier otra cuestión se deba ver como menor, casi como ridícula. La lógica defensa de espacios de pensamiento diferenciados, la natural necesidad de mantener perfiles propios, tienen que tenerse en cuenta, tienen que valorarse en su justa medida, pero desde la certeza de que es mucho, muchísimo más lo que nos une que lo que nos puede diferenciar.

Es tanto lo que nos jugamos, que quien prefiera mantener su chiringuito, por amplio, reluciente y moderno que parezca será responsable ante el pueblo y la historia de haber permitido la recuperación de quienes hoy ven en peligro sus privilegios de clase.

Una propuesta que, respetando la diversidad de espacios, sociales, políticos, ciudadanos y de activismo social, trabaje por un acuerdo básico que permita configurar una alternativa para la construcción de un nuevo modelo de sociedad. Una convergencia que se organice de una forma participativa, plural y abierta y que busque una concreción electoral que confronte en las próximas elecciones generales, de forma unitaria, frente a los partidos del sistema, con posibilidades reales de ganar. El objetivo es claro, ganar las próximas elecciones eenerales para romper los candados del actual marco constitucional y forzar un proceso social e institucional que devuelva a la ciudadanía los derechos laborales y sociales robados durante estos años, un marco institucional que dé garantía de poder ejercer el derecho a decidir en todos los sentidos de la vida a las personas y los pueblos del Estado y que sitúe la gestión de la economía y de los recursos naturales en función del ser humano.

Por todo ello, quienes tengamos alguna responsabilidad política o social tenemos la obligación de ponernos al servicio de impulsar ese espacio de unidad en el que puedan referenciarse quienes sufren la crisis. Esto significa construir unidad en torno a un programa común y sustentado en una amplia movilización popular.

Este es el reto, esta es la esperanza de que el fantasma que hoy recorre los despachos de los poderosos se materialice el próximo noviembre en un gobierno de la mayoría social trabajadora para una salida social de la crisis.