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Así se fraguó la conspiración multinacional contra Rajoy y el PP

El PP tiene muy mala suerte: continuamente hay gente que, desde las ideologías e intereses más diversos, conspira contra este partido, con el objetivo de quitarle el poder que legítimamente ostenta. Ya ocurrió en las elecciones generales de 2004, cuando una conspiración urdida por Rubalcaba (que se hinchó a enviar millones de sms desde Ferraz), en la que participaron ETA, el grupo PRISA, los servicios secretos franceses y marroquíes y prácticamente todos los medios de comunicación internacionales de referencia, logró hacer creer al pueblo español que el Gobierno de Aznar había mentido cuando afirmó, y después mantuvo contra viento y marea, que ETA estaba detrás de la autoría de los atentados del 11M.

Nueve años después, el PP corre peligro de perder de nuevo el poder. Y, de nuevo, es producto de una conspiración que busca mover al PP del sillón, engañando a los españoles para que no voten al PP. ¡Pero lo llamativo es que, ahora, incluso el diario El Mundo, que denunció la primera gran conspiración del 11M, está en el ajo de la segunda!

En el PP lo tienen claro. O parece que lo tienen claro, porque explicaciones, lo que se dice explicaciones, no es que estén dando muchas. ¿Acaso hace falta? ¿No es evidente que quienes atacan al presidente del Gobierno atacan a España y buscan destruirla? Pero, por si acaso, vamos a reconstruir los hechos, tal como se infiere que el PP quiere transmitir a los españoles que ocurrieron. Al menos, por ahora, y hasta que Bárcenas se convierta de nuevo en un héroe, como en 2009, o en una víctima, como en 2011:

Luis Bárcenas se introdujo en el PP hace casi treinta años con el único objetivo de tratar de destruirlo desde dentro, quién sabe si comisionado por Rubalcaba o por el propio Pedro J. Ramírez. Esa es la única justificación posible a su malévola actitud a lo largo de todos estos años. Porque, desde el principio, y nada más llegar, Bárcenas se dedicó a crear, mes a mes, una falsa contabilidad B del Partido Popular, en la que entraban donaciones de empresarios y salía dinero destinado, fundamentalmente, a complementar los sueldos de los sufridos líderes del partido (salvo Aznar, quien, dice Bárcenas, nunca cobró nada, a pesar de estar al frente del partido durante 14 años y consentir, como mínimo, este sistema).

Bárcenas se inventó todo esto para hacer daño al PP, y en concreto a Mariano Rajoy, en el supuesto de que este alcanzase la Presidencia del Gobierno alguna vez. Y, hombre previsor, lo hizo desde 1990, 21 años antes de que Rajoy fuese investido presidente. Pero, como las cosas hay que hacerlas bien, no es sólo que Bárcenas apuntase su contabilidad inventada a lo largo de veinte años, no; ¡es que, además, intercaló algunos pagos reales a diversos cargos del PP, que ya han reconocido que los cobraron cuando Bárcenas indica en su contabilidad que cobraron!

Mientras tanto, Bárcenas se hacía pasar por un honrado gestor totalmente comprometido con el partido. Por eso, Rajoy le nombró tesorero poco después de vencer a sus críticos en el Congreso del PP de Valencia en 2008. E, incluso, cuando Bárcenas fue imputado en el caso Gürtel, puso la mano en el fuego por él. ¡Ah, si Rajoy hubiera sabido entonces que todos los movimientos de Bárcenas tenían por objeto perjudicarle!

Pero eso no fue todo: en su bondad, en su fidelidad a quien él creía su amigo, Rajoy continuó comunicándose con Bárcenas durante años, incluso después de que se descubrieran las cuentas de Bárcenas en Suiza (que seguro que consiguió Bárcenas por su cuenta, sin ninguna vinculación con el PP, a lo sumo extorsionando empresarios a espaldas del PP). Bárcenas le comentaba cosas un tanto peculiares en los mensajes, pidiéndole favores sin importancia aquí y allá, a lo que Rajoy contestaba con amabilidad. ¡Si él hubiera sabido que los urdidores de la conspiración utilizarían esos inocuos mensajes (“resiste”, “sé fuerte”, “hacemos lo que podemos”, …) en su contra!

Sin embargo, y ante los problemas judiciales de Bárcenas, el PP no tuvo más remedio que despedirle, en abril de 2010. Lo hizo utilizando una figura muy común en nuestro ordenamiento, la “indemnización en diferido” a lo largo de dos años, que casualmente finalizó justo el mismo día en que aparecieron publicadas unas fotocopias de sus apuntes contables falsos a El País. Bárcenas afirmó que no tenía nada que ver con esos papeles (con el objeto de despistar aún más al PP, que seguro que hasta el día de la publicación ni sospechaba que existían semejantes papeles), se sometió a la prueba caligráfica (no la pasó) y se fue a esquiar.

Al final, con todos los ases en la manga, Bárcenas hizo todo lo posible para que le metieran en la cárcel y, desde allí, hacer su última jugada contra el PP y Rajoy: desvelar todos estos “datos”, que hace unos meses eran fotocopias y ahora… bueno, son originales; ¿y qué? Utilizando sus conexiones con la oposición, con la prensa y con el ala del PP opuesta a Rajoy, así como con prácticamente todos los medios internacionales de referencia (las raíces de la conspiración son densas y profundas, como ocurriera con el 11M), estalló la bomba de los sobresueldos y la financiación ilegal del PP, que también puede ser, además, una bomba de adjudicaciones públicas a empresarios afines a cambio de donaciones.

Entonces fue cuando Rajoy reaccionó como lo haría cualquier inocente al que se le intentan imputar injustamente todo tipo de delitos o malas prácticas: se negó a comparecer en el Parlamento. Se negó a comparecer ante los medios. Pero, cuando tuvo que hacerlo, obligado por el maldito protocolo internacional, aprovechó la oportunidad para denunciar la conspiración, aunque para ello tuviera que someterse al juicio del diario más independiente e irreductible de todos: ABC, siempre dispuesto a hacerle incómodas preguntas al poder que el poder, previamente, le ha dictado a ABC. Rajoy, presidencial, leyó la respuesta espontánea con soltura.

Hay quien diría que, ante un asunto de aparente gravedad, en la que la verosimilitud de los hechos y las pruebas no depende sólo de estas, sino también de la reacción de los afectados, fue mucho más creíble la imagen que dio Dolores de Cospedal, quien al menos salió al paso de las acusaciones y trató de explicarse. Y que sacarse de la manga teorías de la conspiración, eludiendo cualquier explicación o responsabilidad en este asunto, sólo contribuirá a socavar más rápidamente al partido. Pero a eso sólo cabe responder que, si así se piensa, es que también se ha sido víctima de la conspiración contra el PP. Porque ya me dirán qué otra explicación posible hay para la impopularidad (en la calle y en las encuestas) del PP, con lo bien que lo están haciendo, en el caso Bárcenas y en la gestión del país.