No se trata de los migrantes. No se trata de las mafias de la inmigración. No se trata de acoger más o menos migrantes o barcos que andan a la deriva en el Mediterráneo. Se trata de plantarle cara al avance de la ultraderecha en Europa. Así, sin paños calientes. Los gestos sólo denotan en qué lado se alinea cada gobierno, cada partido, cada ciudadano. Y no existe un lugar intermedio en el que posicionarse. La partida está tan avanzada que “buenistas” -odio la palabreja- sólo son los que piensan que nos estamos protegiendo de unos seres indefensos que huyen y que no son conscientes de que hay una fuerza terrible y destructiva para Europa y para nuestros principios a la que hay que plantar cara sin ambages.
La ultraderecha avanza en Europa y el tema de la migración es sólo un estandarte manipulado bajo el que cobijarse. La cumbre europea ha sido considerada la cumbre del vuelco hacia sus tesis por la derecha xenófoba y la extrema derecha nacionalista. Ahora, bajo la presidencia de Austria, la alianza con Italia y Hungría constituye un peligro para los principios que constituyen la forma de vida europea. Hay que plantarle cara a ese fantasma y eso supone plantarle cara a cada monigote engañabobos que esgriman ya sea de proteccionismo económico, de xenofobia, de restricción de derechos a cambio de seguridad o, como sucede ahora, el manipulado debate de la amenaza de los migrantes. Ahora, justo en el momento en el que el volumen de llegadas ha descendido de forma clara y sostenida en toda Europa. Ahora porque ahora es el momento político para ellos, porque les es útil a nivel interno y porque les hará ganar elecciones y avanzar hacia la destrucción de la Europa de los derechos y las libertades que tanto nos ha costado. En esa dinámica se enmarcan las presiones a Merkel por parte de sus socios.
Hay que frenar a la ultraderecha. Macron gobierna en Francia no porque fuera el preferido de los franceses sino porque estos de forma mayoritaria fueron capaces de darse cuenta de que había que parar la llegada al poder de la ultraderecha. No tuvieron duda sobre la necesidad de votar incluso a su adversario ideológico con tal de evitar tal desastre. Esa siguen siendo la situación en Europa. No hay que optar entre acoger un barco o no o que lo lleven a otro puerto o pensar si hay que establecer campamentos o no, que también, sino sobre todo hay que optar entre darle alas a la ultraderecha o alinearse con la Europa de las libertades y de los principios, con la Europa que todos queremos y que en España es mayoritariamente respaldada por los ciudadanos de todos los partidos.
Los populistas de extrema derecha son, en palabras de Snyder, políticos de la eternidad. Su punto de referencia es una mascarada de la historia que se ensimisma en una época supuestamente idílica de Estados-nación que regían sus destinos sin ninguna cesión de soberanía y que fueron convertidos con la unión en una especie de estados víctima sin posibilidad de solucionar los problemas de sus ciudadanos. Imaginan estados que nunca fueron y los venden como reivindicación. “América primero” fue el nombre de un comité creado en su día para impedir que Estados Unidos se enfrentara con la Alemania nazi.
En nuestro país no existe, al menos hasta ahora y debemos celebrarlo, un gran mercado para la venta de las ideas xenófobas. Según todos los estudios comparativos, los españoles están muchísimo más cerca de los suecos en su actitud ante la llegada de migrantes que de los húngaros o los polacos. La tentación de ganar bolsas de votos agitando un espantajo es por lo tanto menos rentable políticamente. Aún así se comienza a vislumbrar la intención de algunas formaciones de utilizar el rédito electoral que de esta temeraria actitud pudiera derivarse. La irresponsabilidad sería tal que no tendría perdón democrático posible. Aún así no basta. El discurso de la dureza contra los refugiados o los migrantes va cobrando cierto vuelo en boca de portavoces oportunistas, alcaldes en busca de nicho o en el imaginario fácilmente manipulable de las redes sociales a las que es tan fácil excitar con unas noticias falsas sobre refugiados acogidos que tiran la ropa que se les entrega o que afirman que las muertes de niños en el Mediterráneo son falsas. El fake que reconvierte en bulo la realidad. No se puede hilar más enrevesado.
Así que España debe sobre todo posicionarse en el bando adecuado, que no puede ser otro que el de la defensa de una Europa solidaria y respetuosa de sus principios rectores y de los tratados internacionales suscritos. De paso, no puede ser otro que el de impedir que la ultraderecha consiga desestabilizar Alemania. Lo demás son problemas a los que hay que buscar soluciones posibles y que están al alcance de una unión de países como la UE. Políticas internas y de recursos externos para mejorar la situación en los propios países de salida. Políticas contra los mafiosos que no perjudiquen a los migrantes que se convierten en su mercancía. Políticas de razón, de humanidad y de derechos. Políticas desde la esencia misma de los valores que llevaron a crear la unión de Europa a la que tanto soñamos con pertenecer.
“El peligro al que nos enfrentamos ahora es el de la transición de una república democrática ingenua y con imperfecciones a una especie de oligarquía fascista confusa y cínica”, resume Snyder. Ante tal peligro, el “no pasarán” sólo puede tener unos destinatarios claros y no son los migrantes.