La vida social parecía discurrir sobre raíles desde hace treinta años, aunque con contratiempos como una marea negra que un Gobierno pretendía ocultar, una guerra contra Irak o un atentado que el mismo Gobierno pretendía adjudicar a ETA para ganar unas elecciones, pero la confianza en un futuro predecible se acabó y estamos viviendo la historia. Se acabó el periodo histórico que abrió España tras la muerte de Franco y que se levantó sobre los cimientos de la Transición, que resultaron de barro.
Antes uno abría el periódico para saber de “la actualidad”, ya no hay de eso, ahora vivimos sin resuello una agonía de la vida social. La derecha nos golpea con una violencia y un descaro que ya no esperábamos, el frenesí y la concentración de poder en el capital financiero generaron estas camadas de políticos ultraliberales, ya no necesitan una derecha paternalista que reparta los restos de la riqueza acumulada en pocas manos, ahora directamente se lo quedan todo y los demás que trabajen “como chinos”..., para ellos.
En ese contexto, cuando todo se decide en lugares desconocidos y secretos, y los gobiernos de los estados son meros representantes de un poder ajeno, unas elecciones parecen un mero paripé. Y a lo peor lo son. Pero tienen su importancia en la vida de las personas; o sea, nosotros.
En las elecciones gallegas no va a ocurrir nada que dirima los dilemas que nos agobian, pero se cruzan muchas cosas. Si gana el PP, o sea el Gobierno de Rajoy, se sentirá confirmado para seguir adelante con su política y el miércoles pedirá al fin el rescate que ha venido aplazando, con todas sus consecuencias para nosotros. Pero si pierde, lo hará igualmente el martes. Si gana, Feijóo subirá puntos en su partido, pero eso le importa a él y no a nosotros. Si pierde, Rajoy se verá más acuciado por sus enemigos en el partido y Feijóo se irá a Madrid de vuelta antes de un año, pero eso le importa a ellos y no a nosotros.
Pero si pierde el PP, ¿quién gana? Creo que ganamos quienes nos vemos abrumados por una política antisocial y clasista y los gallegos que vemos que ocupa el Gobierno gallego un proyecto político que nace de la sede del PP en la calle Génova y que es absolutamente contrario a los intereses económicos, sociales y culturales que nacen en Galicia. Lo que ocupe la Xunta sólo puede ser mejor que lo que tenemos, o al menos no tan dañino.
¿Y qué será lo que, en ese caso, ocupe la Xunta? En ese caso una coalición encabezada por el PsdG, aunque probablemente sufra un retroceso, con el BNG y con mucha seguridad con AGE, la marca de IU en Galicia que se unió a un grupo creado alrededor de Xosé Manuel Beiras, hasta hace pocos meses portavoz del BNG. La gente no es tonta y todos vemos la dificultad de encajar esas piezas, y con eso y con el supuesto radicalismo del nacionalismo gallego asusta Feijóo.
El nacionalismo español en el fin de campaña sacudió cada día el fantasma del nacionalismo catalán y, aquí, también el gallego, pero creo que lo que realmente puede paralizar a un sector del electorado a la hora de inclinarse por el cambio no es el miedo a los galleguistas sino el temor a la inestabilidad y el desgobierno de una coalición de izquierdas. Está por ver la actitud de AGE en ese caso, aunque IU apostó en Andalucía por un Gobierno de coalición, y en Galicia la sociedad sabe que el BNG es un partido muy reivindicativo pero que también lleva años coaligado con los socialistas en ayuntamientos, diputaciones y aun en la Xunta.
La campaña tiene consecuencias directas para Galicia, donde Feijóo hizo las políticas de Esperanza Aguirre ya antes de que Rajoy ganase las elecciones, incluido un ataque a la lengua gallega inédito en los años de autonomía, pero también las tiene en la política española y es inevitable que, aunque el PP no lo quisiese, además del debate catalán también se colase en la campaña el juicio por los hilillos del Prestige y el rescate financiero al reino de España, un rescate que se ha venido ocultando vergonzante y vergonzosamente.
¿Quién ganará? No creo que lo sepan ni quienes tienen las mejores encuestas, es un enigma. En Galicia, contra el tópico establecido, siempre hubo más votos de izquierda que de derechas, pero merced a la ley D'Hont la Xunta se ha perdido y se ha ganado por la diferencia de un diputado, puede que por un diputado pierda o gane el PP pero esta vez puede ganar o perder por tres o por cuatro y seguramente de un Parlamento de tres partidos pasemos a uno de cuatro o de cinco. En cualquier caso, espectáculo y colorido no faltará.