El pasado 8 de julio, Israel daba inicio a la que sería la mayor ofensiva militar sobre la franja de Gaza. En un principio todos los analistas coincidían en que sería similar a la llevada a cabo en 2012, pero nadie podía imaginar que sería aún peor que la temida ofensiva militar realizada en el año 2008/2009 cuyo balance había sido hasta el momento el más negro desde la ocupación militar israelí en 1967.
Una vez más ha quedado patente que la población palestina está totalmente desprotegida. De acuerdo al Derecho Internacional Humanitario está absolutamente prohibido atacar a la población civil o a los bienes civiles. No hay discrecionalidad susceptible de invocar como justificación de una necesidad militar tal y como ha venido alegando el ejército israelí.
Si bien el lanzamiento de cohetes desde la Franja de Gaza es también ilegal según el Derecho Internacional y moralmente inaceptable, según Naciones Unidas las dos partes del conflicto no pueden ser considerados iguales. Las acciones de Israel han sido una vez más de una magnitud incomparable.
La devastación producida por la ofensiva israelí no tiene precedentes en la ya diezmada franja de Gaza y ha hecho gala además de la violación sistemática del principio de proporcionalidad. Con la intención alegada por Israel de acabar con los miembros de Hamas o con sus túneles, se han bombardeado edificios y casas de uso residencial, matando a mujeres y niños, incluso familias enteras donde en pocos casos ha sobrevivido alguno de sus miembros. Tampoco se han respetado ni los hospitales, ni los colegios, ni las mezquitas, ni los negocios, ni las más de diez mil viviendas familiares totalmente destruidas mediante bombardeos aéreo, ofensivas terrestres o ataques navales.
Sin la certeza de que se haya puesto fin a las hostilidades, el balance hasta el momento, deja más de 1.800 muertos de los cuales según Naciones Unidas al menos el 85% serían civiles y de ellos más de 400 niños. El número de heridos se eleva a 9.500, entre los que se encuentran más de 2.800 menores de edad, muchos de ellos todavía luchando por su vida en las unidades de cuidados intensivos de los hospitales. En el lado israelí, los muertos se elevan a 67, de los que el 96% eran soldados involucrados en acciones militares.
La violencia sobre la población civil sobrepasó todas las líneas rojas, cuando el ejército israelí atacó hasta en 6 ocasiones las escuelas que UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina) había habilitado como refugios para la población desplazada y dónde se encontraban buscando protección miles de civiles en su mayoría mujeres y niños. Los ataques sobre las escuelas que dejaron múltiples muertos y heridos se perpetraron delante de toda la comunidad internacional, alegando la falsa interpretación del derecho a la legítima defensa.
Con un total de 270.000 personas hacinadas en 90 escuelas de UNRWA, ésta proporcionó al ejército israelí dos veces diarias las coordenadas de los refugios y su localización exacta en un mapa cartográfico compartido por la Agencia y el propio ejército, siendo por tanto materialmente imposible alegar que se tratase de un error.
Fue a partir de eso momento cuando quedó patente que no existía ni un solo lugar seguro en toda la franja de Gaza, ni siquiera la inviolabilidad de las instalaciones de Naciones Unidas estaba siendo respetada dejando absolutamente desamparada a la población y aumentando sus niveles de estrés y terror.
Con una franja de Gaza con los recursos diezmados por 8 años de férreo bloqueo, ahora completamente arrasada, sin agua potable, sin electricidad, con más de 65.000 personas que se han quedado sin hogar, con un sistema sanitario colapsado, con todo tipo de negocios destruidos, incluyendo daños considerables a su sistema de pesca y sus tierras agrícolas ¿qué futuro les aguarda sí en las negociaciones que se están llevando a cabo en Egipto no se pone fin definitivamente al bloqueo?. Bloqueo que permítanme recordar una vez más, equivale a una forma de castigo colectivo y que ha sido condenado internacionalmente por su ilegalidad.
Si no se pone fin al bloqueo, no habrá ninguna esperanza para el millón ochocientas mil personas que habitan en Gaza, no habrá futuro para los más de 800.000 niños que viven en ella. En definitiva, si no se pone fin al bloqueo, continuaremos asistiendo una y otra vez a ofensivas de estas características en los años venideros.