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La gestión del agua en España sigue siendo desarrollista e insostenible

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La gestión del agua que se lleva a cabo en España ha evolucionado mucho menos de lo deseable, manteniéndose todavía como válidos algunos de los elementos y objetivos que conformaron la política hidráulica que se desarrolló en España a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Una prueba de ello la tenemos en los planes hidrológicos que presentaron las confederaciones hidrográficas, cuyo periodo de información pública finalizó el pasado 22 de diciembre, que siguen en parte las políticas desarrollistas imperantes en el siglo XX, basadas en la construcción de grandes infraestructuras hidráulicas de regulación, y en el crecimiento del regadío.

Estos planes, elaborados por las confederaciones hidrográficas, organismos dependientes del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, todavía incluyen la construcción de nuevos grandes embalses, a pesar de que los últimos construidos en España carecen apenas de utilidad, y estos nuevos proyectos serían aún mucho más inútiles, pues los más eficaces se construyeron hace ya tiempo. Una política hidráulica que conlleva la inversión de grandes cantidades de dinero público en obras que generan gran impacto ambiental y social y que luego no sirven para nada. En este sentido, las confederaciones hidrográficas que menos han evolucionado y se han mostrado más continuistas con lo que ha sido el desarrollismo y la política hidráulica del hormigón han sido las del Ebro, Duero y Guadalquivir. 

El medio ambiente necesita que la gestión del agua cambie, que se abandone la política del hormigón y la creación de nuevos regadíos, que nos están llevando a una situación de cada vez mayor insostenibilidad

En el plan hidrológico del Ebro se contempla continuar con las obras de unos embalses que van a resultar inútiles, como son el recrecimiento de Yesa, Almudévar y Mularrolla. En el plan hidrológico del Duero se contempla la construcción de dos embalses muy impactantes en la provincia de León, Rial y Morales, y que además seguro que no van a servir para nada, pues se pretenden llenar mediante bombeo. Asimismo, abren la puerta a la construcción de varios embalses en 2033, proyectos que incluso cuentan con declaración de impacto ambiental negativa. Finalmente, en el plan hidrológico del Guadalquivir, se incluye el recrecimiento del embalse del Agrio, cuya finalidad principal es la de abastecer de agua a regadíos ilegales existentes junto al Parque Nacional de Doñana. También se prevé la construcción de la presa de San Calixto, y se incluyen fondos para la elaboración del proyecto del embalse Puerta de la Cerrada, en Jaén, un gran embalse que produciría un enorme impacto ambiental. Además, se da la circunstancia de que el día 23 de diciembre, al día siguiente de acabar el plazo de información pública de los planes hidrológicos, han sacado a licitación la redacción del proyecto del recrecimiento del embalse del Agrio. Una prueba más de lo poco que se creen en la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir tanto la participación ciudadana, como la propia planificación hidrológica, pues ni siquiera han esperado a que el plan hidrológico del Guadalquivir estuviese aprobado. Todos los proyectos mencionados son la prueba evidente de cómo la política del hormigón sigue imperando en algunas confederaciones. Se sigue promoviendo la construcción de embalses que, al final, a los únicos que va a beneficiar, va a ser a las empresas constructoras que lleven a cabo las obras.

En los planes hidrológicos presentados también se incluye la creación de grandes extensiones de nuevos regadíos, a pesar de que la superficie actualmente regada, de más de 4 millones de hectáreas, resulta totalmente insostenible en lo que al consumo de agua se refiere, lo que está produciendo la sobreexplotación de los recursos hídricos, tanto superficiales como subterráneos. Pues a pesar de ello, en el plan hidrológico del Ebro, se recogen inversiones para este fin, asignadas en su mayoría a los gobiernos autonómicos, de 975 millones de euros, mientras que en el plan hidrológico del Duero se contempla la inversión de 323 millones de euros para la creación de nuevos regadíos, en su mayor parte asignados a la Junta de Castilla y León. Una política desarrollista que nos lleva necesariamente a una situación de cada vez mayor insostenibilidad.

En lo que a los caudales ecológicos se refiere (el caudal mínimo que debe llevar un río para mantener un buen estado ecológico), en general las asignaciones que se establecen para los diferentes ríos suelen ser bastante escasas, coincidiendo más con el “agua que sobra” después de satisfacer los diferentes usos, que con las necesidades ambientales reales del río. Sirva el ejemplo, en el plan hidrológico del Ebro, del río Ciurana (Tarragona), que lleva décadas seco porque toda el agua se trasvasa a la cuenca de Riudecañas, donde está Reus, para abastecer a regadíos. La Confederación Hidrográfica del Ebro no ha establecido caudal ambiental alguno en este río y las cifras que manejan internamente son realmente irrisorias (20 o 35 litros/segundo). Alegan que mayores caudales ponen en riesgo los usos existentes en la cuenca receptora. Lo cual supone un claro incumplimiento de la Ley de Aguas, que establece que los caudales ambientales no son un uso sino una restricción previa al resto de usos. En ese sentido, además, su implantación no es indemnizable. Sin embargo, parece que esta normativa no rige para la Confederación Hidrográfica del Ebro, como prueba también que haya establecido como caudal ecológico a lo largo de todo el año para una veintena de ríos la cifra de ¡0 litros por segundo! Vamos, sin una sola gota de agua.

También es cierto que existen diferencias entre los planes hidrológicos de unas demarcaciones hidrográficas y los de otras, habiéndose incorporado algunos elementos positivos, pues hay planes en los que prácticamente se ha abandonado la construcción de grandes infraestructuras, también de cara a determinar y fijar caudales ambientales adecuados en algunas demarcaciones, y declarando algunas nuevas reservas naturales fluviales. Sin embargo, la mayoría de los planes hidrológicos siguen impregnados de las viejas formas de gestionar el agua, predominando enfoques de oferta y un desarrollismo más propio del siglo XX que de nuestros días. Especialmente en las Confederaciones Hidrográficas del Ebro, Duero y Guadalquivir, y muy especialmente en la primera, sigue predominado una política hidráulica que responde sobre todo a satisfacer todos los deseos del lobby de los regantes, aunque sea a costa de dañar gravemente a nuestros ríos y acuíferos, y en general, a todo el medio natural.

Tanto el medio ambiente como la sociedad en general, necesitan que la gestión del agua cambie, que se abandone la política tradicional del hormigón, así como el desarrollismo, especialmente en lo referente a la creación de nuevos regadíos, que nos están llevando a una situación de cada vez mayor insostenibilidad. Asimismo, los planes hidrológicos de las diferentes demarcaciones hidrográficas que se aprueben definitivamente, deberían tener en cuenta aquellas alegaciones que han recibido encaminadas a que sean más ambientales y sostenibles. Deberían establecerse en los mismos caudales ecológicos adecuados para todos los ríos, así como completar adecuadamente la red de reservas naturales fluviales. Unos planes hidrológicos ecológicos serían garantía de sostenibilidad, cubriéndose así adecuadamente las demandas ambientales y de abastecimiento a las poblaciones. No olvidemos que, aunque a veces no lo parezca, las confederaciones hidrográficas dependen del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, que tiene ahora en la aprobación definitiva de los planes hidrológicos una excelente oportunidad para cambiar la gestión del agua en España, haciendo que sea bastante más ambiental y sostenible ¿Aprovechará esta oportunidad?