Desde la vuelta del verano, parece haberse producido un significativo cambio en la cogobernanza que mantienen el PSOE y Unidas Podemos. Durante los primeros meses de la legislatura dio la impresión de que ambas formaciones ponían especial énfasis en tapar cualquier fisura. En estas últimas semanas, por el contrario, parece haberse convertido en habitual escuchar abiertas discrepancias entre dirigentes de ambos partidos. Esta evolución de la estrategia de comunicación política puede tener algunas justificaciones, pero también supone asumir el riesgo de abrir una espita que puede convertirse en algo más grave en el futuro.
El efecto de la pandemia
La emergencia sanitaria sale a la luz en España sin que el Gobierno hubiera sumado ni siquiera sus primeros 100 días de gracia. Las relaciones entre PSOE y UP habían transcurrido con relativa calma. Quizá el primer enfrentamiento público surgió en torno a la promulgación de la Ley de Igualdad. Se desató cierta polémica alrededor de la pretensión de la ministra de Igualdad, Irene Montero, de poner en marcha la nueva reglamentación antes del 8 de marzo. Varios ministros socialistas, en especial el de Justicia, mostraron su desacuerdo al considerar que el borrador estaba aún muy verde. Desde UP se empezó a hablar de obstaculización intencionada.
Aquel desajuste quedó sepultado ante el estallido del coronavirus. La pandemia contribuyó a aumentar la unidad dentro del Gobierno. La decisión de Vox y del PP de utilizar el COVID-19 como arma de guerra política para intentar forzar el desgaste acelerado de la legislatura sólo contribuyó a dar mayor solidez a la coalición. Así lo explica Toni Aira, profesor de Comunicación Política en la UPF Barcelona School of Management, que interpreta que “el coronavirus ha sido un elemento cohesionador porque en las primeras semanas de Gobierno ya hubo enfrentamientos visibles a raíz de la Ley de Igualdad. La pandemia ha aparcado, tapado y dejado en un segundo plano estas discrepancias, pero ahora, se está pasando ese efecto”.
Las elecciones vascas y gallegas
El 12 de julio tuvieron lugar las elecciones en Euskadi y Galicia, en plena pandemia. Los resultados sirvieron para reforzar los dos gobiernos ya existentes de PNV y PSE, con Urkullu al frente, y del PP de Feijoo. Lo más significativo de la doble convocatoria fue el serio retroceso sufrido por las candidaturas vinculadas con Unidas Podemos. En el País Vasco perdieron casi la mitad de su representación (de 11 diputados a 6). En Galicia, las llamadas confluencias se quedaron fuera del Parlamento. Lógicamente, Pablo Iglesias y los suyos percibieron que algo no iba bien. Tomaron la decisión de buscar a la vuelta del verano tener mucho más protagonismo en la actuación política. Se preveían elecciones en Catalunya para el otoño y no era admisible asumir otro descalabro similar.
Los líderes de UP iniciaron a partir de septiembre una intensa actividad mediática que pilló por sorpresa a los socialistas, que no terminaban de entender la estrategia. La razón no era otra que la aplicación de un nuevo modelo de comunicación política destinado a ganar mayor relevancia y, sobre todo, a identificarse como una fuerza diferenciada del PSOE. Ya en ese momento, tal y como señala José Pedro Marfil, profesor en la Universidad Camilo José Cela, “la mayor ansiedad y temor de Podemos es desvanecerse y desdibujarse en el Gobierno de coalición. De ahí le viene su necesidad por visibilizarse constantemente ante su electorado: decirles que aunque están en el Gobierno no son status quo”. Es importante para ellos lanzar dos mensajes nítidos: siguen existiendo como fuerza política y sus posiciones se diferencian significativamente de la de los socialistas. Por supuesto, sin que eso implique poner en riesgo alguno la alianza de gobierno.
La huída de España del emérito y la noticia de las negociaciones de fusión entre Bankia y La Caixa fueron el escenario ideal para mostrar el nuevo clima que iba a marcar la política de comunicación de UP desde esas fechas. El 7 de septiembre, Pedro Sánchez comparece en TVE para hablar de la situación general del país. Pablo Iglesias decide al día siguiente en Al Rojo Vivo de La Sexta desvelar una fuerte discusión con Sánchez a raíz de no haberle informado de las intenciones de don Juan Carlos. En la declaración remarcó tanto el incidente como la positiva resolución del conflicto, una vez que el presidente le pidiera disculpas, según su relato. Destacaba que había diferencias, pero se insistía en la estabilidad del Gobierno.
Protocolo de discrepancias
Durante el proceso de negociación del gobierno de coalición, PSOE y UP firmaron un Protocolo de Discrepancias que intentaba enmarcar la posibilidad de que pudieran surgir conflictos entre las formaciones. El espíritu del pacto fue el de que en caso de divergencia, se resolviera siempre desde el diálogo y evitando el enfrentamiento público. Verónica Fumanal, presidenta de la ACOP, recuerda que “cuando salió este protocolo muchos avisamos de que era papel mojado porque en todos los gobiernos, aunque sean monocolor, siempre hay visiones diferentes, roces, discrepancias, falta de sintonía. Es algo absolutamente normal”.
A nadie se le podía escapar que había que asumir que iban a surgir discrepancias entre dos formaciones que hasta esas fechas se habían destacado mucho más por sus enfrentamientos que por su armonía. Para Toni Aira, “las disfunciones y la polifonía en un gobierno de coalición son normales, sobre todo, cuando te estrenas. No se nos puede olvidar que en España no había un gobierno de coalición desde la época de la República”. A partir de septiembre, las reglas de convivencia se modificaron de forma evidente. En Unidas Podemos lo tenían claro. Debían hacerlo. Desde Moncloa, se dio orden de no forzar los choques y entender lo que su socio perseguía.
La monarquía a debate
La sucesión de noticias que desvelaban comportamientos absolutamente inadmisibles del rey emérito abrieron cierta crisis institucional en el país. Para UP se abría una evidente ventana de oportunidad para conseguir lo que buscaba, un espacio propio reivindicativo y donde los socialistas no podían estar. La decidida apuesta por los principios republicanos fue defendida por diferentes portavoces de la formación. Desde las filas socialistas siempre se defendió el mantenimiento del actual modelo constitucional. El propio presidente del Gobierno lo expuso en repetidas ocasiones para evitar que la derecha le atacara por ese flanco. La oposición aprovechó la ocasión para convertir a Pablo Iglesias en el centro de sus ataques con la idea de desgastar en lo posible al Gobierno en su conjunto. El argumento les servía para sustentar la idea de un gobierno que buscaba supuestamente acabar con el orden constitucional.
Esta posición, como la referida al poder judicial, por parte de UP ha sido siempre criticada desde los sectores más conservadores para intentar socavar la unidad de la coalición. El argumento central siempre ha sido el de negar el papel institucional del vicepresidente Iglesias no separado del líder de un partido como UP. Según José Pedro Marfil, “la diferenciación entre criterios partidistas y criterios institucionales es lo que más le está costando a Unidas Podemos en el Gobierno. El vicepresidente Iglesias pone en cuestión determinadas instituciones del Estado en entrevistas y no mantiene la compostura en Twitter. Esto lo puede hacer desde la sede del partido, pero no como vicepresidente”.
Objetivo Catalunya
Como antes indicamos, el siguiente evento electoral que se avecina son las elecciones catalanas. La evolución de la pandemia ha obligado a su retraso. Aún hoy, se llega a poner duda que tengan lugar en febrero, tal y como parecía estar previsto. Esta cita ante las urnas condiciona todas las posiciones mantenidas por los partidos en estas últimas semanas. La negociación sobre los Presupuestos Generales del Estado se ha cruzado en el calendario. Todas las dudas e interrogantes surgidos durante la negociación sólo tienen sentido si se analizan teniendo en cuenta la proximidad electoral. El comportamiento de partidos como Ciudadanos, ERC o UP hay que analizarlos siempre teniendo en cuenta la necesidad de contar con un discurso que refuerce sus argumentos de cara a la próxima campaña.
Verónica Fumanal entiende que “estamos a las puertas de las elecciones catalanas y Unidas Podemos con quien se juega el electorado es con ERC. Están intentando dinamitar ese pacto a nivel nacional con Ciudadanos porque para ellos tiene un alto coste electoral en Catalunya”. En Comú Podem cree que no puede presentarse en las elecciones catalanas tras haberse sumado a un pacto nacional en Madrid con Ciudadanos. Lo mismo le sucede a ERC. Sería el escenario ideal para Puigdemont y los suyos. No pueden darle semejante ventaja. El problema era cómo dinamitar un acuerdo que el PSOE busca con ahínco.
Ciudadanos en el tablero
Para Ciudadanos, la ocasión también les abre una oportunidad de mostrarse como una fuerza independiente de lo que puedan querer imponer PP y Vox. Para Pedro Sánchez la posibilidad de alcanzar un acuerdo transversal que incluya a Ciudadanos sólo le aporta ventajas. Refuerza su papel de gobierno abierto a pactos y resta fuerza a los partidos independentistas, que suelen utilizar su peso parlamentario para ejercer presión cuando una votación trascendente se acerca. Como señala Toni Aira, “el PSOE no quiere dejar de tener abiertas todas las puertas. Juegan a la geometría variable: no quieren parecer rehenes de un espectro político concreto e intentan pescar a diestro y siniestro. Es una jugada de riesgo, pero Iván Redondo ve más riesgo en depender solo de Podemos”.
Pablo Iglesias gana poder si la única alternativa de acuerdo que tiene Pedro Sánchez es la mayoría de la investidura, en la que UP desempeña un relevante papel negociador con partidos como ERC y EH Bildu. A cambio, su fuerza disminuye si el acuerdo se inclina hacia el centro derecha al dar cabida a Ciudadanos. En caso de pacto con Ciudadanos en los Presupuestos, UP era consciente de que no podía votar en contra mientras forme parte de un gobierno de coalición. Ahí apareció la inteligente jugada propiciada por Pablo Iglesias. Se trataba de conseguir convencer a ERC y, sobre todo, a EH Bildu para respaldar los PGE lo que, según su previsión, obligaba a Ciudadanos a bajarse de la posibilidad del acuerdo.
EH Bildu, en el centro de la disputa
El cambio de postura de EH Bildu se ha convertido como era de esperar en centro de la bronca política y mediática. No deja de ser llamativo un doble factor al respecto. Por un lado, los cinco votos del partido abertzale puede que no sean decisivos para el resultado de la votación. Además, para Vox y el PP, que claman al cielo ante su decisión de apoyar al Gobierno, tampoco significa cambio alguno en su postura. Ya habían anunciado su categórico voto negativo antes de que Otegi y compañía entrarán en liza. La enmienda sobre desahucios presentada conjuntamente por UP, ERC y Bildu contribuyó a tensar un poco más la cuerda.
Este nuevo esquema de alianzas, favorece coyunturalmente a UP y a ERC de cara a las elecciones catalanas. Tal y como explica Fumanal, “el pacto con Bildu a Podemos le permite hablar de su política territorial (materia reservada para el PSOE), cohesiona mucho sus filas, y además divide a su socio. Es un elemento que van a seguir explorando básicamente porque necesitan diferenciarse del PSOE”. Para PP y Vox supone una bendición divina para sustentar su insistente relato sobre la supuesta cercanía de la izquierda española y el terrorismo. Al PSOE y a Ciudadanos les complica la vida internamente al contar entre sus dirigentes con voces que no son capaces de sobrellevar la evidente sobreactuación estratégica de la derecha. La desleal postura de los Page, Lambán o Fernández Vara reaparece una vez más en favor de las tesis de sus rivales y en contra de su propia formación.
Ventajas de la divergencia
Lo cierto es que cierta divergencia contenida dentro del Gobierno de coalición puede favorecer a los dos partidos que lo componen. Unidas Podemos necesita demostrar su utilidad y su importancia. Necesita trasladar a sus votantes el mensaje de que gracias a su presencia se consiguen logros que no se alcanzarían sin su presión y su trabajo. Incluso, los asuntos que no consiga imponer pueden también tener el valor de reunir a un electorado que exige más al Gobierno de lo que hasta ahora ha realizado. Un ejemplo posible podría ser el de la reivindicación de la república.
Por otro lado, también a los socialistas les puede interesar la divergencia con los postulados más radicales de UP. Le puede servir para mantener al electorado de centro que puede tener la preocupación sobre un exceso de peso de Pablo Iglesias en la toma de decisiones trascendentales. Asimismo, para el PSOE la visualización de cierto distanciamiento le sirve para anular el argumento extendido por la derecha de la existencia de un gobierno extremista que busca acabar con el régimen constitucional. Pero en el Gobierno, tal y como explica Marfil, “hay descoordinación aparente, pero coordinación efectiva. De puertas afuera, muestran públicamente las discrepancias, pero de puertas adentro, cuando se apaga el micro, hay una coordinación práctica y el mantenimiento de la estabilidad del Gobierno en ningún momento se ha puesto en duda”.
El riesgo del descontrol
El peligro evidente es que ambas formaciones lleven la confrontación más allá de lo admisible y la tensión se transforme en serio riesgo de ruptura. El juego de declaraciones en caliente de portavoces diversos es siempre difícil de controlar. Toni Aira advierte de que “si incentivan sus diferencias internas en el debate de los medios, el Gobierno de coalición puede acabar dibujándose como sinónimo de crisis, distorsión o mal funcionamiento. Y esto es algo que les puede afectar a los dos”.
Seguramente, la clave de todo el proceso recaiga en Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. En el recuerdo de todos están los duros enfrentamientos que protagonizaron. Ambos ejercen un liderazgo indiscutible en sus respectivas formaciones. Mientras la divergencia no les enfrente, la coalición puede resistir cierta confrontación sin perder solidez. En el momento en el que ambos entraran en liza, el rumbo de la legislatura podría cambiar. La oposición lo espera ansiosamente. Posiblemente es la única posibilidad real con la que cuenta para conseguir acabar con el gobierno actual.