¿Habré hecho yo también un Rubiales?

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Algunos hombres están dudando estos días de si tal vez tuvieron su propio momento Rubiales en el pasado. Revisan sus viejas o recientes conductas bajo la nueva lupa del feminismo desintegrador, indignados por la generalización y la amplificación creciente, cuando la cosa es sencillísima, tan sencilla que da hasta un poco de pudor escribirlo: si siempre has respetado a las mujeres, si no has ejercido sobre ellas ningún tipo de abuso, no tienes de qué preocuparte. Ya está. No hay más. Si dudas es porque quizá sí has hecho algo digno de reprobación en algún momento de tu vida. Y si dudas de la palabra de una mujer que denuncia, quizá también has hecho algo equívoco y por eso te sientes interpelado. 

Algunos hombres, como Luis Rubiales, también se sienten estos días víctimas de Jenni Hermoso y de todo lo que está sucediendo a raíz del beso. Algunos siempre se han sentido así, otros empezaron a dudar con el vídeo filtrado de la celebración en el autobús hasta caer del todo en el lado conspirativo, absolutamente convencidos ya de que todo se ha manipulado y de que Rubiales es una nueva presa de la cultura de la cancelación. Mira, si ella sonríe y se lo pasa bien mientras ha ganado un Mundial. 

Pero a ver, ¿qué os pasa a las mujeres con los hombres? ¿Por qué estos ataques indiscriminados? ¿Por qué metéis en el mismo saco a unos u otros? ¿Qué culpa tengo yo –pensará un hombre cualquiera- de lo que otros hagan? Parece que el momento actual se siente como un ataque implacable a todo el género masculino; un momento en el que el discurso victimista no lo ejercen quienes han sufrido históricamente, sino quienes han ocupado u ocupan posiciones de poder. 

En realidad, la cosa vuelve a ser bastante más sencilla que eso. No se ataca a los hombres, se atacan las actitudes sexistas que, evidentemente, no han ejercido ni ejercen todos los hombres, pero sí ejercen o han ejercido hombres. ¿Por qué todo lo relacionado con el beso se está llevando a un terreno que nada tiene que ver con lo deportivo? ¿Por qué tantas mujeres han hablado de sus experiencias que nada tienen que ver con la Federación Española de Fútbol? Porque no fue necesario ser futbolista, ni estar en ese palco, para saber cómo se puso sentir Jenni Hermoso. Mujeres de todo el mundo comprendieron instintivamente lo que pudo pensar, ya no solo en el momento del beso sino a posteriori, porque muchas han estado antes en esa misma posición. Denunciarlo, pese al trauma, es la única forma de ser escuchadas. 

Así que estamos recurriendo, una vez más, al pesadísimo feminismo porque es lo único que hemos inventado como sociedad para abordar los problemas de género y conseguir que estas conductas no sigan reproduciéndose. No hay persecuciones ni cruzadas en esto, al menos por parte de la gran mayoría de mujeres. Ocurre que a menudo mantenemos el feminismo bajo estándares irrazonables, como si tanto las y los feministas como el feminismo debiesen ser siempre absolutamente impecables. Y no, muchas veces hay contradicciones y matices. O debería haberlos. 

Cualquier hombre dispuesto a enfrentarse al sexismo o a comprenderlo estará más que bien. Porque la normalización del machismo lo ha hecho tan transparente que con frecuencia no logramos ni reconocerlo. A mí personalmente no me importa cómo se consideren o qué etiquetas se pongan esos hombres dispuestos a entender: feministas, aliados, compañeros, simpatizantes del feminismo, profeministas. Lo importante es que realmente lo sean. Porque solo hay algo peor que un hombre machista y es un falso aliado. Al menos el primero es honesto con lo que siente.