Le pregunto a mi hija (universitaria, 19 años) qué le parecen los avales hipotecarios para jóvenes, y me dice que muy mal, que eso en realidad es una ayuda para banca y promotores, y en otros países salió rana. Dice que no hay que fomentar el endeudamiento, ella prefiere vivir de alquiler, la mentalidad de propietario no va con su generación, lo suyo es la movilidad, flexibilidad, libertad, compartir, coliving…
Vale, me lo he inventado. En realidad le pregunto y me dice que le parece muy bien la medida. Porque, según me cuenta, tanto ella como sus amigos tienen claro-clarinete que un día querrán tener una vivienda en propiedad, que alquilar es tirar el dinero y más con los precios actuales, y la seguridad que te da ser dueño de tu casa no te la dará nunca un casero ni un compañero de coliving. Ninguna sorpresa: si eres joven sabes de qué hablo; y si no lo eres, pregúntale a tus hijos o a chavales que tengas cerca. Es lo mismo que decía una encuesta de Fotocasa a más de 7.000 jóvenes hace unos meses: los motivos para preferir comprar en lugar de alquilar eran, por este orden: es una inversión a largo plazo, alquilar es tirar el dinero, una vivienda es un seguro para el futuro… En cambio, y según la misma encuesta, entre quienes deciden alquilar en vez de comprar, el principal motivo es… no poder comprar una vivienda.
Mi hija no sabe quién fue el ministro Arrese, ni le suena lo de “un país de propietarios y no de proletarios”; pero sí sabe algo de los cuarenta y cinco años que llevamos de Constitución y derecho a la vivienda. Sabe cómo nos ha ido con nuestros caseros, y nuestras frustrantes búsquedas de piso en los muchos años en que hemos vivido de alquiler. Sabe la burrada que alguna compañera de facultad paga por una habitación. Sabe que quienes sí logran independizarse lo hacen con ayuda familiar o en condiciones penosas, y a menudo con vuelta a casa al primer traspiés. En su conversación usa mucho la palabra “zulo”.
Mi hija también sabe que la edad media de emancipación en España es de 30 años (seis años más que en Alemania o Francia; ocho o nueve más que en los países nórdicos). Sabe de gente joven que ya trabaja y aun así no puede pagar un alquiler si no es compartido. Y de quienes, trabajando, prefieren seguir en el hogar familiar porque de otra manera nunca ahorrarán para la entrada de una vivienda, el alquiler se lo comerá todo. Sabe también de amigos, más cercanos a mi edad que a la suya, a los que un revés (un paro prolongado, un mal negocio, un divorcio) ha devuelto a la casilla de salida: al piso compartido, la habitación, la casa de los padres. Por saber, sabe hasta de amigos que sí compraron un piso (con ayuda familiar siempre), pero ese mismo revés los devuelve al hogar mientras alquilan su piso para seguir pagando la hipoteca. Incluso sabe de las miles de familias desahuciadas, y las asfixiadas hoy por la subida del Euribor, no es ingenua.
Digo todo esto porque, por muy cuestionable y oportunista que nos parezca la medida, sospecho que cae bien a sus destinatarios: jóvenes que han heredado la misma mentalidad de propietarios de varias generaciones. Jóvenes que en muchos casos no podrán comprar un piso, pero lo seguirán deseando. Jóvenes que saben lo que una vivienda en propiedad supone en España, cómo ha permitido a las familias ayudar (y rescatar) a los hijos en tantos momentos. Jóvenes que han oído a sus abuelos eso de “me queda una pensión baja, pero teniendo la casa pagada…” Jóvenes que esperan heredar un día. Jóvenes que saben que la principal fuente de riqueza en España es la vivienda, y mejor ser rentista que inquilino. Jóvenes que saben que para ser nórdicos o centroeuropeos y emanciparse antes y preferir el alquiler, no basta con un “cambio de mentalidad”. Hace falta un cambio radical de modelo económico, social, laboral e inmobiliario, y ya verás cómo después llega fácil el cambio de mentalidad.
A esos jóvenes que siguen aspirando a ser algún día propietarios (y que tienen sus razones para desearlo) se dirige la medida. Jóvenes que, según el Consejo de la Juventud, tendrían que ahorrar íntegramente cuatro veces su sueldo anual para dar la entrada de una vivienda. Jóvenes que, en su mayoría, no se van a beneficiar de estos avales, seguirán sin poder comprar una casa. Pero si de lo que se trata es de que los jóvenes “perciban que hablamos de sus preocupaciones”, para así movilizarlos y ganar sus votos, tengo que decir que sí, que puede funcionar. Mensaje recibido.