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De la hispanidad y otros delirios. Nada que celebrar

Una de las pancartas de la manifestación anticolonialista en Madrid el 12 de octubre de 2018. OLMO CALVO.
11 de octubre de 2021 22:29 h

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Tengo todavía vivo el recuerdo de cuando estaba en la escuela, de cómo los 12 de octubre de cada año se celebraba el descubrimiento de América (o el día de la Raza) y de cómo hacíamos actos culturales para rememorar esa fecha histórica de cuando los españoles llegaron a lo que para ellos eran “las Indias” en esa misión liderada por Cristóbal Colón con sus enormes barcos: la Niña, la Pinta y la Santa María, para evangelizar y enseñar el español a los indígenas.

Es tremendo ver hacia atrás y ser consciente de cómo siglos y siglos después ese relato seguía ofreciéndose intacto sin ser cuestionado y cómo ahora en España presencio la justificación más absurda y delirante por parte de un sector de la élite española de lo que fue el proceso colonizador y sus consecuencias.

¿Hispanidad? ¿Qué es ese concepto? Una narrativa que se ha ido construyendo sobre las bases del expolio, la tortura, la esclavitud de millones de africanos y el genocidio de pueblos indígenas para generar una imagen de grandeza, de fuerza, de imperio; algo que un sector español quiere mantener vivo y que la derecha audazmente capitaliza con discursos racistas que son aplaudidos y defendidos en las calles y en las instituciones. Lo curioso es que en la colonización nunca existió tal idea de “hispanidad” como la derecha defiende, sino una iniciativa de saqueo auspiciada por la corona española a costa de lo que fuese para los pueblos indígenas; con gente como Hernán Cortes desobedeciendo órdenes de la corona y haciendo lo que le parecía, invadiendo y saqueando por su cuenta porque el objetivo no era otro que conseguir oro y territorios.

Es decir, no es solo una celebración que se sostiene en una mentira, pues ni llevar la religión y el español como gesto generoso fueron el verdadero objetivo de los colonizadores; ni el robo de riquezas y el genocidio se hizo en nombre de la bandera española –que obviamente ni existía-; sino que a día de hoy ese concepto de “hispanidad” no se cuestiona en lo absoluto el daño causado y cómo ello instaló un sistema de dominación y explotación racial y colonial. Algo de lo que dan fe numerosos estudios de historia y antropología que explican que la esclavitud pervivió en España, -sí, en la península- incluso después de que se prohibiera en 1837, hasta entrado el siglo XIX y que fue incluso cuando más réditos económicos alcanzó.

Las consecuencias de ese régimen colonial, racial y patriarcal lo vemos hoy en la tele o en las redes sociales con declaraciones como las de Aznar y Ayuso que rayan en la estupidez y la ignorancia, pero que son tan aplaudidas y creíbles por tantos en España, que resultan peligrosas. Y lo son porque están amparadas bajo el mismo sistema que permite que los ataques racistas sigan quedando en la impunidad, que se sigan realizando controles policiales por perfil étnico, que en contra de dictámenes de organismos internacionales de derechos humanos en España sigan existiendo cárceles por asuntos de irregularidad administrativa para personas migrantes, que subsista un sistema de extranjería que le hace casi misión imposible el acceso de derechos a millones de personas. Hay un sistema que permite todo esto y no es ninguna casualidad.

Esa civilización que afirman habernos llevado con el “descubrimiento” es equivalente al progreso que nos venden ahora por medio de las multinacionales extractivas, que dejan a su paso crisis ambientales y económicas para los pobladores de los países a donde llegan y que además, se lo tenemos que agradecer. Qué complejo patrio tan tremendo, vivir en esa permanente necesidad de estar reafirmando su capacidad de oprimir a otros para construir una identidad nacional, como si España no tuviese más cosas que ofrecer y como si estar abrazado a la bandera fuera la única manera de ser un “verdadero español”.

Es necesario reescribir la historia, releerla, verla de manera crítica; asumir lo sucedido y ser capaces de caminar hacia el desmonte de esa herencia dolorosa y colonial. No vamos a callar frente a los improperios y las mentiras; no vamos a dejar que la historia la sigan contando los colonizadores. Esta “hispanidad” da vergüenza, es torpe y cínica. El genocidio, la esclavitud, el expolio y el racismo no son motivos por los que un país deba enorgullecerse. El 12 de octubre no hay nada que celebrar.

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